Juicio en la Audiencia: un convento de clausura de Granada que era un coladero
La vista por el presunto robo de la talla de Santa Margarita Cortona de la antigua comunidad religiosa de las Vistillas desvela la vulnerabilidad del patrimonio artístico
El antiguo convento de las Vistillas del Realejo era de clausura, es decir, que sus moradoras debían estar aisladas del mundanal ruido, pero en realidad ... era un coladero. «Allí entraban y salían muchas personas», según manifestó ayer una de las principales testigos en el juicio que celebra la Audiencia de Granada por el presunto robo de la valiosa talla de Santa Margarita Cortona, uno de los tesoros que guardaba la comunidad religiosa de las madres clarisas.
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La declarante, superiora de la orden comisionada por el Vaticano para supervisar el cierre de las Vistillas, insistió en que la «gestión era malísima» y que «mucha gente tenía la llave» del inmueble. En esa situación de «desorden» desaparecieron imágenes y otros objetos «que no han aparecido», aseveró la comisaria pontificia encargada de poner fin a la actividad del convento.
En este sentido, el relato de la monja sirvió para desvelar la vulnerabilidad del vasto patrimonio artístico español en general y del de la iglesia católica, en particular. La clausura era una ficción en las Vistillas. El paso del tiempo y la falta de vocaciones habían diezmado la comunidad. Las últimas clarisas de allí no estaban en condiciones de asumir el funcionamiento del convento.
Fue en ese contexto de desorganización cuando se produjo el supuesto robo de Santa Margarita Cortona, una obra que databa del siglo XVIII y atribuida a José de Mora. Su valor crematístico ascendía a 400.000 euros. Los acusados son dos marchantes de arte y la historia tiene tintes novelescos. Según el testimonio que expusieron las dos monjas que comparecieron ayer, pidieron a uno de los procesados que les hiciera un presupuesto para restaurar la talla y él se la llevó para cumplir con la encomienda.
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Sin embargo, y siempre presuntamente, el anticuario encargó una copia y se quedó el original para venderlo en abril de 2018. En otras palabras, que le dio un cambiazo a las religiosas que le habían confiado la reparación de la figura. Esta es la hipótesis que sostiene la Fiscalía Provincial de Granada en su escrito provisional de acusación, en el que atribuye al encausado la supuesta comisión de un delito de apropiación indebida y pide para el una pena de cinco años de cárcel.
Uno de los procesados está acusado de encargar una réplica de la imagen, valorada en 400.000 euros, y apropiarse de la original para venderla
Las clarisas cayeron en la cuenta del supuesto fraude cuando los medios de comunicación difundieron la noticia de que la imagen de Santa Margarita Cortona iba a venderse en una feria antigüedades en Nueva York por un precio de 350.000 euros. «Fue entonces cuando vimos que la nuestra era falsa. Nosotras no entendemos de arte, pero comparamos fotos y vimos que era una copia». Y no demasiado lograda. Según las personas que la han observado de cerca, tiene una mano de un tamaño desproporcionado y un semblante airado. Era una réplica burda, en palabras de uno de los abogados defensores, que está en el convento que la orden tiene en la localidad sevillana de Estepa.
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La copia no está muy lograda, según los que la han visto, tiene una mano de un tamaño desproporcionado y un rostro enfadado
El marchante, por su parte, negó la mayor y aseguró que las monjas le habían vendido la talla por 10.000 euros que les habría entregado en metálico. «Me dijeron que el convento estaba cerrado y que querían vender cosas. Vine aquí, me gustó y la compré. Creía que ellas tenían permiso para venderla», señaló el investigado, que desmintió haberles entregado una copia de la talla.
Budistas
En el banquillo de la Audiencia Provincial también se sentó el anticuario que adquirió al principal acusado la pieza por 90.000 euros –una parte del pago fue un coche de segunda mano– y que posteriormente quiso despacharla en Nueva York por 350.000 euros. Al respecto, afirmó que no hizo nada ilegal y que contaba con el visto bueno del Ministerio de Cultura.
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El convento de las Vistillas fue vendido en 2022 a un grupo religioso budista por 2,5 millones de euros para albergar un centro de meditación, una cafetería y jardines abiertos a la ciudad.
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