Un paisaje de vega y secaderos
El abandono del cultivo del tabaco pone en peligro a estos símbolos de una época dorada de la Vega y de Granada
Domingo, 1 de noviembre 2020, 01:12
La antigua Carretera de Granada, en Cúllar Vega, está flanqueada por secaderos. Vigilan las plantaciones de ajo o espárragos que han sustituido al cultivo ... del tabaco, planta que trajo riqueza a esta Vega y a la provincia a principios del siglo XX. Dicen que el destino del tabaco está sentenciado desde hace años. Según SAT Tabacos Granada la superficie que actualmente se dedica a su cultivo es de aproximadamente 45 hectáreas. En los años cuarenta del pasado siglo XX, Granada llegó a producir casi la mitad del tabaco español con hasta cinco mil hectáreas dedicadas a su producción. «No conozco ningún agricultor joven que esté cultivando tabaco. Los jóvenes se están adaptando a los nuevos tiempos y el tabaco se está quedando, no en un segundo ni en un tercer plano, sino en un cuarto o un quinto» explica Juan García, agricultor de Cúllar Vega. «Además, no hay muchos secaderos disponibles» y con el cultivo del tabaco en declive, estos espacios van poco a poco desapareciendo.
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El viento se llevó hace unos meses uno de los secaderos de Juan. Estos días seca su cosecha en tres, dos de ellos, llamados 'de palo', se los prestan compañeros agricultores del pueblo, «estos de cañas tienen sus años pero son los que mejor secan el tabaco y mejor color dan». Fabricados con retales de materiales como cortezas de chopos, trozos de chapa, cañas o cualquier cosa que sirva para cortar el aire, los agricultores aprovechan al máximo los mínimos recursos que tienen cerca para conseguir las condiciones de humedad y ventilación óptimas para el secado de las hojas del tabaco. Además, explica Juan, «es una construcción integrada en la Vega. No tiene hormigón, es una estructura de palos que se apoyan los unos sobre los otros, si se desmonta, se queda la tierra y sobre ella se puede cultivar, continúa Juan que cuanto se quedó sin el suyo, continuó labrando en ese espacio. «La tierra está un poco fría de años sin cultivar, le he echado un poco de estiércol y al segundo o tercer año ha acabado por responder», explica.
Tipos de secaderos
Con el tiempo, las técnicas de construcción se perfeccionaron. El ladrillo y el hormigón sustituyeron a los palos y las cañas, materiales que confieren mayor resistencia y durabilidad frente a los agentes exteriores. Hoy aún salpican la Vega, en Santa Fe, Albolote, Fuensanta, El Chaparral o Láchar, como testigos del «último gran hito de la agricultura granadina» (Luis González Ruiz, Origen y desarrollo del cultivo del tabaco en la provincia de Granada (1870-1960).
Uno de los secaderos de ladrillo, quizás el más grande de la Vega, está en Purchil. Construido en ladrillo hueco y vigas de hormigón y dividido en veintiún pórticos, de dos vanos cada uno, presenta una robustez poco habitual en estas construcciones.
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Otro ejemplo es el conjunto de secaderos de esmerada construcción y grandes dimensiones que se conserva en Peñuelas, revestido de piezas de hormigón prefabricado son para Juan G. Nofuentes, profesor de la Escuela de Arquitectura de Granada y autor de la tesis doctoral 'Los secaderos de tabaco en la Vega de Granada: Una indagación gráfica', «un paisaje único en el mundo».
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Es muy difícil calcular el número de secaderos que queda en pie. En SAT Tabacos Granada calculan que unos 250 pero en la Vega llegó a haber cerca de tres mil. En la mitad no se cuelga tabaco desde hace una década. «Los secaderos son el idioma con el que la población granadina mantuvo un diálogo completo con la producción que le ofrecía la naturaleza». Continúa el profesor Nofuentes. Lo dice paseando entre los pasillos que forma el conjunto de secaderos de Peñuelas . Aún cuelgan cuerdas de sus techos que recuerdan que no hace mucho tiempo, donde ahora vuelan las palomas y se amontona la basura, colgaron hojas de tabaco, «son el origen embrionario de la arquitectura industrial».
