Los ganaderos de Loja acumulan más de 100 toneladas de lana sin vender
Con la pandemia, los pastores no encuentran entre las empresas asiáticas la demanda habitual para este subproducto, de bajo valor desde hace tiempo
Sábado, 18 de julio 2020
Estamos en verano y la esquila, que también ha peligrado por la pandemia, ha concluido. Las naves de las explotaciones ganaderas de Loja y el ... Poniente Granadino tienen este año un 'fondo de armario' algo más cargado. Los criadores de la oveja 'rabúa' almacenan más de 100 toneladas de lana, las de las 45.000 cabezas de ganado que tiene la Raza Ovina Lojeña (Acrol), autóctona de la zona de Loja, Zafarraya y Alhama y protegida desde hace años por estar en peligro de extinción. Como cuenta el ganadero y presidente de Acrol, Juan Antonio Moreno, «ya hace tiempo que casi se regala; es un subproducto prácticamente sin valor, pero es verdad que otros años siempre ha habido empresas, casi siempre asiáticas, que nos la compraban». Pero este 2020, singular por todas las consecuencias de la pandemia, también está afectando al futuro de esta lana
Publicidad
La situación, con el coronavirus aún muy presente, hace que este verano se almacenen kilos y kilos de lana sin una salida clara. «Los últimos años se compraba a entre 30 y 50 céntimos el kilo y al menos cubría un tercio del coste de la esquila. Es mejor que tirarla al fin y al cabo», comenta Juan A. Jiménez, también ganadero de la Oveja Lojeña. «Este verano la tenemos almacenada y no sabemos qué hacer con ella, aunque algunos ganaderos que tienen tierras de cultivo la usan para enriquecer el abono», indican desde la asociación, que precisamente hace años participó en un proyecto europeo para aprovechar la lana, con un altísimo índice de potasio, como fuente de biofertilizantes.
La esquila de la Raza Ovina Lojeña ya ha terminado gracias a la cuadrilla de esquiladores de la cercana localidad de Venta del Rayo, pero, como explica Moreno, debido a la crisis sanitaria hay ganaderos de zonas como Córdoba que aún no han podido rasurar a sus animales. «Nos consta que el Gobierno fletó incluso un avión de esquiladores de Uruguay, porque los del país no daban abasto», apunta este criador, que, como otros muchos, almacenan en sus instalaciones en la Sierra de Loja en torno a 2.000 kilos de lana, «esperando a ver qué hacer». Y es que cada animal genera entre kilo y kilo y cuarto de este singular producto, que ni caduca ni arde. «No se echa a perder. De hecho no podemos ni quemarlo, porque no arde en absoluto», recalcan Moreno y Jiménez, haciendo hincapié en la calidad textil de un material tradicional frente a los productos sintéticos altamente inflamables que suele usar la industria actual de la moda. «De vez en cuando surgen compradores espontáneos, empresarios que contactan con corredores nacionales para buscar lana», dicen aún con esperanza de que esas 'montañas' de lana salgan de sus naves.
Aun así, también son muchos los ganaderos locales que, ante el escaso o nulo valor que tendrá la lana de cada temporada, se han acostumbrado a usarla como base de su abono orgánico. «Al que no le estorba, la acumula; otros, los que tienen campo, la utilizan como fertilizante natural», explica Jiménez, que no es la primera vez que la añade a su estiércol. Con más de 200 cabezas de oveja 'rabúa' en su caso, aprovecha la lana que generan para este biofertilizante 'artesano'. «Se entierra, se riega, se mezcla, fermenta y, ya unido al estiércol, es un abono enriquecido en potasio», precisa.
Publicidad
Pero los criadores de la Raza Ovina Lojeña creen que este es otro ejemplo más de las muchas dificultades que soporta el sector agroganadero. «Deberíamos utilizar esas cosas que se dejaron de usar. Porque con esa lana se puede hacer mucha ropa; hace falta una industria que apueste por utilizar un recurso natural como este», reivindica Moreno, que incluso habla de proyectos realizados por oenegés y que funcionan en otros puntos de España. «Se está usando en talleres de cardado e hilado destinados a personas discapacitadas o en riesgo de exclusión social, que fabrican objetos artesanos con mucho valor», dice a título de ejemplo.
Aunque en la comarca no hay hasta ahora una iniciativa similar, la artesana e hiladora inglesa Siam Huertas todavía se encarga de poner en valor este producto. Huertas, habitual colaboradora de Acrol, suele ofrecer talleres en torno al oficio artesanal de transformar la lana de oveja en prendas de abrigo, casi desaparecido en las zonas rurales. «Antes había en España muchos lavaderos encargados de la limpieza y tratamiento de la lana, pero ya quedan pocos», lamenta. Creen que la lana, como otras cosas naturales, se está quedando sin futuro.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión