Querida Ana
Granadina y estrechamente ligada al pueblo de Belicena, Ana era una persona excepcional cuyo afán por ser cada día mejor, progresar y buscar la excelencia en todo lo que tocaba hacían de ella un ser brillante y necesario
Hace unos días nos dejó nuestra compañera, amiga y doctora arquitecta Ana Isabel del Cid Mendoza después de convivir los últimos meses con una terrible ... enfermedad. Granadina y estrechamente ligada al pueblo de Belicena, Ana era una persona excepcional cuyo afán por ser cada día mejor, progresar y buscar la excelencia en todo lo que tocaba hacían de ella un ser brillante y necesario. Estudiante muy competente, desde el primer año ya destacaba por su capacidad de combinar con equilibrio la técnica, el pragmatismo y la creatividad, tan necesario para una profesión llena de oscuridad y alegría a partes iguales. Muchos de sus compañeros de promoción guardamos con cariño copia de algunos de sus apuntes realizados con una exquisita caligrafía, márgenes medidos, redacción minuciosa y, por supuesto, una cuidada ortografía. Sus ideas siempre daban un vuelco y ponían en crisis lo que ya habíamos pensado los demás y sus expresivos planos desprendían precisión y cariño. Colmada de lucidez, convertía sus trazos en dibujos con alma, sin las florituras y artificios tan frecuentes en este oficio, siempre desde la sencillez y el rigor. Da igual que hubiese sido directora de cine o correctora de estilo, sus otras dos pasiones, estoy seguro de que habría desempeñado cualquiera de una manera sensata y honrada. Su sentido del humor, tan inteligente y andaluz, hacía que compartir tiempo con ella fuera un placer.
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De una talla profesional altísima, su preparación durante años para el desempeño de las tareas docentes y de investigación la llevó a realizar estancias en Nueva York y Roma donde tuvo la oportunidad de demostrar su enorme valía y capacidad de trabajo. Años después y en su ciudad natal, consiguió su propósito de ser profesora ayudante doctora en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Granada, institución que quedó muy por debajo de su intachable perfil personal y profesional demostrando que, cuando tu padrino se llama trabajo y disciplina, la consideración de dichos méritos puede sumar negativo en manos de un mediocre evaluador.
Cuando conocí a su familia entendí por qué Ana era así. Su inseparable e incondicional marido Pablo, ejemplo de acompañamiento y amor, sus adorables padres Ana María y Miguel, sus encantadores hermanos Miguel y Pepe y el sobrino Miguel, su ojito derecho. Tíos, primas, innumerables amigos e incluso una hermana postiza -sic-. En estos momentos, todos consternados por su temprana marcha pero con la esperanza de que el recuerdo nos alivie.
Qué fácil fue ser tu amigo, cuánto aprendimos de ti hasta el último día y qué infinita tristeza nos has dejado pero qué suerte fue conocerte y que nos hicieses la vida más bella.
Ahora eres eterna. Descansa en paz, querida Ana
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