Irene estudia en su cama con una mesa adaptada desde hace nueve meses. Pepe Marín

Una granadina con cuatro enfermedades, en un limbo para opositar a profesora de Secundaria

Pidió una adaptación del examen sin tener aún el grado de discapacidad concedido, ya que está en lista de espera, pero a falta de dos semanas no ha recibido respuesta

Laura Velasco

Granada

Miércoles, 7 de junio 2023, 00:19

El tiempo corre en contra de Irene Andrade. En menos de dos semanas será el examen de las oposiciones a Educación Secundaria, para las que ... lleva nueve meses preparándose a fondo, pero no sabe si podrá realizarlo. Las cuatro enfermedades del sistema nervioso que padece le impiden escribir más de una hora sin que su estado físico empeore, por lo que solicitó una adaptación del examen a ordenador, algo que está permitido en casos justificados. Aún no tiene el grado de discapacidad concedido, se encuentra en lista de espera, pero aportó informes médicos que avalaban su petición. Sin embargo, denuncia que la administración le da largas: «El trato que estoy recibiendo es inhumano».

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La joven, de 26 años de edad, se encuentra en lista de espera para que le sea reconocida la discapacidad. Ha pasado medio año desde que lo solicitó y cree que le queda otro año hasta que el expediente se resuelva. Ella, trabajadora y luchadora donde las haya, ha seguido mientras labrándose un futuro. Su deseo es ser profesora de Secundaria en la especialidad de Historia y Geografía, examen que se llevará a cabo seguramente el día 18 de junio en Andalucía -la fecha exacta aún no se ha hecho oficial-. Al iniciar los trámites de la solicitud comenzaron sus quebraderos de cabeza.

«Estoy en un vacío legal, un silencio administrativo», lamenta Irene, que lleva nueve meses preparándose para el examen

Irene tiene siringomielia, quiste de tarlov, malformación de Chiari I y problemas de discos vertebrales, cuatro enfermedades «muy complejas» y autoinmunes que le afectan tanto a los miembros superiores como inferiores. Ha estado largas temporadas sin poder levantarse sola, caminar, escribir, cortar un filete o abrir un tarro. «Si intentaba fregar se me caía la esponja de la mano, se me pone como una garra y no puedo moverla», lamenta.

Ahora mantiene los síntomas a raya a través de tratamiento neurológico, fisiorerapia y medicación, con un alto coste para su bolsillo. «He aprendido de nuevo a hacer ciertas tareas, como si fuera un niño», cuenta. Conoce bien su cuerpo y sabe que cuando somete a alguno de sus miembros superiores o inferiores a ejercicios reiterados, los síntomas se agravan y la dejan incapaz durante un tiempo imprevisible. Si hiciera el examen de la oposición a mano, contando que dura unas cuatro horas, teme que le ocurra eso.

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Informes médicos

La granadina ha aportado a Educación informes de dos médicos que certifican la necesidad de que haga por ordenador el examen, además de documentación sobre sus enfermedades y la solicitud de discapacidad de la que está pendiente. Cuando se publicó la lista definitiva de incluidos y excluidos para adaptaciones, no salía en ninguna de las dos. «Estoy en un vacío legal, un silencio administrativo», lamenta.

Las situaciones extraordinarias, como su caso o el de una persona que se ha roto un dedo, se gestionan por otra vía, según le han especificado. Irene critica el «mareo» que lleva semanas sufriendo para conocer el estado de su solicitud. De la Delegación territorial de Educación de Granada la remitieron a la Consejería, de la Consejería de nuevo a Granada. «Al final me dijeron que no sabían si me lo notificarían a tiempo, porque tienen mucha carga de trabajo. Me aconsejaron que me presentara allí por si quedaba un ordenador libre, y si no que lo intentase en dos años. Me veo en una situación de desamparo total, no se me está tratando con equidad», manifiesta.

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En cualquier caso, no hay una fecha oficial para saber la respuesta. «La solución es que llamé con regularidad y pregunte. No existe una vía establecida formalmente para personas con adaptaciones extraordinarias, que tengamos que sufrir esto es terrible», agrega la joven. En caso de que le respondan y se lo denieguen, si la avisan con pocos días de antelación no podrá recurrir por falta de tiempo.

Irene se encuentra «derrumbada». Lleva nueve meses estudiando en la cama, con una mesa adaptada, esperando que llegase junio para dar lo mejor de sí misma en la prueba. Sueña con ser profesora, un trabajo adaptado a sus condiciones físicas que, además, le otorgaría el sueldo necesario para pagar sus costosas terapias y medicaciones. Mientras reivindica su derecho a un examen adaptado, no deja de estudiar.

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