Granada encadenará otra media cosecha de aceituna con 383 millones de pérdidas
Las cooperativas estiman ya una caída media de producción del 51,5% lo que supondrá una ruina social para una treintena de pueblos olivareros
Si alguien sabe lo que es sufrir son los olivareros andaluces, que han tenido años negros como el de la sequía del 95 o los ... más recientes de las tractoradas, justo antes de la pandemia, cuando el precio del aceite se desplomó al suelo. Pero esta vez, el sector del aceite de oliva se enfrenta a un escenario inédito y más desolador que nunca. Por primera vez en la historia van a encadenar dos campañas consecutivas nefastas, con producciones muy cortas por culpa de la sequía. El pasado año, la cosecha andaluza fue la peor en quince años con una caída de producción del 55% con respecto a una campaña media, lo que ha disparado el litro de aceite a sus máximos históricos. Las expectativas de la campaña 2023/24, que comenzará en octubre, no son mucho mejores y la previsión de que falte aceite mantiene encendidas las alarmas en los mercados, con el litro de AOVE instalado en los nueve euros en el supermercado.
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El calor inusual que se vivió en Granada en el pasado mes de abril, con temperaturas propias del verano, llegó en el peor momento posible para el olivo, el de la eclosión de la flor. El aire caliente frió las flores que no han llegado a cuajar, por lo que en miles de fincas la aceituna está totalmente perdida.
La esperanza
Aún queda la esperanza de que llueva en otoño y de que los privilegiados que han salvado parte de la cosecha y aún tiene aceituna en los árboles puedan mejorar la producción. Las cuentas definitivas se conocerán dentro de un mes, cuando la Junta de Andalucía publique su aforo oficial del aceite de oliva, pero a pie de campo se asume ya que, aunque haya un pequeño margen para la esperanza, la situación no va a mejorar de forma diferencial. El aforo realizado por los técnicos de Cooperativas Agroalimentarias, absolutamente fidedigno porque las fincas de sus socios aglutinan el 70% de la producción de Granada, estima que la campaña 2023/2024 tendrá una producción de tan sólo 56.500 toneladas de aceite, una cantidad similar a la del año anterior. Es decir, una cosecha un 51,5% menor que la media de las últimas cinco campañas en la provincia.
En concreto, las cooperativas sufrirán un descenso de producción de unas 42.000 toneladas de aceite, con respecto a la media de los últimos cinco años. Esta merma de kilos de aceituna se traduce en unas pérdidas económicas de 351,4 millones de euros en la provincia de Granada, según la valoración adelantada a IDEAL por Cooperativas Agroalimentarias. De esta cantidad, 246 millones los soportará el sector cooperativo. A las pérdidas en ventas del aceite, hay que sumar el impacto en el empleo. El pasado año, la campaña de recolección sostuvo tan solo cinco millones de jornales, cuando la media de las últimas campañas era de 8,1 millones. Los cálculos de Cooperativas Agroalimentarias certifican que la nueva campaña volverá a ser desastrosa en este sentido.
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Pérdida de jornales
Tan solo en la recolección, en el caso de la provincia se prevé una caída de 526.500 jornales en la próxima campaña, de los que más de 17.000 jornales se perderán en el sector industrial, en las almazaras cooperativas. Estas jornadas que no cobrarán, porque no hay aceituna que recoger, supondrán 31,6 millones de euros menos en los bolsillos de centenares de empleados de los pueblos olivareros.
Los ingresos que van a perder los productores y los salarios que no se van a pagar suman 383 millones de euros que van a dejar de moverse y que harán tambalearse los cimientos de 34 municipios de la provincia que tienen la aceituna como pilar de su economía.
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«Para un pueblo como el nuestro, Algarinejo, que depende en un 90% del olivar esto es un desastre. Son dos años consecutivos en los que los productores han percibido un 40% de ingresos mientras que se mantienen todos los gastos, excepto la recogida», comenta el representante sectorial del aceite de oliva en Cooperativas Agro-alimentarias Granada, Rafael Almirón. El que haya salvado media cosecha compensará por el alto precio, pero a la gran mayoría no le van a salir las cuentas. No tienen aceituna que vender. «La lluvia de mayo y junio sirvió al menos para evitar que los árboles se secaran, porque el problema ya no era solo la cosecha sino la supervivencia de miles de olivos. La situación es grave y extrema», apunta el director de Dcoop, Rafael Sánchez Puerta. «El año pasado muchos productores se quedaron a cero en las zonas de secano y este año están igual. Siempre les toca a los mismos. Tenemos un gran reto de futuro para dar estabilidad a la producción, es necesaria una política que fomente el aumento de regadío en el olivar con las posibilidades que tenemos», opina.
«Debemos aprender y guardar aceite cuando cae a dos euros para no llegar a este punto dramático»
La garrafa de cinco litros de aceite de oliva virgen extra, de la marca Alcocei que se vendía a 18 euros en 2019, cuesta ahora 42 euros. Y esto directamente en la cooperativa, Aceites Algarinejo Orodeal. En las marcas del supermercado el precio sube aún más. «Desde mayo la garrafa el precio ha subido diez euros. Esto es una pena, con todos los sacrificios que hemos hecho para consolidar el consumo de aceite de oliva de calidad», reflexiona el representante del sector del Aceite en Cooperativas, Rafael Almirón. Un situación desastrosa de la que, a juicio de Almirón, hay que sacar lecciones. «Lo que espero es que de esta aprendemos todos, el sector y nuestros políticos. Los años en los que haya excedentes hay que guardar stock, para que luego podamos soportar turbulencias como estas y que no se dispare el precio a este nivel de locura», sentencia. Totalmente de acuerdo con su colega está el gerente de la Cooperativa San Sebastián de Benalúa de las Villas, Eduardo Valverde, que recuerda que el aceite es muy volátil «porque tres partes del precio son expectativas». «Venimos arrastrando un campaña de 2023 mala y la próxima aunque esté un poco mejor, porque las lluvias puede ayudar bastante, sigue siendo corta por lo que vamos a jugar con el miedo y las expectativas», comenta. Será el agua del invierno la que sentencie si el precio se mantiene por las nubes o si empieza a relajarse. «El bajón de consumo se nota pero aunque pensábamos que el mercado se iba a deteriorar mucho más. No se puede jugar con la suerte ni machacar a los clientes, hay que aprender de cara al futuro», insiste. En este sentido apuesta por almacenar producto para poder regular el mercado: «Los años en los que el precio del litro del aceite cae a dos euros toca guardar y tener una reserva estratégica. Así no tendríamos que tener esta situación dramática actual de precios».
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