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«No le lloréis, imitadle. Me impacta mucho este epitafio»
La tradición de visitar a los difuntos se impone en este festivo de Todos los santos marcado por la lluvia que está mermando la asistencia al cementerio
Aunque el día amanece gris y desapacible, el trajín de escaleras y el ir y venir de granadinos con ramos y centros de flores en ... una mano y el paraguas en la otra es continuo entre los diferentes patios el cementerio de San José. En el parking del camposanto cuesta encontrar plaza desde las diez y media y los autobuses que suben desde el centro van ganando ocupación a medida que avanza la mañana. A primera vista, a alguien que nunca ha estado un día de Todos los Santos en el cementerio granadino, le parece que hay bastante gente y sin embargo, el comentario generalizado es que la afluencia está mermadísima por la lluvia, no intensa pero incesante, que cae sobre Granada en esta jornada festiva.
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«Hoy no hay ambiente de Todos los santos», sentencia una señora en la puerta del camposanto, junto a un cartel que comunica la suspensión, por culpa de la lluvia, del concierto 'Música para el recuerdo', que estaba programado para este 1 de noviembre. El termómetro de los propietarios de los puestos de flores de la puerta dice que hoy no hay «ni una décima parte» de la gente que acude, habitualmente, en un festivo de Todos los Santos para honrar a sus difuntos.
Quedan muchas flores sin vender y la florista del primero de los negocios, de evidente mal humor, deja claro que no está para atender periodistas. «Las ventas están peor hasta que el año pasado con la pandemia», protesta.
Por suerte, Miguel, de la floristería Alicia, justo en el otro extremo, aunque ratifica el descenso de negocio por la lluvia, se muestra solícito y enseña, orgulloso, a los reporteros el conjunto floral en tonos rojos y verdes con anturium, gladiolos, tulipanes y falsa pimienta que ha elaborado para este día por encargo de un marido y unos hijos, en recuerdo de la que fuera su esposa y madre.
«Es lo más espectacular que hemos hecho este año, pero siempre solemos tener encargos especiales para estas fechas, gente que se gasta 600 euros en flores y hasta más», esgrime, mientras muestra otra creación con seis ramos que ornamentarán una lápida.
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Historias
Cerca de la entrada, en uno de los primeros patios del cementerio, una mujer se sube a una escalera para colocar un ramo de rosas rojas y blancas para ornamentar la tumba de su madre, fallecida en 2017. Deja las flores frescas pero no retira las secas. «Estas se quedan ahí, es que es el ramo de novia de mi hermana», justifica.
Las imágenes de familias que meditan en silencio o incluso musitan una oración ante las lápidas de sus familiares se repiten en los distintos patios, que se llenan de recuerdos e historias en el día de Todos los santos y víspera de todos los difuntos.
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Para algunos, la herida que deja la pérdida está abierta y el dolor en su punto más intenso. Ayer mismo había un entierro en el cementerio de San José. «Papá has sido un regalo, un valiente, gracias por hacerlo tan fácil», decía la inscripción de una de las coronas de flores que portaba el coche fúnebre.
Para otros, el bálsamo del tiempo permite afrontar la visita al cementerio de un modo muy diferente y hasta reconfortante. «Hay que recordar a nuestros familiares y disfrutar de su descanso, a mi me gusta venir a rezar y escuchar el silencio, tiene sentido», asegura la granadina Amparo Santiago, que ha subido con su hermana Mari Ángeles a cumplir con la tradición de honrar a sus familiares fallecidos. Otro días van hasta el cementerio por el simple placer de darse la caminata.
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«Venimos habitualmente, aprovechamos para hacer deporte. Este es un lugar para venir en vida. Merece la pena la visita cultural, o simplemente observar el paso del tiempo a través del cambio del color de las hojas», dicen las hermanas. Ambas son buenas conocedoras del camposanto y se nota que lo recorren con frecuencia porque son capaces de ubicar las tumbas con los detalles más curiosos, desde la del amante de la cacería que descansa para siempre junto a la reproducción de una jaula con pájaros de perdiz hasta la del forofo del Real Madrid, cuya lápida tiene grabado el escudo de su equipo para la posteridad.
Las hermanas están acompañadas por un familiar que aprovecha la visita para recorrer las tumbas de granadinos ilustres. «¿Sabes donde está enterrado el inventor de la escafandra?», le pregunta a un empleado de la empresa Coroma 5, concesionaria de servicios en el cementerio, que lo dirige sin vacilar a la tumba del ingeniero militar y aeroespacial granadino Emilio Herrera (1879-1967) destacado aviador y científico.
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El epitafio del emprendedor reza: «No le lloréis, imitadle». «Nos impacta mucho esta frase, es para pararse y reflexionar», coinciden las hermanas.
El relevo
Aunque la afluencia fue menor que otros años, los que no pararon fueron los empleados de la empresa que gestiona el servicio de las escaleras. Uno de los más veteranos, Tomás Pérez, trazó el perfil del granadino que acude al cementerio estos días. «La mayoría de las que vienen a adecentar las tumbas son mujeres, de entre cincuenta y mayores de sesenta años. Los jóvenes son los que menos vienen por lo que creo que esta tradición de arreglar los nichos para el 1 de noviembre se puede ir perdiendo», comenta. Se empeñan en contradecirle las familias con niños que visitan el cementerio, como la formada por David Sánchez, su mujer Rocío y sus hijos Adrián de diez años y Mireia, de quince, que ayudan a arreglar los lugares donde descansan los restos de su abuela Carmen, que falta desde hace nueve años y el abuelo Pepe, que les dejó hace solo nueve meses.
«Nuestros padres nos traían y esta tradición se la hemos inculcado a nuestros hijos», afirma David, mientras los niños hacen el gesto de besarse su mano y tocar luego con ella la lápida a modo de despedida. Cuentan que el abuelo Pepe era granadino del Barrio Merced Alta, en Almanjáyar, pero su sueño siempre fue vivir en el mar: «Del rincón en Almuñécar a Torrenueva, qué bonita es la mar cuando vengo a verla», dice el epitafio de su lápida, donde sus nietos, además de flores, suelen dejar caracolas.
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