«Mi madre tenía muy claro lo que quería, que no deseaba seguir viviendo»
«Tras la muerte de mi madre, siento tristeza pero también gratitud a quienes sacaron adelante la Ley de la Eutanasia», asegura D. B. G.
«A veces la vida te pone en situaciones límite en las que tienes que sobrepasar tus juicios, apegos y creencias para darte cuenta de ... que el único amor verdadero es aquel capaz de ponerte real e incondicionalmente en la piel de la otra persona y apoyarla en lo que quiera o desee». Lo escribe D. B. G., residente en Albolote. Su madre ha sido la segunda granadina que, acogiéndose a la nueva Ley de la Eutanasia, ha ejercido hace unos días su derecho a morir dignamente.Sufría un cáncer terminal.
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–¿Cómo era su madre?
–Podríamos decir que en mis recuerdos hay varias madres. Por una parte, esa mujer presumida, coqueta, ordenada, independiente y cariñosa que le encantaba salir y estar con los amigos. Y por otra, la de los últimos meses, cuando fundamentalmente lo que había era mucha tristeza, amargura y desesperación. También los sanitarios dijeron de ella que era muy valiente.
–Hábleme de esa vivencia compartida con su madre que nunca olvidará...
–(duda durante unos segundos) Me quedo, quizá, con aquella Nochebuena. Cuando ya se había ido todo el mundo, me quedé a solas con ella y después del trabajazo de cocinar, decidimos pasárnoslo bien. Descorchamos una botella de cava, bebimos, bailamos como descosidas y a las cinco de la mañana nos retiramos. Bueno... yo estaba bastante perjudicada y pasé primero por el baño (risas). Al poco, apareció con la manzanilla y me dijo «¡ay, hija!, que no sabes beber!». Todo fue muy tierno.
–¿Cómo vivió el momento del 'no hay solución'?
–Fue relativamente reciente. Cuando ya se había iniciado el proceso de la eutanasia. Lo viví con tristeza, pero sin desesperación. Tenía que ser así, pero fue muy duro.
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–La Ley de la Eutanasia se aprobó el 25 de junio de 2021. ¿Fue cuándo ella les transmitió su pensamiento de marcharse o ya rondaba con anterioridad por su cabeza?
–Ella ya manifestó su deseo de morir previamente. Empezó a ponerse peor justamente en marzo de 2020, una semana antes del confinamiento. A partir de ahí el deterioro se aceleró mucho. Entonces, ya sí, comenzó a pedirnos «dadme una pastilla, dejadme ir ya» porque tenía muchos dolores.
«Los sanitarios le dijeron a mi madre que era una mujer muy valiente»
–No sé si las convicciones religiosas de su madre, si las tenía, le hicieron dudar en algún instante...
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–Ella tenía apego por la vida, pero no nacía del cristianismo. Tenía alguna imagen en casa, pero no era muy creyente y tampoco nos inculcó nada en ese sentido.
–¿La apoyaron desde el primer instante o le instaron a que replanteara su decisión?
–Al principio yo la animaba para que siguiera adelante, aunque hubiera deterioro. Le pedía que pensara en las cosas buenas que hay en la vida, en todo lo que podía hacer. Que no se centrara solo en esa debilidad física y en el dolor. Pero llegó un momento en que no la podía animar más porque mi madre tenía muy claro lo que quería, que no deseaba seguir viviendo.
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–¿Qué lugar ocupan las creencias o la ideología cuando una hija ve a su madre sufrir así?
–Todo se queda atrás. Cuando eres consciente del sufrimiento que realmente está padeciendo la otra persona, lo que importa es aliviar ese dolor. Da igual todo.
–¿Hasta qué punto se puede experimentar como propio el dolor ajeno?
–Ésta es una de las claves. La percepción del dolor ajeno se relativiza inicialmente porque hay pastillas, medicamentos... pero llega un momento en que todo eso se cae.
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–¿Cuál fue ese momento en su caso?
–Leí la noticia de una mujer que estaba encamada, que quería morir, que no lograba acogerse a la Ley de la Eutanasia y que, debido a todo ello, decidió arrastrarse por el suelo hasta una ventana y tirarse al vacío. Leer aquello fue decir «se acabó». Fue el momento en que decidí ponerme totalmente en el otro lugar. Y en el otro lugar el dolor que ella tenía tanto físico como psíquico era insoportable. Si para ella era insoportable, yo tenía que estar a su lado. Mi propio dolor estaba aferrado a la pérdida, al cariño y a quererla. Hablo del amor incondicional, que no tiene que ver con uno sino con el otro.
