«Mucha gente quiere vivir en el Realejo y no puede»
Vecinos y comerciantes del barrio exigen una regularización de estas viviendas, que han disparado los precios de los alquileres
Sara Bárcena
Sábado, 6 de mayo 2023
En Granada llega el calor y todos se van… Excepto los turistas. Ellos van y vienen durante todo el año, independientemente de la temporada. El ... turismo beneficia a la ciudad en muchos aspectos, pero también acarrea problemas que afectan directamente a los vecinos de toda la vida. Está pasando en el Realejo, el barrio que más pisos turísticos acumula por metro cuadrado. Basta con dar un paseo por sus calles para comprobar que en casi todos los portales, junto al portero automático, hay una, dos, tres e incluso más cajetillas que, mediante un código o tarjeta, permiten el acceso al interior. De esta manera, los propietarios evitan el contacto directo con sus clientes.
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Los vecinos del barrio se quejan a menudo del ruido, de la suciedad y del constante rodar de las maletas por el empedrado que vienen de regalo con la entrada y salida de turistas, aunque esto último «se puede sobrellevar». O eso piensa Ángel Gómez, que lleva toda su vida viviendo en el Realejo. El otro día, en uno de sus paseos matutinos por la calle Molinos, compartió con este periódico cuál es el verdadero problema: «Mucha gente quiere vivir aquí y no puede porque solo hay pisos turísticos».
En este barrio están el Centro de Lenguas Modernas y la Escuela de Arquitectura de la UGR, lo que implica una demanda importante de viviendas, pero la gente no encuentra dónde vivir. La mayor parte de los edificios antiguos se están rehabilitando como pisos turísticos, algo que «está afectando bastante a los alquileres». «Es una pena. Incluso los autóctonos de aquí tienen que marcharse por los precios», lamentó Ángel.
Esa misma mañana, en esa misma calle, Paco Cordones no daba abasto en su cafetería. Eran las once en punto, hora del café. Los clientes lo saludaban. Él los conocía a todos, por supuesto. Así es la vida de barrio. Como vecino, a Paco, que se considera «greñúo por los cuatro costados», le gustaría que no hubiera tanta «gente de fuera». Según él, la vida de un barrio es la gente que está, que vive en el barrio. «Me interesa que pongan tiendas, que contribuyan a los negocios locales, ir a por la leche que le falta al niño, al panadero, a la frutería… Es lo que hace la vida», aseguró.
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Sin embargo, como comerciante, que haya turistas le resulta «interesante». «Mucha gente viene a Granada, pernocta dos o tres noches y desayuna en la cafetería. Muchas familias con niños, que si el colacao, que si el croissant… Para mi local es muy agradable», admitió Paco. Aun así, reconoce las consecuencias. «Los pisos turísticos generan trabajo, gestión, limpiadoras, electricistas y demás, pero también cosas que no son atractivas para un barrio. El peligro es que el Realejo se convierta en un parque temático, como el Albaicín».
No muy lejos de la calle Molinos, en la plaza de los Campos, Luisa leía tranquilamente IDEAL, mientras esperaba su café y una tostada. Vecina del Realejo de toda la vida, se considera «pro-turismo, pro-ciudad, pro-enriquecimiento». «De esto vive mucha gente, así que yo no estoy en contra de que vengan a conocer el patrimonio de Granada, pero nos ha perjudicado», comentó. Para ella, «el follón es tremendo». «Estás en una terraza, en un sitio tranquilo, y a cualquier hora oyes las ruedas de las maletas. Y cuando vienen despedidas de solteros es una locura», apuntó la mujer.
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Un sorbo más al café y Luisa dio con la solución: que haya más inspectores, más control por parte del Ayuntamiento. «¿Qué escoges? ¿Que se enriquezca la ciudad o que se pierda la esencia del barrio? Hay negocios que viven de esto, cada vez más, pero hay que vigilar que los apartamentos estén legalizados, regular su situación. Tampoco estaría mal implantar una tasa turística», propuso.
Limitar el número de pisos
Para María, propietaria y receptiva, lo ideal sería limitar el número de pisos turísticos por edificio. «Se ha hecho en ciudades como San Sebastián, donde solo se permite una vivienda de este tipo por bloque. Habría que hacer lo mismo aquí», insinuó. Al igual que Luisa, cree que el Ayuntamiento tiene «responsabilidad» ante esta situación. «El barrio está vacío, vivimos ya cuatro vecinos, muchos mayores. La mayoría son turistas y los propietarios ni se preocupan por recibirlos. Ellos meten el código y entran en la casa, y a veces vienen unos perlas que no respetan nada», se quejó.
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El goteo constante de turistas genera «mucha ansiedad» y «desesperación» entre los vecinos del Realejo, que cada día ven cómo su barrio se va transformando en un lugar de paso, sucio y ruidoso, en el que cada vez hay menos personas viviendo y también, menos servicios. La regularización de los pisos turísticos -y de los alquileres- es algo fundamental para ellos, para que nadie tenga que marcharse y para que quien quiera vivir allí pueda hacerlo. Para que no se pierda su esencia, su vida de barrio.
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