El 'héroe del sombrero' salva la vida a una mujer en Granada: «Si no es por él, no vuelvo en mí»
Se sintió mareada y acabó sin constantes vitales hasta que llegó Pepe, que logró reanimarla gracias a sus conocimientos en primeros auxilios
Lo último que recuerda Isabel antes de ver «musarañas en el escenario», como ella dice, es estar escuchando sentada al lado de su amiga Encarni ... un concierto de boleros en el Centro Cívico del Zaidín. Sonaba la 'pollera colorá', la famosa cumbia. Había ido en compañía de unas cuantas vecinas de su barrio, que le habían incitado a salir de casa para pasar un rato agradable viendo la actuación. Se encontraba después de salir de casa estupendamente, como una pera. Entonces no podía imaginar que esa noche acabaría pasando por el hospital tras sufrir un grave desmayo que a punto estuvo de costarle la vida.
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Lo cuenta aún medio emocionada en la misma silla en la que tuvo el vahído. Y lo hace justo al lado del hombre al que acaba de abrazar como si fuera «ya familia». No lo es. De hecho es la primera vez que ve (consciente) a Pepe, su héroe de sombrero, el señor que se «desvivió» por ella cuando se quedó en el sitio como si «estuviera muerta», que es como define su amiga Encarni la posición en la que se quedó después de ver las «musarañas». Isabel duró una hora en el concierto. Luego se sintió indispuesta. «Me entró un mareo muy fuerte y le dije a mi amiga 'uy, niña, que no sé qué me pasa'. Y lo siguiente que recuerdo es que estaba en el sanatorio», explica. No se acuerda de más, y menos mal porque las cosas que después le han contado le hubieran dado «mucha vergüenza», reconoce.
El lío se armó a mitad de repertorio. «¡Qué le pasa a la Isabel!», fue lo que dijo Encarni cuando la vio clavada en la silla. A Pepe no se le olvida cómo se la encontró al llegar a su sitio. Estira ambos brazos como el Cristo del Corcovado, entorna los ojos y deja la boca bien abierta. «Así, así se quedó», explica, pues a diferencia de Isabel sí se acuerda bien de lo que pasó: «Yo había ido con mi mujer al concierto y cuando ya llevábamos un buen rato de repente me doy cuenta de que se había formado un tumulto detrás de donde estábamos sentados. Lo primero que hice fue levantarme corriendo y ver qué pasaba». Pepe, después de enterarse de que su vecina no reaccionaba, pidió que la colocaran en el suelo. Él también tiene problemas de salud. Y serios. Le están dando quimioterapia. Lo cuenta sin darle importancia, solo para dejar claro que no lo hizo solo, que necesitó ayuda para atender a Isabel. Entre ellas la de Marta, la técnica de sonido del centro, que estuvo con el abanico dando aire hasta que llegó la ambulancia.
«Me salvó la vida, si no llega a ser por Pepe no vuelvo en mí. Ya lo considero de mi familia»
Isabel (Vecina accidentada)
En el suelo, Pepe pudo sentir que las constantes vitales de Isabel simplemente no estaban, lo que rápidamente le obligó a actuar haciéndole un masaje cardiaco. El vecino cuenta que lo más importante en estos casos es recobrar el pulso, por lo que realizó las maniobras que aprendió cuando formó parte del botiquín en el gobierno militar. «Sé primeros auxilios, así que además del masaje, le hice el boca a boca hasta que, por suerte, recuperó las constantes», cuenta Pepe, que lo que más le impactó fue la manera en la que sudaba Isabel. «Es que es un síntoma de que algo no marcha bien, de que algo pasa», advierte.
A esas alturas, la vecina, de 74 años de edad, ya había reaccionado moviendo la cabeza. Había salido de su letargo, por lo que él detuvo los auxilios y no dejó que nadie la tocara hasta que arribó la ambulancia, que apenas tardó. Al llegar los sanitarios se llevaron a Isabel al hospital ya medio repuesta, no sin antes felicitar al vecino por haber hecho las cosas «correctamente». Isabel pudo dormir en casa, pero aunque le dieran el alta llevan días haciéndole pruebas. Nadie sabe aún a qué se debió su desvanecimiento, que es el primero que tiene esta señora en su vida. «Siempre he padecido del corazón, pero perdí 50 kilos y se me quitaron los problemas, ya veremos qué es», señala mientras le escucha su «héroe», a quien llevaba días buscando para darle las gracias.
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«No soy un héroe porque es una palabra muy fuerte, solo me siento satisfecho humanamente»
PEPE (El Salvador)
A Pepe no le gusta que le llamen así. Lo único que se siente es satisfecho «humanamente». No se quiere dar importancia aunque Isabel y medio barrio crean que es su salvador. Esta vecina está convencida de que la suerte quiso que el 'héroe del sombrero' compartiera concierto con ella. «Me salvó la vida. Si no llega a ser por Pepe no vuelvo en mí. Yo lo considero ya como mi familia, hasta le he pedido una foto», dice. Y vuelve a abrazar a ese señor a quien agradecerá, una y otra vez hasta el final de sus días, haber estado allí cuando más lo necesitaba.
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