La aparición de la Virgen del Carmen en un pueblo de Granada despertó un gran fervor entre los vecinos
Hace más de medio siglo una vecina de la localidad de Güéjar Sierra, Antonia, fue testigo de la aparición de la Virgen en su propia vivienda
Hace aproximadamente unos 66 años en el municipio granadino de Güéjar Sierra tuvo lugar una aparición divina, la Virgen del Carmen, según la Asociación de ... Mujeres Rurales A.M.U.R.A. de este interesante y precioso lugar. Esta aparición despertó un gran fervor entre los güejareños por esta Virgen, que hoy en día sigue vivo. Esta historia está tomada tal y como la transmitió Antonia, la señora que fue testigo de la aparición.
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Un día, mientras hacían la comida en un velatorio, se extraviaron unas tazas. Las demás mujeres culparon a Antonia de haberlas cogido, así que Antonia se fue a su casa con un gran disgusto, sabiéndose injustamente culpada.
Cuando Antonia llegó a su casa, lo primero que hizo fue rezarle a la Virgen del Carmen para que aparecieran las tazas y así quedar libre de toda sospecha. Mientras rezaba: «Madre mía, Virgen del Carmen que aparezcan las tazas y que todos sepan que yo no las robé. Virgen Santa que se aclare esta injusta acusación que ha caído sobre mí».
Entonces, mientras estaba rezando con este fervor, se escuchó un gran estruendo, como el sonido de un trueno. Antonia se asomó a la calle para averiguar de donde provenía ese ruido, pero no había ni nubes, ni tormenta y no soplaba aire alguno.
Desconcertada Antonia, volvió a entrar en su casa para continuar con sus oraciones, cuando se disponía a subir las escaleras vio un resplandor, como si arriba hubiese una vela encendida, entonces se escuchó ruido de cristales. Al oírlo, el miedo se apoderó de ella, no sabía a dónde ir ni dónde mirar. Se armó de valor y comenzó a subir lentamente las escaleras. Cuando llegó arriba comprobó que donde antes había un espejo, ahora se encontraba una lámina de la Virgen del Carmen. De nuevo sintió miedo y su cuerpo no le respondía. Cayó de rodillas, embobada de espanto y al mismo tiempo de humildad.
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Todavía no podía creer lo que estaba viendo, era su Virgen del Carmen a la que tanto había rezado.
Antonia, poco a poco se fue serenando, aunque no se atrevía ni a moverse, ni a coger aquel cuadro que desprendía una luz que le permitía ver como si fuese de día. No sabía cuanto tiempo permaneció allí, adorando a su Virgen. Perpleja e inmóvil, temerosa de que con cualquier movimiento suyo desapareciera la luz. Cuando llegó su marido,
Antonia no se atrevía a contarle su experiencia, bien por miedo a no ser creída, o bien porque ella misma no terminaba de creérselo aún. Pero el marido vio los cristales rotos del espejo y a su mujer aturdida y quiso saber lo que le había ocurrido. Antonia, sin levantar la voz, le pidió que mirara hacia arriba, y su marido creyendo que Antonia había cambiado el espejo por un cuadro de la Virgen, le preguntó que por qué no había barrido aún los cristales, ya que podían pisarlos y hacerse daño. Antonia le contestó que ella no había cambiado ningún espejo, que simplemente se había caído y al romperse el cristal había aparecido la Virgen.
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La reacción de su marido fue de tal incredulidad, que empezó a regañarle para que no dijera más tonterías. Le ordenó que barriera los cristales para que se le quitara la perplejidad que tenía. Pero la experiencia que había vivido Antonia era tan intensa, que todavía no era capaz ni de moverse. Su marido, todavía enfadado, se puso a barrer los cristales. Con sorpresa, se dio cuenta de que a pesar de estar todas las ventanas cerradas, podía ver perfectamente. De repente, sintió tal impresión que un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Entonces se abrazó a su esposa, pidiéndole perdón por no haberla creído antes.
A partir del momento en el que se supo que la Virgen del Carmen había aparecido en la casa de Antonia, nunca faltaba gente que iba a su casa para rezar el rosario u otras oraciones. Aunque la casa era muy pequeña, siempre estaba llena de flores, macetas, lamparillas con aceite y velas siempre encendidas, además de toda la gente que iba a rezar. A la Virgen le pusieron un marco nuevo con su cristal para que la lámina no se estropeara. Pero no se sabe como, el cristal se rompió en el lugar donde la Virgen tenía si oído. Al cambiarle el cristal, éste se quebró de nuevo por el mismo sitio. Después de algunos intentos más, comprendieron que la Virgen no quería que se le pusiera un cristal delante.
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Durante mucho tiempo la gente se reunía en la casa de Antonia para rezarle a la Virgen, solían llevar aceite para quemarlo en las lamparillas. Este aceite, al cual se le atribuía propiedades curativas, se entregaba a aquellas personas que lo necesitaban. Otra gente iba a pedir para que la Virgen le ayudara con sus penas y sus aflicciones. Como en todos los lugares en los que había habido una aparición, se ha hablado de milagros.
Algunos de los más comentados fueron los siguientes: una mujer tenía una niña de unos dos o tres años de edad, que estaba totalmente calva. Esta mujer le pidió a la Virgen del Carmen que le creciera el pelo a su hija. Le untó la cabeza con aceite quemado de las lamparillas. Al poco tiempo, empezó a crecerle el pelo a la niña, y a la vez que el pelo crecía, en el cuadro de la Virgen del Carmen aparecía la cabeza de una paloma en el manto.
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En el verano del año 1983, una mujer tenía un hijo zambo (con las piernas torcidas) que era muy nervioso. Debido a sus nervios, el aparato que tenía instalado se le caía mucho.
Esta mujer fue a la casa de Antonia y, una vez allí, alzo a su hijo en brazos y le pidió a la Virgen con mucha fe que lo curara, o que al menos le ayudara con sus nervios y su inquietud. Antonia le dio aceite de las lamparillas para que le diera masajes en las piernas. Poco a poco, el niño fue creciendo y se hizo un muchacho alto, fuerte y con unas piernas normales. También, esta misma mujer se quedó en estado, y lo pasó muy mal porque su embarazo era de alto riesgo. Todos los días, se untaba un poco de aceite en el vientre. El embarazo siguió su curso sin complicaciones y tuvo a su hijo sin ningún problema.
Además de estos milagros se habla de dos hechos que parecen carecer de una explicación científica. El primero fue un incendio en la casa de Antonia, se cree que a consecuencia de las velas y el aceite que allí se quemaba. Este incendio provocó que el techo de la casa se derrumbase y que sólo quedase en pie el hueco donde la lámina de la Virgen estaba colgada, sin sufrir daño alguno. Parece un milagro que todas las paredes se quedasen ahumadas y que la pared en la que se hallaba la Virgen estuviera impecable. El otro suceso inexplicable es el hecho de que las fotografías tomadas a la lámina no tienen el mismo resultado. En cada una aparece alrededor de su rostro imágenes distintas, a pesar de que la lámina apenas ha cambiado desde que la viera por primera vez Antonia.
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