Algunos secadero de ladrillo han encontrado otra vida como naves industriales, almacenes, guarderías, pubs o restaurantes salvándose así del abandono. «Los que están en suelo urbano no pierden valor incluso se han recalificado como suelo urbano y su valor lo marca el solar en el que se levanta» explica Juan García tabaquero desde los veinte años, como antes lo fue su padre. Pero los de palo, que están en medio de la Vega, solo sirven para secar tabaco y son más difíciles de mantener. El tiempo y las condiciones meteorológicas acabarán con ellos. Si no se cultiva, desaparecerán. Sin ayudas, los secaderos están abandonados a la suerte del tiempo.
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La revisión catastral los cataloga como almacén lo que hace que el IBI suba. Al producirse esta subida, algunos propietarios decidieron derribarlos. Por eso municipios como Cúllar Vega ofrecieron una subvención para su mantenimiento. Llevan tres años consecutivos convocándola: «No se entiende Cúllar Vega sin su Vega ni la Vega sin sus secaderos, explica Jorge Sánchez el alcalde del municipio que, como muchos vecinos, también ganó algún que otro jornal recogiendo tabaco. Por eso queremos remover la conciencia de la gente. Aparte de la protección de la Vega hay una historia y estos secaderos son sus testigos»
«Tampoco se trata de ser nostálgicos», explica Juan García, «no sabemos si el año que viene sembraremos o no pero no soy pesimista. Aunque los agricultores a veces somos un poco llorones tenemos espíritu emprendedor y nos adaptamos. Esta Vega es muy rica. El tabaco se ha sustituido por el espárrago que da más rentabilidad. Ahora también cultivamos ajo e incluso se está probando alguna hortaliza 'exótica' como el bimi. «Conociendo los tiempos aquí se puede labrar cualquier producto».
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Pero estas construcciones ya forman parte fundamental del paisaje de la Vega. Para Juan G. Nofuentes la falta de una factoría de ficción de reúna «los relatos sociales, económicos o humanos, relatos que no tengan que ver directamente con el cultivo del tabaco, pero sí con la época, con la sociedad, con la etapa cultural y económica del cultivo», conseguiría que este paisaje privilegiado no desaparezca. «Sería como hablar de la literatura gauchesca en Argentina o los campos de Castilla que nos llevan hacia un territorio marcado por la serenidad ralentización de la vida que leímos en Antonio Machado».
El ciclo del tabaco
Juan García mide en varas su secaderos y prefiere hablar de marjales a contar las hectáreas que tiene dedicadas al tabaco o a los cereales. En esta epoca el trabajo le da una tregua, antes de ponerse a plantar habas. En agosto recogió la cosecha de tabaco y desde entonces las hojas cuelgan de las vigas del secadero donde permaneceran hasta dentro de unos días, sobre finales de octubre y primeros de noviembre. Si hace buen tiempo y la vena se ha rendido, podrá empezar a quitarles la hoja.
«Este año la cosecha no está mal, pero el año pasado estuvo mejor. Pesó el tabaco más y las hojas eran más grandes. Este año ha hecho más calor. Pero tampoco ha sido un año malo», explica este argricultor que sí ve cierto romanticismo en continuar con su ofico de tabaquero aunque reconoce que no sabe lo que hará el año que viene «es posible que no plante más tabaco».
A finales de abril, primeros de mayo comienza su cultivo. Es un producto que crece rápido en apenas dos meses pasará de tener unos 15 centímetros a casi dos metros. A finales del verano tiene el tamaño apropiado y se cosecha. De ahí va al secadero.
Se cuelgan boca a bajo con las matas una debajo de la otra. Los de palo, que no tienen mucha altura, tienen 3 matas. Las hojas se dividen en tres partes, baja, media y alta. Cada piso tiene una calidad distinta, una nicotina y texturas diferentes. El tabaco que se cultiva en esta Vega es de la variedad Burley. Se prensa, para reducir su volumen y se manda a Bulgaria donde se procesa el tabaco que se produce en la provincia.
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