Imagen cedida por la familia. IDEAL

«Mi hermano murió y nos salvó a todos»

Paco Ruiz es un héroe en Pinos Puente. Murió con las botas puestas en la fábrica de aceites Sierra Sur, donde desactivó los depósitos de hexano que habrían arrasado a los suyos

Jueves, 28 de agosto 2025, 23:44

A Francisco Ruiz (1982-2025), conocido como el 'huevo', ahora lo llaman héroe en su Pinos Puente natal. El vecino, de 43 años, murió con ... las botas puestas en la fábrica de aceites Sierra Sur. Su muerte deja un vacío enorme a sus hermanas. Antonia, Mercedes y Carmen, que mimaban hasta la extenuación al «niño», de 43 años. Lo querían «a rabiar».

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Paco, que era maestro de molinos, murió con las botas puestas en un trágico accidente que se llevó también por delante a su peón, Ramón. Cinco trabajadores entraron en el turno nocturno de la fábrica el sábado 16 de agosto, pero solo tres salieron ilesos. A las 7.00 horas, cuando el hombre tendría que haber concluido su jornada, a su familia le notificaron la gran pérdida. La entrega de este pinero impidió que más gente perdiera la vida en el pueblo. «Si el no hubiera activado la palanca, su familia, amigos y parte de sus vecinos habríamos muerto», cuentan con dolor y orgullo los suyos.

Las causas del incendio que provocó posteriormente una pequeña explosión se desconocen. Tanto la Guardia Civil como la Inspección de Trabajo investigan los hechos. De acuerdo con los testimonios de la familia de Paco, los restos mortales de los dos trabajadores se encontraron junto al sistema que desactiva el uso del combustible. La fábrica cuenta con un depósito con 20.000 litros de hexano, que se emplea para sintetizar el aceite a raíz de las semillas. En contacto con las llamas, este disolvente no arde, directamente explota.

«Nos explicaron que la explosión que hubo se produjo por la presencia de hexano, de los restos que quedaban mientras ellos trabajaban. Mi hermano parece que fue el que cortó el suministro. Medio Pinos hubiera explotado», dice Mercedes con la voz entrecortada. No saben con exactitud si Paco se mareó con el hexano y quedó inconsciente o si el estallido se llevó a los dos obreros por delante. Sea como fuere, el pueblo no olvidará la gesta. La detonación total habría afectado en un kilómetro y medio a la redonda y los efluvios habrían llegado mucho más lejos. A pocos metros de la fábrica se encontraba el recinto ferial donde centenares de vecinos disfrutaban de la fiesta, que se había alargado a casi una semana por primera vez en su historia.

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Paco, junto a sus hermanas en una imagen cedida por la familia.

«Primero fue el fuego y después llegó la explosión. Salía de ver un concierto en la feria y vi las llamaradas. Me desmallé, tuve el presentimiento de que mi hermano no volvía», narra Mercedes con coraje y valor. «Me llevaron a casa y llegó la explosión. Los cristales retumbaron», añade. «Mi hermano sabe lo preocupada que soy y si hubiera estado vivo se las habría arreglado para hacérmelo saber y que yo me quedara tranquila», apunta.

Carmen, la menor de todas, rodeó la fábrica y comenzó a gritar con desesperación su nombre sin recibir respuesta. En la zona, aguardando respuestas, estaba también Pepe, el marido de Mercedes, otro hermano para Paco. Ni los bomberos ni las autoridades pudieron entrar hasta horas después, cuando el sistema de refrigeración de la fábrica hizo que no fuera tan peligroso.

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Paco era un trabajador excepcional y dedicado. Se iba con tiempo en todos sus turnos porque también era apurado. Empezó a trabajar con tan solo ocho años como cabrero, a cambio de unas cuantas pesetas y un poco de leche para la casa. No sabía leer y escribir con fluidez. Durante toda su vida fue un currela. Agricultor y obrero a mucha honra. «En esta familia somos humildes y gente sencilla con unos valores que jamás podrá comprar el dinero», remachan con satisfacción las hermanas.

Era una persona alegre, aunque retraída. «Calladillo, muy chinchoso y bromista. A lo mejor era tímido de más, pero le gustaba mucho la broma. Un quema sangre», recuerdan sus hermanas. No era detallista, se le olvidaban los cumpleaños, pero era «generoso de más». De bueno llegaba a tonto. «No era de tener en cuenta ni los cumpleaños, ni los santos. Le daban igual los regalos y el dinero. Era una persona desprendida que sabía y se adelantaba a las necesidades de otros. Eso sí, sus cosas y su sufrimiento se lo guardaba para él, aunque se le veía», comentan.

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Paco tuvo una racha mala, pero ya remontaba el vuelo y los suyos celebran haberle visto feliz en sus últimos momentos. Más de 300 personas acudieron a su funeral. El velatorio duró tres días, hasta que tuvieron autorización judicial para enterrarle. «No teníamos idea de que a mi hermano le quería tanta gente», dicen al unísono las mujeres.

Eterno homenaje

Su club de moteros escoltó al cementerio a este héroe entre rugidos de dos ruedas y llanto. Los primos y cuñados de Paco subieron el féretro desde la Iglesia de la Consolación hasta el camposanto. En la comitiva hubo una petalada y todos los negocios salieron a a aplaudir y a despedirse de su vecino. «Muchos se pidieron el día libre para venir. Solo podemos darle las gracias a nuestro pueblo porque no hay un municipio tan unido en lo malo como el nuestro y nos hemos sentido muy arropados. Pese a que solo salimos en las noticias para lo malo, aquí los buenos sobramos», explican las hermanas, que agradecen los días de luto decretados por el Ayuntamiento. Justo el día de su muerte, el hombre, que «era muy presumido», se había comprado un conjunto.

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La familia tiene buenas palabras también para la dirección de la fábrica, que han llorado a los trabajadores. Hoy el pueblo le dará un último adiós con una misa solemne a las 20.00 horas. La familia confía además que prospere la propuesta para convertir al hombre y a su peón en hijo honorífico de la localidad. «Con el tiempo vamos a hacer nuestra vida porque hay que ser conscientes que el que lo ha perdido todo ha sido él. Nosotros vamos a salir, vamos a reír con el tiempo y viviremos al máximo por él. Tenemos vida, tenemos hijos, tenemos trabajo y tenemos que seguir. Porque se mueren los hijos y las madres siguen. Y nunca lo olvidaremos», concluye la familia.

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