Uno de los dos negociadores de la Guardia Civil sostiene el nuevo escudo, creado recientemente. Pepe Marín

Los negociadores de la Guardia Civil: «Actuamos en situaciones extremas»

En la provincia hay dos agentes con una formación específica que les valida para actuar ante intentos de suicidio, personas atrincheradas o la situación más grave, secuestros con rehenes

Laura Velasco

Granada

Sábado, 30 de agosto 2025, 23:16

Cuando les suena el teléfono, se ponen en alerta. Saben que ha ocurrido algo grave y que no ha podido resolverse por otros medios. Descuelgan ... y esperan indicaciones. Quizá hay una mujer que amenaza con tirarse desde un puente, un hombre que no le ha entregado su hija a su exmujer y están en paradero desconocido, o un vecino atrincherado que asegura que va a volar su casa. Las situaciones son tan variadas como las formas de proceder. Lo que sí está claro es que los que actuarán serán ellos, los negociadores de la Guardia Civil. En la provincia hay dos. Actúan varias veces al año, su misión es ser una vía de comunicación y jamás son los que toman las decisiones: «Nosotros accedemos a la persona, pero no resolvemos el problema», cuenta uno de ellos a IDEAL de forma anónima.

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A diario se producen numerosas situaciones de tensión y la mayoría son resueltas por las propias patrullas. Sin embargo, hay algunas que se van de las manos. Ahí es cuando entra en juego esta figura. Lo más común son personas con actitudes suicidas con las que hay que hablar en situaciones extremas para evitar un desenlace fatal. Recientemente, uno de los dos negociadores asistió a un aviso de este tipo, atado con una cuerda al filo de un edificio hasta que consiguió convencer al muchacho de que desistiera de su objetivo.

Otro de los motivos por los que los activan es por personas que retienen a familiares, por ejemplo, alguien con custodia compartida que no le entrega su hijo a su expareja cuando le toca. Generalmente no corre riesgo la vida de la persona retenida, aún así, el negociador debe intervenir ocasionalmente.

El siguiente escalón en nivel de alerta son los atrincherados, ya que ponen en riesgo a terceras personas, como el caso del hombre que amenazó con volar su casa con bombonas de butano en Las Gabias. Ese fue especialmente complicado, ya que se negaba a hablar. Después de tres intentos de mediación que no surtieron efecto, los agentes accedieron al inmueble.

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Negociadores durante el atrincheramiento de un hombre en Las Gabias el año pasado. Fermín Rodríguez

El caso más extremo sería cuando se producen secuestros extorsivos con rehenes. El negociador realiza la primera actuación, pero el equipo especializado de la Unidad Central Operativa (UCO) acudirá desde Madrid a relevarlos. «Ellos deciden si seguimos nosotros, en cado de que nos hayamos ganado su confianza o no sea muy peligroso, o si asumen por completo la negociación», afirma.

Recogida de información

El primer paso a la hora de abordar la mediación es la recogida de información. «Es muy importante saber con quién estoy hablando», explica el negociador. Y, sobre todo, hacerlo lo antes posible, puesto que el tiempo corre en su contra. Datos públicos en redes sociales, información médica o incluso del colegio donde estudió la persona. Un equipo concreto se dedica a recopilarlo todo. Después, toca empezar a hablar: «Cada caso es un mundo. Hay veces que la comunicación es directa, podemos hablar con él/ella, y otras que, por peligrosidad, hay un cordón de seguridad y no podemos acercarnos. Ahí tenemos que hacerlo por vía telemática, ya sea por teléfono, megáfono o cualquier otro medio», admite. Lo esencial siempre es mantener a salvo tanto a la ciudadanía como a los propios agentes.

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Tienen prohibido hablar de las técnicas que emplean, pero el objetivo es conocer sus necesidades y que quieran hablar. «No pretendemos doblegarlos», añade. Cuentan con un plan de actuación en función de quién sea su interlocutor. «No es lo mismo una persona esquizofrénica que una depresiva. Tenemos herramientas para saber qué no se debe decir a un perfil determinado», detalla. Asimismo, se rodean de un equipo de psicólogos o médicos e, incluso, de los propios profesionales que atienden regularmente a la persona en cuestión. «Nos ponemos en contacto con ellos para que nos cuenten qué tratamiento está tomando, si lo ha dejado o no», apostilla. Trasladan la información al mando encargado del operativo, le cuentan cómo está la situación, sus sensaciones, qué quiere la persona. Son otros los que toman las decisiones policiales.

Hay casos extremadamente duros, como cuando hay menores. Uno de los que más les ha marcado fue el del abuelo atrincherado en Huétor Tájar el año pasado, que mató a sus dos nietos y después se suicidó. No les dio tiempo a negociar; cumplió antes su horrible cometido. «Eso te lo llevas a casa, hace mucho daño», admite. Cuando sale bien, la actuación acaba en abrazos y lágrimas. «Eres consciente de que has salvado a alguien», reconoce. Un trabajo complejo que requiere una dura formación para la que no todos están preparados. De hecho, hay muy pocos negociadores titulados en España.

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