División de opiniones

Jesús Lens

Granada

Domingo, 19 de octubre 2025, 11:38

Imbecilidad. ¡Qué imbecilidad! ¡Qué estupidez y qué absurdez! Pongo al taxista que me llevaba del Zaidín a la Carrera del Darro por testigo de que ... esas eran mis palabras, suavizadas, ayer sábado a eso de las doce del mediodía.

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Iba a una boda e iba tarde. ¡Cómo no, con todo el centro cortado por la cosa esa de los karts y los influencers! El taxista echaba espumarajos por la boca y yo también. No voy a repetir mis gruesas palabras e insultos varios, pero el mensaje era claro: era un día para quedarse en el barrio y no cruzar el Genilsisipi. O para irse a la costa. O a la Alpujarra. O a donde c… fuera siempre que no fuera al centro de Granada.

A eso de las seis y media de la tarde, y le pueden echar la culpa a la cerveza y al vino, flipaba con el ambiente que había en ese mismo centro. Gente joven a punta pala. Piercings, tatuajes y pelos muy locos. Chaveas disfrazados de Spiderman, chaveas disfrazados de personajes del manga y chaveas disfrazados de sí mismos. Y mismas.

Entonces me asomé a las redes sociales. El Facebook y su entorno viejuno y de muertos vivientes tronaba contra los karts y contra… ya lo he dicho antes. Y contra Saiko y su música. Y contra los cortes de tráfico. Y contra todo y contra todos, básicamente. Mirabas el Instagram y era otra cosa. Buen rollo y diversión a raudales.

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A las horas en punto, me sentía como los del Facebook, todo iracundo, crítico y hastiado. ¡Pero esto como va a ser! Que la gente de la boda que venía de fuera no pudo acceder cómodamente a los apartamentos contratados y los taxis tenían que dar unos rodeos quepaqué. ¿Y la mierda de los cochecicos esos? ¿Y los influencers, esos vagos que no aspiran nada más que a hacerse famosos sin pegar un palo al agua?

A las horas y media, caminando por el centro, me encantó ver otro ambiente diferente y escuchar una música que, motu propio, jamás escucharía. Que personalmente no me gusta ni me dice nada, pero que me encanta que arrastre a multitudes de veinteañeros.

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Lo mismo que me cabreaba que me hubieran hurtado 'mi' ciudad, estaba feliz viendo cómo era la ciudad de esa chavalería que, por lo general, habita los márgenes, los polígonos y los parques de los barrios.

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