Lújar, cinco años después del fuego
Renace el alcornocal ·
Las laderas lucen un manto verde con nuevas copas de alcornoques, en una recuperación natural que los expertos consideran un éxitoLunes, 6 de julio 2020, 01:23
Flores moradas, blancas y amarillas de diversas especies de jaras destacan como puntos de luz en el manto verde y frondoso que cubre la ladera ... sureste de la sierra de la Jara, englobada en la conocida como sierra de Lújar. La vegetación recupera su territorio en un espacio natural que hace cinco años, el 8 de julio de 2015, se convirtió en pasto de las llamas y destruyó uno de los dos únicos alcornocales de la provincia de Granada y del sureste ibérico. Un alcornocal plantado 150 años antes y que había generado un ecosistema único en estas latitudes, con profusión de especies de flora y fauna asociadas a la presencia de los grandes árboles y al abrigo de la umbría y el alto nivel de humedad, que lograban retener en parajes que aprovechan el influjo del mar y la presencia habitual de nubes y brumas 'acostadas' en sus laderas.
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Han sido un lustro de espera en el que se ha permitido la regeneración natural del ecosistema, que la vegetación pudiese rebrotar y que nuevas especies colonicen el territorio. El catedrático de Botánica de la Universidad de Granada, Francisco Valle, indicó tras el incendio que había que esperar cinco años para poder apreciar la evolución del alcornocal, pero que la intervención humana no debía ir más allá de la consolidación del suelo en puntos donde fuese necesario y permitir que la naturaleza siguiese su curso. «Ahora, en esta primavera de 2020, podemos decir que la evolución es muy positiva. El ecosistema se está recuperando poco a poco, sin olvidarnos de que el fuego lo destruyó casi por completo. Los alcornoques, muchos de ellos, vuelven a cubrirse de hojas y se consolidan, mientras que la vegetación arbustiva es la que tenía que ser», afirma Francisco Valle. Para este botánico, especialista en regeneración y recuperación vegetal, la vegetación mediterránea ha respondido de forma evidente, como ocurrió en los alcornocales de Coín (Málaga) que también se quemaron, por lo que este científico opina que la zona llegará a un alto grado de recuperación, aunque aún habrá que esperar. Francisco Valle, señala que, al contrario de los alcornoques, los pinos han desaparecido y solo quedan los troncos quemados, que servirán también para la recuperación. «Es bueno que no se haya realizado una saca de la madera quemada porque esos troncos, al caer, fertilizan el suelo y alimentan a las especies que sí han podido sobrevivir».
Hemos seguido la evolución de la sierra de la Jara. Caminamos por sus senderos unos días antes de que se produjese el gran incendio de 2015 y al día siguiente del fuego. Volvimos un año después y, ahora, cinco años más tarde, se aprecia como la naturaleza recupera su territorio. Desde la costa y la localidad de Castell de Ferro, se divisa el monte que asciende desde la mancha blanca del pueblo de Lújar. Era una extensión de tierra quemada sobre la que destacaban los 'molinillos' de energía eólica. Ahora, el color ceniza ha dejado paso al verde en todo el territorio. Desde las casas y calles de la pequeña población, la imagen de su sierra ya no es tan triste y deja paso a la esperanza. Los caminos del área del incendio se han cubierto de arbustos, han sido colonizados por especies de jaras, sobre todo la jara pringosa, hierbas de los granos, zarzamoras, jaras del diablo con sus flores amarillas, cardo cucos, centaureas de florecillas moradas, aulagas, hinojos, e incluso especies de lianas como las zarzaparrillas, rubias y madreselvas, que colonizan los espacios situados en las zonas más umbrías.
Aún queda una nutrida representación de brezo blanco que crecía en abundancia en esta zona, en el desaparecido bosque. Ahora estas plantas se han refugiado bajo los alcornoques que han logrado rebrotar. Todas ellas son especies que, según Francisco Valle, forman parte de lo que se conoce como serie de vegetación del alcornocal y de su evolución en el caso de que se hubiesen talado los alcornoques. «Se habría generado un madroñal y, más tarde, un brezal y cantuesal. Ahora, como muchos de los alcornoques han rebrotado, no domina el madroñal, que ha vuelto a los barrancos y zonas más umbrías, sino que prosperan especies típicas de coscojales, como lentiscos, espino negro y juníperos, con menores requerimientos hídricos».
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Junto con el coscojal (la coscoja es como una encina especialmente achaparrada) cinco años después del fuego, sus especies asociadas dominan el territorio junto con las propias del jaral mediterráneo, donde también hay lavandas, tomillos y mejoranas, además de cantuesos. Para Francisco Valle, la presencia de diferentes tipos de vegetación y el hecho de que se mantienen muchos alcornoques y madroños, que crecen perfectamente en los barrancos, «significa que la recuperación ha sido total. Han cambiado unas especies por otras». La merma en niveles de humedad por la desaparición del bosque ha sido sustituida por otras fuentes que aprovechan las plantas, como el rocío, brumas y la influencia marina, lo que queda patente por la regeneración de pequeños bosquetes.
Desgraciadamente ya no existen los grandes alcornoques que cubrían los caminos y servían de protección para otras plantas y un gran número de especies de fauna. Los pinos, en su mayoría Pinus pinaster, desaparecieron y, con ellos, una verdadera legión de aves forestales. Los restos de pinar se aprecian ahora como un bosquete muerto de palillos que se alzan al cielo entre el matorral. Al fondo de la ladera que mira hacia Alborán, cuatro grandes pinos halepensis sí han logrado recuperarse en las zonas más altas de sus copas. Eran iconos de este espacio y continúan mirando al mar. El fuego mantendrá su huella durante décadas, pero la naturaleza parece dispuesta a ganar la batalla.
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