La capital comienza a disminuir su población progresivamente este mes de julio. IDEAL

Granada, un desierto sin estudiantes

Los bares y comercios de las zonas de más población juvenil sufren las consecuencias del vacío que dejan los universitarios con el retorno a sus hogares en verano

Leticia M. Cano

Lunes, 15 de julio 2024, 23:43

Las palomas campan a sus anchas en la plaza. Nadie las ahuyenta con el paso rápido del que llega tarde a clase. Los bancos están ... vacíos. No hay reuniones de amigos resacosos que tratan de recordar las anécdotas de lo que sucedió la noche anterior por Pedro Antonio. En la puerta de la facultad se puede escuchar el trinar de los pájaros, aunque también hay algún que otro susurro de fondo del que recita el tema una y otra vez antes de entrar al que, con suerte, será el último examen del curso. El ruido de las maletas de los que por fin vuelven a casa es lo único que irrumpe, solo en ocasiones, la tranquilidad de las calles de la provincia.

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Granada, la ciudad que por excelencia los universitarios eligen para cursar sus estudios, se vacía lentamente. Los primeros en marcharse fueron los más estudiosos, suertudos o espabilados que aprobaron la primera convocatoria y dejaron atrás a 'los extraordinarios'. «Nos llamamos así porque vamos a la convocatoria extraordinaria que es en julio», cuenta Juan mientras espera ansioso su vuelta a casa.

No todos tienen las mismas ganas de que los estudiantes se marchen. Los hosteleros y los comercios cercanos a las facultades sufren las consecuencias de su ausencia. «Vivimos de los estudiantes y si se van, no facturamos», explican los dueños. Las copisterías de Gonzalo Gallas incluso se han puesto de acuerdo para cerrar durante las tardes de julio ante la carencia de estudiantes y algunos hosteleros han decidido tomarse unas vacaciones durante esta temporada aprovechando que los clientes y las ventas disminuyen.

Mari Carmen, Regina y Paqui pasean más tranquilas de lo habitual por el entorno de la facultad de Ciencias. «Granada es un desierto cuando no hay estudiantes», explica la primera de ellas. «Se nota mucho su ausencia, hay menos vida», añade Paqui. Como vecinas del barrio afirman que los universitarios y los residentes suelen tener buena relación, pero hay excepciones. «Un año incluso tiraron papel ardiendo por el patio de mi edificio», añade Mari Carmen con seriedad.

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Laura, barrendera desde hace «muchos años», ve un poco de luz ante esta circunstancia. «Se nota que hay menos estudiantes, hay mucha menos suciedad», afirma con una media sonrisa. Otras de las ventajas que los vecinos han encontrado es que el transporte público está menos concurrido. «Al menos ahora tenemos un poco de espacio para respirar, antes era complicado aun evitando las horas punta», explica uno de los viajeros del autobús. Para los demás, todo son inconvenientes. «Ahora ni desayunos, ni cervecitas, ni meriendas», cuenta el dueño de una de las cafeterías que se encuentra en la plaza de la Universidad, cerca de la facultad de Derecho.

A mediados de julio, solo pasean por Granada nuevos universitarios en busca de piso y turistas medio desorientados que visitan la ciudad. «Esta zona es muy tranquila», comenta Sandra, que quiere un piso para su hijo. Sin embargo, tiene que conformarse con «cualquier cosa». «Los estudiantes lo están pasando verdaderamente mal porque solo hay pisos turísticos y los precios están desorbitados», afirma Clara, agente inmobiliario.

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Los meses de calor han llegado y con ellos la marcha de los estudiantes. Cierran bibliotecas, aulas de estudio, cafeterías y comercios. La ciudad se queda vacía. Granada se ha quedado sin estudiantes y ahora solo queda esperar a septiembre para que pueda recuperar su vida.

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