El Cascamorras devuelve a Guadix su tradicional rojo cobrizo
José Heras encarna la figura de Juan Pedernal en un recorrido en el que estuvo acompañado por miles de accitanos
Sandra Martínez
Martes, 10 de septiembre 2024, 00:28
El olor a pintura mojada impregna cada mes de septiembre Guadix. Los restos de polvos se secan por los recovecos de las aceras y anuncian ... que la espera ha llegado a su fin. Los balcones y fachadas se unen a la fiesta y lucen el atuendo que cada 9 de septiembre caracterizan la ciudad. Pero la fiesta no acaba ahí. Las manos rojizas, el agua cargada de tinte y la cuenta atrás para la llegada de este día se mantienen y en ocasiones no terminan de marcharse.
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A la pequeña María, de solo dos años, le preguntan si le gusta el Cascamorras. Mira concentrada la bandera vibrar y, aunque no responde, sonríe. Vive por primera vez la tradición a lomos de la espalda de su padre. Pero no es la única. Es también la primera ocasión en la que Jorge pisa el municipio. Se une a la carrera en solitario y se suma a la marabunta que hace que en Guadix llueva agua de colores. No quiere perder la oportunidad de ver en directo cómo el tinte azul y amarillo desaparecen bajo el ocre y no dejan ni un rostro inmaculado a su paso. «Esto hay que vivirlo al menos una vez en la vida», expresa.
Los más de cinco siglos de tradición arrastran también a Eloísa. No al paso de la carrera, pero sí al jolgorio. Ella misma se ha encargado de transmitir esa pasión a sus hijos, que cumplen cada 9 de septiembre, y que se encargan de difundirla también entre sus nietos.
Una tormenta de pintura cae puntual sobre la multitud, que se agolpa impaciente hacia las 18.00 horas en los alrededores del barrio de la Estación, donde José Heras –encargado de encarnar este año la figura de Juan Pedernal– ve la luz apenas tres días después de no conseguir su cometido en Baza. «Accitanos, la misión ha fracasado. Castigadlo», se escucha. Solo unos segundos después, los vecinos de la localidad se convierten en una marea roja que protagoniza la carrera abarrotada bajo el paso del Cascamorras.
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La rendición
Una emotiva jura de bandera dedicada a los que ya no están protagoniza la primera parada del recorrido. Giros inesperados en las paradas, saltos y pasillos en honor a su figura acompañan una tarde en la que solo le sigue el ritmo quien puede. Pero en la que tampoco faltan los gestos de cariño con los más pequeños en su habitual llegada a la catedral, donde el Cascamorras se rinde. Hinca rodilla, pide silencio y grita. A su alrededor, obedecen. Solo los afortunados rozan la tela que dibuja cada giro y con la que Heras hace a uno sentir cada jura de bandera.
La emotiva acogida se siente también en el balcón del Ayuntamiento, donde el Cascamorras aprovecha para agradecer el recibimiento. Le sigue el tradicional 'merengazo' de la pastelería Oriental, en la Plaza de la Constitución, que sirve para coger fuerzas y seguir su paso hacia el Obispado, donde se vive el momento más esperado de la tarde. El obispo salta por petición de los accitanos y Heras desciende de los cielos de espaldas, pero bien acogido entre los suyos.
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La marea roja llega pasadas las 20.30 horas a la puerta de la Iglesia de San Miguel y culmina así una carrera que finaliza sin incidentes. La estatua de Juan Pedernal, en el punto en el que termina el recorrido, se une a la celebración. A su izquierda, un joven se frota las manos cubiertas de agua sin obtener resultado. La pintura esconde cada uno de sus rasgos. No hay rastro alguno de quien puede ocultarse bajo el rojo cobrizo que cubre su piel. Pasará las próximas horas sacudiendo los restos de polvo resecos que agrietan su cuerpo y que le dan olor a pintura mojada. A él también le preguntaron cuando solo era un niño si le gustaba el Cascamorras. No respondió, pero ahora también sonríe.
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