Tortas, acerolas y la primera visita a la Patrona
La salida procesional es el momento escogido por muchas familias para presentar la imagen a los recién nacidos, en un día de calles repletas en el Centro
Unos cojines de damasco de seda y los bordados del antiguo estandarte del cuerpo de horquilleros son algunos de los estrenos que luce este domingo ... la Patrona. Presentados hace una semana por la cofradía, las piezas llamaron la atención de los cofrades de Granada, que pasaron esta semana por el templo para conocerlas de cerca.
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Hugo tiene seis meses y también congrega multitudes. En la puerta de la basílica, no son pocos los que se paran a contemplar al chiquillo, vestido con un batín blanco, en brazos de su madre. «Es muy bebé, sí, pero queríamos que viviera esto también con nosotros», cuenta Sonia. Su primer día con la Patrona arrancó temprano, aunque eso es lo habitual. «No es de los que duermen, no», añade el padre con media sonrisa.
Con otros familiares, llegó al Centro para disfrutar de una jornada que es muy especial para todos ellos. «Venimos todos los años. Tenemos una gran devoción por la Virgen por mi abuela, que es la que nos lo ha inculcado. Ellas está en nuestro día a día», dice Sonia algo emocionada.
Hace unos instantes han entrado en el templo, que estaba celebrando misa previa a la salida procesional, y se han acercado hasta el lateral del altar. Allí es donde aguarda el paso la hora definitiva en que la Virgen de las Angustias se vuelve a reencontrar con Granada. Hugo, cuentan sus padres, ha mirado al paso en un momento que describen como «muy especial». «Se ha puesto a mirar la luz, los colores, las flores... Tampoco mucho más. Es muy pequeño todavía. Ya tendrá tiempo», asegura el padre.
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Al salir, como ha comprobado este periódico, se han cruzado con otros padres que también llevaban a sus pequeños al interior para presentarles a la Virgen. «Esta no es una devoción solo de mayores», dice uno de los amigos de la familia. Solo basta dar una vuelta para confirmarlo. En la cola se entremezclan carritos de bebé y niños cogidos de la mano de sus familiares que, sin saberlo, dan continuación a una tradición de siglos. Hugo bosteza y despierta la admiración del grupo que le rodea. «Ya está cansado. Es normal. Llevamos toda la mañana...», sonríe la madre. Con un gesto, se despiden y todos ellos marchan a buscar acomodo mientras llega la hora de la salida. Hugo, dormido o despierto, estará también, por supuesto. Él y muchos como él son los otros estrenos de una Virgen de las Angustias que no entiende de edades.
A rebosar
La de Hugo es una de las historias que dan color a un día en el que la ciudad brilla más allá de la propia procesión. Es media mañana y la capital ya no se contiene. Desde la Fuente de las Granadas a la de las Batallas, un reguero nervioso de personas, una gigantesca cola que serpentea entre las vallas y se ramifica hasta las terrazas de las cafeterías, los comercios y el templo. En la esquina del Humilladero, las gitanas ofrecen velas a los devotos. Son blancas como la leche y el grosor varía, entre dos y tres dedos, en función del precio. Las de 2 euros, las más baratas, vuelan. Se las llevan muchos envueltas en un papel fino y gris como el de los periódicos mientras las vendedoras guardan las monedas rápidamente en riñoneras sin dejar de cantar el producto. «Velas, velas, velas, velas».
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La calor de la mano hace que algunas se doblen durante la espera para entrar en la iglesia. Aguardar allí para ver a la Virgen es casi como hacer un viaje por los confines de la provincia. Las conversaciones delatan. Hay vocales abiertas de Loja y ceceos que solo pueden ser de Salar. Hay 'eses' que suenan como las de los labradores de Montejícar. A alguien se le escapa un 'acho' y es como si dijese «hola, soy de la Puebla de Don Fadrique o de Huéscar». Que la devoción no es cosa solo de la capital, sino que se extiende por toda Granada es algo que se entiende muy bien aquí.
A mediodía, campanas. Los devotos entran al templo sin parar mientras arranca la misa. Alguien ha tenido la previsión de despejar la nave, que ahora ocupa una masa enorme que busca a la Virgen. La imagen, con su hijo siempre en brazos, aguarda la hora cerca del altar mientras le canta el coro de Íllora. Aunque los carteles advierten de que no deben hacerse fotografías en este momento, las pantallas ascienden y descienden en un movimiento hipnótico. ¿Quién se atreve a frenar este amor? Un rezo rápido y salen. Muchos vuelven los ojos a la Patrona antes de salir a la luz. Es un gesto como el que se haría con un amigo. «Te veo luego», dice.
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Frutas de otoño
Del recogimiento al bullicio, 300 metros. En la Fuente de las Batallas no cabe un alfiler. Las tiendas de las cofradías son un corazón palpitante de granadinos que vienen a comprar torta de la Virgen y se marchan. Sístole y diástole de azúcar. Los precios estaban igualados días atrás, pero ahora, cuando quedan apenas unas horas, ya hay diferencias. Van desde los 8 a los 14 euros en función del tamaño del pastel. La porción se puede comprar entre los 2 y los 3 euros.
La que más cola tiene, que atraviesa el espacio peatonal y casi rodea la fuente, es la de la Panadería Maribel. Sin embargo, las demás no se quedan atrás. Los densos frutos de otoño se los llevan a puñados progenitores que le cuentan a sus hijos que sus padres ya les llevaban allí, como a ellos hoy, a comprar las mismas delicadas acerolas y unas granadas rojas como la sangre. A la hora del almuerzo, la plaza se vacía. También adelgaza la serpiente humana que antes recorría la Carrera de la Virgen de punta a punta. La ciudad se divide ya entre los que buscan una mesa y los que esperan a la Señora. Ya queda nada y Granada no se contiene.
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