David Martínez, junto a la Harley Flathead, en la sala de muestras del Boliche. PEPE MARÍN

Granada

El restaurante granadino donde comes mientras paseas por un museo de antigüedades

David Martínez tiene en su local, El Boliche, una colección de objetos y motocicletas, entre la que destaca una Harley Flathead que perteneció al Duque de Feria

Sábado, 15 de abril 2023, 23:34

La moto estaba en un desguace de Sevilla. Era un cadáver metálico y desahuciado, pedazos que a penas se sostenían unos con otros. Cuando David ... vio aquel montón de chatarra, fue amor a primera vista. No era una simple motocicleta, era una Harley Davidson Flathead de 750 centímetros cúbicos, de 1937, una joya para coleccionistas como él. El vendedor, además, le dijo que la moto tenía una historia peculiar. La Harley se compró en la Guerra Civil y fue militar del 37 al 51, año en que se vendió en subasta. Así llegó a las manos de Ignacio Medina Fernández de Córdoba, duque de Segorbe, último nombre que figura en los papeles del vehículo. «Pero aquí la trajo su hermano, él fue quien me la vendió», añadió el vendedor. El hermano era Luis Medina Fernández de Córdoba, el duque de Feria. Luego le contó que existe una foto en la que aparecen el duque de Feria y John Lennon apoyados en esa misma Harley. La anécdota era curiosa, pero David ya tenía decidido que se la llevaba a casa, a Granada. Al Boliche.

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«No he podido constatar lo de John Lennon, pero él sigue contando la historia de la foto y ya no tiene que venderme la moto, nunca mejor dicho». David Martínez Garrido (Benalúa, 1958) es el dueño del restaurante Boliche, en la carretera de Cenes de la Vega. El único lugar en el que puedes comer un filetón a la brasa mientras paseas por un auténtico museo de antigüedades granadinas y motocicletas. «Pero sobre todo motos, como esta», dice mientras pasa la mano por el asiento de la Harley Flathead. «Si no tienes una visión clara de cómo podía quedar, no la compras. Estaba muy mal, me tiré seis años restaurándola, buscando piezas en Alemania, Estados Unidos... Hasta que conseguí ponerla en marcha con mi amigo Luis Domínguez, profesor de mecánica jubilado».

Martínez, en una de las vitrinas del Boliche. P. M.

La Flathead ocupa un lugar luminoso en una sala pegada al comedor del restaurante. Una sala en la que hay, por lo menos, otras quince motocicletas de colección. «Curiosamente, la Harley Flathead es la única que no ha rodado por Granada. Todas las demás tienen matrícula de aquí». Y así, con algo de jazz de fondo, David nos presenta a sus Vespas del 57, 59, 76 y, claro, de 1955, el mismo modelo que usaron Audrey Hepburn y Gregory Peck en la mítica 'Vacaciones en Roma' (William Wyler, 1953); la Ducati clásica y la pequeña Ducati Minimarcelino; el primer modelo de Vespino, de 1968; otra Harley Davidson, pero del 91; o la hermosa y fotogénica Lube del 57, colocada en mitad del pasillo del restaurante.

Taller de Paco, en la Chana

Con 13 años, David suspendió nueve y aprobó una. «Al ver que no quería estudiar, mi padre me colocó con el vecino, a trabajar». El vecino era Paco el mecánico, en la Chana, una institución muy querida en el barrio. «Pasé con él tres meses. De ahí viene mi afición por los cacharros antiguos y el motor». Pero un año más tarde, con 14, se pasó a la hostelería. Empezó de camarero en la Venta Machaco, genuino local que estaba en la Plaza Einstein con vistas al mercado de abastos (la actual facultad de Ciencias).

Luego pasó por la Cafetería Sacromonte, en Alhóndiga (el actual Hotel Sacromonte), y por fin recaló en el Sota, donde trabajó 12 años. «En los 80 mis padres compraron este lugar y decidí montar el restaurante Boliche. Quería un sitio tranquilo donde se viera mi pasión por las antigüedades y las motos. Y parece que lo conseguí».

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PEPE MARÍN

35 años después, el Boliche es parada obligatoria para moteros. «Pero también para granaínos con raíces». Al final de uno de los salones del restaurante, hay un enorme cartel de 'Nitrato de Chile', de los años 50. «Era un cartel que llevo viendo desde niño –señala David–. Estaba en la carretera de Maracena, en un edificio que iban a derribar. Lo arranqué y lo restauré». Y es que no hay pared en el Boliche que no rezume amor por Granada. Hay una vitrina dedicada a Juan Vida, con una paleta firmada y varios dibujos suyos. También hay cuadros originales de Zaafra, incluido un retrato a carboncillo del abuelo de David Martínez. «Era amigo, Zaafra», dice.

Hay un bidón de leche en polvo del Plan Marshall que guardaba un viejo maestro de colegio. Un taxímetro antiquísimo. Un piano de 18989. Tres discos originales de Los Beatles. Una bolsa de los carteros de antes, con la piel intacta. Viejas botellas de Revoltosa y de agua, carteles de Lanjarón y de Cervezas Alhambra, flotadores salvavidas de la Piscina Granada, estampas de Fray Leopoldo, una caja registradora de los años 40... «Esta caja –explica David– se la compré al dueño de Gaseosas La Pitusa. Estaba hecha pedazos. Porque a mí lo que me gusta es restaurar las cosas, darle vida a lo que ya no tiene».

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David Martínez bajando al sótano de El Boliche, la quintilla de Luis García Montero y un viejo cartel de cervezas Alhambra. PEPE MARÍN

Las vitrinas del Boliche están repletas de pequeñas curiosidades: revistas de los años 50, un carnet del Granada CF de 1959, el libro para aprender a conducir del 60, placas que se ponían a las bicicletas para demostrar que había pagado el impuesto de rodaje, cajas de Optalidón, «la medicina que estaba en todos los bares»... Y fotos, muchas fotos. Desde una imagen de Lorca y Buñuel en moto, en la feria de Madrid, hasta fotos de amigos como Enrique Villar Yebra, José Antonio García, Mariano Maresca o Luis García Montero, que incluso dejó esta quintilla clavada en la pared: «Este Boliche de noche, estos jardines de amor, esta cocina primor, este David con su coche, esta cuenta con dolor».

De vuelta a la Harley Davidson Flathead, David abre los brazos y termina la visita guiada. «La dirección de esta moto era la Casa de Pilatos, en Sevilla, el palacio donde vivió el duque de Feria... Tampoco ha variado tanto ¿no? Del Pilatos al Boliche –ríe–. La leyenda continúa».

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