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–¿Cómo es el dolor psíquico?
–Es el sufrimiento de ver que tú no quieres estar donde estás, que no soportas más el sufrimiento. En los últimos meses de mi madre, a partir de diciembre, le subieron la dosis de opiáceos. Yo le preguntaba «mamá ¿te duele algo?», y ella me respondía «no, ya no me duele nada». Pero no quería seguir.
–¿Hablaba con ella sobre la muerte o, mejor dicho, sobre lo que hay después de la muerte?
–No. Nunca hablábamos de eso. Hablábamos de la vida, pero no de lo que había después de la muerte. Lo tenía todo clarísimo.
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–¿Ha sido un proceso complejo? Supongo que una legislación tan garantista requiere de una importante tutela por parte de la administración?
–No lo definiría como complejo porque una vez que se inicia el proceso, todo está muy claro. Hay mucha tutorización para garantizar que se va a cumplir la voluntad de la persona, y esto para mí es muy importante. En este caso estaba muy claro. Se producen una serie de visitas de los profesionales, más de diez, donde hacen preguntas, repiten las preguntas, dan un plazo, después vuelven a dar otro... hasta que se aseguran que esa voluntad es firme y que tampoco tiene que ver con no tener medios económicos. En este aspecto la Ley está muy bien. Mi madre tenía una voluntad muy firme, pero veía que se alargaba todo y lamentaba que los procedimientos se prolongaran y que siempre le preguntaran lo mismo. «¿Qué queréis que os diga? Para mí, un día más es un suplicio», les contestaba.
–¿Qué aspectos se definen en esos cuestionarios?
–Por una parte, aspectos más físicos, relacionados con la enfermedad, el deterioro y el dolor. Y por otra, los relativos a su propia voluntad.
–¿Conservó sus facultades mentales plenas en todo momento?
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–Sí, es imprescindible para que los especialistas corroboren que la voluntad de esas personas sigue siendo firme. Es cierto que en la mitad del proceso, también vinieron a casa para incluir la eutanasia en las últimas voluntades. Por si se alargaba el proceso y perdía la conciencia, yo firmé para que siguiera adelante con su voluntad.
En casa
–Finalmente la eutanasia se realizó en casa. ¿Por voluntad de la familia o porque no resultaba sencillo en el hospital?
–Ella se vino a vivir a mi casa hace dos años. Tuvimos mucha relación con la enfermedad y pensábamos que el hecho de que falleciera en el hogar sería otro dolor añadido, otro recuerdo más que se quedaba allí. Nuestra intención era que la eutanasia se aplicara en el hospital porque era algo más neutro. Pero lo cierto es que ésta es una ley muy nueva y no sabíamos bien qué era lo mejor. De hecho, cuando mi madre la solicitó no se había formado aún ni el comité de garantías. Mover una estructura tan grande en un hospital, que conlleva más gente, implica también estar más señalados. También estaba la covid... en definitiva, vimos que si seguíamos por esa vía todo se podría prolongar muchísimo y la mujer estaba cada vez más desesperada. Nos decidimos por casa.
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–¿Recibieron muchas presiones para convencerles de que tomaran otra decisión?
–No diría presiones, pero sí es cierto que al principio recibí algunas llamadas que cuestionaban la decisión alegando que siempre hay un fármaco que mitiga el dolor físico. Pero había algo que estaba por encima. Cuando decía «hasta aquí he llegado, no hay nada que me motive».
–¿Cómo ha sido el trato con el personal sanitario?
–El trato por el personal sanitario fue fantástico. Han sido totalmente cariñosos, amables y comprensivos con mi madre. Y también muy generosos.
«Cuando eres consciente del sufrimiento que realmente padece la otra persona, lo único importante es aliviar el dolor»
–¿Estuvo con ella hasta el último momento?
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–Sí, tuvimos la oportunidad de estar con ella para despedirnos, y después ya sí nos salimos en la última fase.
–¿Cómo se siente usted ahora?
–Tengo tristeza, pero siento muchísimo agradecimiento. Agradecimiento a los que idearon, desarrollaron y votaron a favor de esta ley porque alguien que te pide morir y que se va deteriorando cuenta con un respaldo legal. Las familias pueden liberarse de esa presión. Estoy agradecida también a todo el personal sanitario que estuvo cerca de ella, y también a todos los familiares y amigos que nos apoyaron con mensajes, oraciones y cariño.
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