El balón rojo, a los pies de la Virgen, en la fachada de la Iglesia de Plaza de Gracia. J. E. C.
De Graná

Un balón clavado a los pies de la Virgen de Gracia

Supongo que la pelota camuflada en la fachada de la iglesia como una estatua de Bernini, está más cerca de la travesura que de la poesía. A mí me recordó a mi padre

Lunes, 27 de enero 2025

Vi un balón clavado a los pies de la Virgen de Gracia y me acordé de mi padre. Dejen que les cuente otra vez lo ... de mi padre. Era el 20 de mayo de 1998, a media tarde. Gol de Mijatovic. No había metido en ningún partido. El Real Madrid estaba a punto de ganar su séptima Champions, algo que no hacía desde 1966. 32 años esperando. La Juventus se revolvió, el Madrid defendió, aguantó y, cuando el árbitro pitó el final del partido, mi padre saltó del sillón y empezó a gritar loco de contento. «¡Ole! ¡AAAAH!». Todos nos pusimos a su alrededor, divertidos con el espectáculo. Entonces se asomó al balcón y gritó «¡España es blanca!».

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Luego se fue al pasillo, abrió la ventana del patio y gritó otra vez «¡España es blanca!». Y repitió más fuerte: «¡España es blanca!», girando el cuello hacia el vecino del tercero, que era del Barça. Papá volvió al salón y, en la calle, había antiguos alumnos que le gritaban y le coreaban «¡Don Ignacio! ¡Hala Madrid!». Y él respondía orgulloso. Entonces entró en casa exultante y pegó otro grito. Nosotros reíamos y mi madre le dijo «Ignacio, tranquilo». Entonces él se puso a llorar. Lloraba de verdad. Y dijo: «Esta es por mi padre. Va por ti papá».

El abuelo Tomás había muerto poco tiempo antes. Recuerdo que, cuando acababa un partido, se llamaban por teléfono para comentarlo a tres bandas: el abuelo, mi tío Manolo y mi padre. Es curioso porque a ninguno de nosotros, sus hijos, nos ha gustado tanto el fútbol como a él. Pero, en sus últimos años, siempre que ganaba el Madrid le llamaba a ver qué contaba. Creo que uno de sus recuerdos más bonitos fue cuando él y otros niños construyeron el campo de fútbol de El Escorial. Lo contaba como una hazaña poética.

La rima

La fachaca de Virgen de Gracia, con su balón clavado. J. E. C.

La pelota clavada a los pies de la Virgen me pareció una poesía y la rima me recordó a mi padre. La plaza es incómoda para jugar al fútbol, rodeada por esos escalones con vistas a Dios. A mí me da igual quién gane o pierda, la verdad. Pero hay algo en el fútbol que me emociona muy hondo, de una manera casi espiritual. Entre esos niños que patean la pelota en la plaza y mi padre hay una línea invisible, un pase directo que termina en aquel gol de Mijatovic y en todos los demás.

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Supongo que la pelota roja clavada allí arriba, en la fachada de la iglesia, camuflada como una estatua de Bernini, está más cerca de la travesura que de la poesía. Lo mismo hay poesía en la travesura, o travesura en la poesía, no lo sé. Pero a veces, sin venir a cuento, las cosas riman. Cuando la abuela murió, en su funeral, me vio leer las palabras que había inscritas en la piedra de la iglesia: «Et in Arcadia Ego». Le pregunté qué era la Arcadia. Y me lo contó como si fuera un secreto, como si fuera algo que solo pudiéramos saber nosotros. Hoy mi padre cumpliría 75 años y el balón me pareció el más bonito de los goles. Va por ti, papá.

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