La calima obligó a abanicarse en el centro del Granada. RAMÓN L. PÉREZ

Granada, ante una calima asfixiante

Las comarcas de Guadix-Baza y la Cuenca del Genil se encuentran este viernes en riesgo, ambas en alerta naranja

Leticia M. Cano

Jueves, 18 de julio 2024, 20:37

El asfalto echa humo. De fondo se puede escuchar la banda sonora característica del verano. Las cigarras y los pájaros crean una sinfonía natural, que ... cuando llega el mediodía se va opacando con el sonido del aire acondicionado. Los valientes que salen a la calle pasean por la sombra esquivando las gotas que puedan caerles desde los aparatos que cuelgan en las fachadas de los edificios. Los charcos que crean en el suelo los delatan, pero a veces es inevitable. Un despiste y ¡pum! Una gota en la cabeza. Frescor y asco. Una mezcla de sentimientos.

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Los movimientos son acelerados, cortos y repetitivos. La melena «al viento» del abanico o folleto –cualquier cosa sirve–, pero un viento caliente crea dudas sobre si su utilización puede llegar a ser un buen remedio. Las manos pasan por la frente y retiran las gotas de sudor que caen sin parar. Las camisas, medio desabrochadas. Se despegan del cuerpo con un pequeño pellizco hacia fuera.

Las gorras y sombreros evitan el sol en la cara, pero la nuca y los hombros siempre acaban quedando en el olvido. El agua que cae de las fuentes al principio solo sirve para un buen té caliente y la botella de agua fría solo se mantiene así durante cinco minutos. Los granadinos y turistas que pasean por la ciudad lo hacen a primera hora de la mañana. Con el paso de las horas las temperaturas aumentan y el gentío disminuye. Los 35 grados que hay a las 12.30 horas ahuyentan a la gente que se refugia en la sombra, bares o tiendas. Los bancos que quedan bajo los árboles –que parecen estatuas– están ocupados y los que quedan bajo el sol están que arden. La ciudad se encuentra en alerta naranja con la llegada de la primera ola de calor del verano. Las máximas han superado los 35 grados en catorce de los 18 días de julio.

Las comarcas de Guadix, Baza y la Cuenca del Genil se encuentran en riesgo este viernes, ambas con una alerta naranja. La temperatura máxima media en los primeros 17 días ha sido de 36,9 grados, mientras que la mínima ha estado en 16,1 grados. Respecto al año anterior, las temperaturas son más bajas.

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A pesar de que el sol no da de lleno, el ambiente es asfixiante. Cuando se esconde entre las nubes, que cubren algunas partes del cielo, sirve como un respiro para todos los viandantes, pero no les sucede igual a los trabajadores. «Nosotros no paramos, no tenemos tiempo ni para respirar», cuenta una camarera que agradece que su terraza siempre esté llena a pesar de las altas temperaturas. Sus clientes no paran de beber y ella da un sinfín de paseos para llevar y traer más de un tinto y cervezas fresquitas.

Mientras tanto, los turistas pasean por la ciudad con coloretes en sus mejillas y ventiladores de mano con los que no consiguen sofocar el bochorno. «No estoy acostumbrada a pasar tanto calor», cuenta una londinense que se encuentra frente a Marta y José. Ellos están algo más acostumbrados. Cada día descansan en un banco frente a la Fuente de las Batallas. Llevan toda una vida en la ciudad.

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«Otras veces ha sido peor, pero aún así, estoy sudando», cuenta José. A Marta le encanta la calle y aunque pase un «poquito de calor», su paseo matutino le «da la vida». Pero lo que ella tiene claro es que cuando vuelva a casa tomará algo fresquito. «Nada de pucheros que con este tiempo…», añade Marta entre risas.

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