El fiasco del microclima prometido
Una investigación del Ifapa de Granada demuestra la ineficacia de los protectores microclimáticos en repoblación forestal y revela que el uso de plantones de vivero no produce más encinas que la siembra directa de bellotas
Inés Gallastegui
Granada
Miércoles, 26 de febrero 2025
Los protectores microclimáticos no crean un microclima y el uso de plantones de invernadero no garantiza el crecimiento de más árboles que la siembra directa ... de semillas. Son dos de las conclusiones de una reciente investigación llevada a cabo en el Instituto de Investigación y Formación Agraria, Pesquera, Alimentaria y de la Producción Ecológica (Ifapa) de la Junta de Andalucía en Granada.
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Los investigadores, que han publicado su trabajo en la revista 'Journal of Environmental Management', plantaron 600 bellotas y 300 plántulas de encina procedentes de vivero en sus instalaciones en el Camino de Purchil y las sometieron a diferentes condiciones: algunas con protectores microclimáticos –estructuras que se colocan alrededor de la semilla o la planta para protegerla del sol directo y concentrar la humedad– y otras, sin ellos. Y al cabo de cinco años han concluido que no hay grandes diferencias en la supervivencia de unos y otros grupos.
El investigador Francisco Bruno Navarro explica que se aplicaron a las plantas distintos tipos de protectores: algunos de tipo comercial –tubos plásticos cerrados– y otros fabricados por ellos mismos: tubos con malla, corteza de corcho natural y tejas. Un grupo de plantas y semillas se dejó sin protección.
Los tubos cerrados tuvieron éxito en un solo aspecto: aumentar un 22% la tasa de emergencia de las bellotas sembradas. Sin embargo, las plantas que crecieron de ellas sufrieron la escasez de luz, se desarrollaron especialmente espigadas y muchas terminaron tronchadas, por lo que a la larga su supervivencia fue similar al resto de los grupos.
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Los protectores microclimáticos empezaron a utilizarse en el mundo anglosajón en los años setenta y han conocido un gran desarrollo en todo el mundo, especialmente en el sector agrícola. Sin embargo, este estudio cuestiona su utilidad en una especie forestal como el 'Quercus ilex'. «Las encinas son tolerantes a la sombra y crecen bien, por ejemplo, en los pinares. Se pensaba que necesitaban sombreo y protección, pero hemos visto que pueden crecer a pleno sol y no les perjudica. Es un gasto innecesario», explica Navarro.
La opción más sencilla
Para los investigadores, otra de las conclusiones más llamativas del estudio es que no hay una gran diferencia en la tasa de supervivencia entre la plantación de plántulas de invernadero y la siembra directa de semillas. El primer grupo alcanzó una supervivencia mayor –cercana al 90%–, pero en gran medida porque algunas de las bellotas del segundo grupo no emergieron; entre las que brotaron, la supervivencia fue mayor a la del otro grupo.
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En resumen: la solución más sencilla, barata y rápida es la mejor. Navarro señala que esto tiene implicaciones importantes en las grandes repoblaciones de las dehesas de encinas –un paisaje en regresión en Andalucía por la constante muerte de árboles y la falta de regeneración–, donde el coste de las plantas y los protectores comerciales puede ser muy alto. Y además porque la siembra directa de bellotas facilita la resiliencia de las raíces –que nacen ya adaptadas a las condiciones del suelo–, evita la contaminación de la tierra con patógenos procedentes de los viveros y previene que los plásticos de los protectores terminen en el medio ambiente.
«Las encinas son tolerantes a la sombra, pero pueden crecer a pleno sol»
Eso sí, señala el biólogo, factores como la calidad y el peso de las bellotas, la fertilidad de los árboles madre y la adecuada preparación y cuidado del suelo sí tienen un impacto importante en la germinación, supervivencia y desarrollo de las semillas. La falta de emergencia de algunas bellotas, señala, se puede resolver fácilmente y con poco coste añadido sembrando más de una por cada punto de siembra.
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Dieta para animales
Navarro matiza que estos resultados son interesantes para la repoblación de dehesas de encinas, y en particular para los propietarios privados, ya que la administración pública apenas realiza ya este tipo de reforestaciones. En ese sentido, confía en que su investigación sirva para guiar los programas de ayuda de la Consejería de Medio Ambiente, dirigidos sobre todo a las dehesas del interior de Andalucía, en las provincias de Jaén, Córdoba y Cádiz, y beneficie también al sector ganadero, ya que las bellotas son un alimento crucial para el cerdo ibérico y otras cabañas.
«En determinados sitios, la siembra no es la panacea, porque hay una elevada depredación de roedores»
No obstante, afirma, sus resultados son aplicables a reforestaciones de encinas, robles, quejigos y alcornoques del área mediterránea en general, incluidas las de montaña, presentes en Sierra Nevada y otros montes de la provincia de Granada.
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También advierte de que, en algunas zonas, las semillas y las plantas son vulnerables al ataque de animales. Por un lado, silvestres, como ratones, conejos, jabalíes, ciervos y aves. «En determinados sitios, la siembra no es la panacea, porque hay una elevada depredación de roedores», explica. Por otro, el ganado –cabras, ovejas, cerdos y vacas–, ya que muchos propietarios no pueden permitirse el cierre de las dehesas al pastoreo hasta que los árboles alcanzan la altura suficiente. En este sentido, en caso de optar por la instalación de protectores, es preferible que sean de malla metálica y con la altura necesaria para el tipo de herbívoro que represente una amenaza en cada zona.
Junto a Francisco B. Navarro, firman el artículo, titulado 'Efectos microclimáticos de los protectores arbóreos en el desarrollo temprano y la resiliencia de bellotas sembradas frente a plántulas', las investigadores de los centros Ifapa de Granada e Hinojosa del Duque (Córdoba) y la Universidad de Granada María Ángeles Ripoll, María Dolores Carbonero y Noelia Jiménez. La investigación ha sido financiada por el Ifapa y fondos Feder.
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