Imagen de la estación de autobuses de Granada. IDEAL

Un grito por la estación de autobuses

El arquitecto del edificio se ofrece a las autoridades para recuperar el espíritu de una obra de referencia que fue premiada

Lunes, 8 de septiembre 2025, 00:02

La vieja Alsina de principios del siglo XXque cubría el trayecto Granada-Lanjarón-Órgiva entraba a toda pastilla en la flamante estación de autobuses de ... Granada el día de su inauguración, un 4 de octubre de 1996. En la dársena esperaban las autoridades de la época, los viajeros y los curiosos. El arquitecto de la estación de autobuses, Francisco Torres Martínez se mostraba satisfecho por el trabajo realizado y por el resultado. De hecho, este edificio fue generosamente aplaudido por revistas especializadas en arquitectura.Asimismo, recibió el prestigioso galardón Arquitectura de Granada ese mismo año.

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La directora de obra de la estación de autobuses fue Roser Martínez-Ramos e Iruela, discípula del arquitecto Francisco Torres Martínez y recientemente elegida directora de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Granada. Con este dato, es donde comienza la presente historia, ya que el arquitecto Francisco Torres, maestro de Roser Martínez-Ramos, viajó a Granada en autobús para la toma de posesión del nuevo cargo de su alumna. Cuando bajó del autobús y recorrió 'su' estación de autobuses se quedó espeluznado.

Decidió escribir a la directora de la Escuela de Arquitectura de Granada. Quiso denunciar el estado del edificio y la pérdida de su identidad. Al mismo tiempo, ofrecerse para recuperar la esencia con que fue concebido el proyecto para una ciudad que entonces era sede del Campeonato Mundial de Esquí Alpino 1995-96, y ahora es candidata a la Capitalidad Europea para el año 2031.

Lamisiva comienza así. «Siempre ha sido para mí ilusionante visitar y recorrer Granada, su paisaje urbano, sus casas y monumentos, la Alhambra. Siempre de la mano de grandes amigos y compañeros. La oportunidad de establecer un vínculo aún mayor surgió con el encargo de la estación de autobuses, la construcción de una nueva puerta de la ciudad. Un proyecto y una obra vividos con intensidad y, en Granada, una fortuna para un arquitecto».

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«La obra tuvo el reconocimiento de instituciones universitarias, municipales y profesionales, que le concedieron el premio Paredes. Qué mejor reconocimiento a un trabajo que el que lleva el nombre de ese gran arquitecto tan vinculado a la ciudad», dice.

Como se ve, el arquitecto en sus palabras recuerda la gestación del proyecto y estado de ánimo que vivía Granada en vísperas de los fastos el 95. «Volví para asistir a un acto entrañable para mí y de gran relevancia académica en el Rectorado de la Universidad de Granada. Precisamente, a la toma de posesión de la nueva directora de la Escuela de Arquitectura, que fuera colaboradora en la redacción y dirección de obra de tan singular proyecto». Entonces, decide venir a Granada en autobús para comprobar la evolución de 'su' edificio. «Para ello, con toda intención, me trasladé de Sevilla a Granada en autobús. El paso por la estación, soñado en su día y proyectado como el de un tránsito fluido e iluminado para acompañar al viajero en el inicio del viaje o en la llegada a la ciudad, se me apareció como el del peor y caótico mercadillo que desafortunadamente haya encontrado en algún poblachón olvidado». Describe entonces lo que vieron sus ojos. «Una barahúnda de kioscos y tenderetes apropiándose de todo rincón posible, taponando un espacio que se quería claro y limpio y contaminando visualmente lo que se pretendía como un recorrido sereno y una espera amable y descansada. Carteles, banderolas, cachivaches y artefactos, o la huellas de otros anteriores, ocupan por doquier todos los paramentos que se querían también desde el inicio tersos y serenos».

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Su visión crítica se agudiza. «La estación se construyó con dinero público, promovida por la Junta de Andalucía y cedida al Ayuntamiento que a su vez concedió la explotación a la empresa privada que así la gestiona, de esta manera. Creo que es la terminal de autobuses andaluza con más afluencia que he visto nunca».

Llegan entonces las preguntas. «¿A ninguna de estas instancias de la administración, o a la propia empresa, le preocupa la imagen de barbarie cultural y de explotación cutre y sin freno con que la estación recibe a los miles de viajeros que la utilizan? Supongo que se consideran ilustradas y modernas y que fomentan y procuran una buena imagen pública, incluso dedicando presupuestos para ello. Permítanme que lo dude, o que quizás este sea el revés de la moneda, la cara oculta de todo el tinglado, la excepción que revela la verdad de la incuria y el abandono que hay detrás de todo y que a veces se desborda en algún rincón incontrolado», se responde.

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La conclusión es clara. «Ni ese tesoro de ciudad que es Granada ni ninguno de los que viajamos a ella nos merecemos esto. Por mi parte les aseguro mi disponibilidad para colaborar en cualquier iniciativa que tenga como objetivo enderezar esa desgraciada situación», termina con un grito de socorro el 'padre' de la estación de autobuses de Granada.

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