Asistentes al acto de homenaje a la familia propietarias del restaurante Torre Bermejas, que cierra a final de este mes. Ramón L. Pérez
La Mirilla

Emoción y mucho cariño en el homenaje a la familia del bar Torres Bermejas

Encarna Ximénez de Cisneros

Viernes, 25 de octubre 2024, 00:25

La historia la contaba, como ella sabe de bien, mi compañera Pilar García-Trevijano. Hablaba del «adiós al mítico bar Torres Bermejas», hablando de un ... negocio, «cuna de los grandes juristas de la ciudad». Y, como ella anunciaba, ayer se celebró una despedida, a lo grande. Lo organizaron Laura Tapia, letrada de la Administración de Justicia de la Sala de lo Social; Fernando Oliet, magistrado, y el también magistrado, Antonio Moreno. Todos del TSJA, vecino de prestigio del establecimiento que, después de cuatro décadas cierra sus puertas a final de mes.

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Había mucho emoción y ojos vidriosos, tanto en Rafael como en Antonio Lombardo, con los que estuve charlando, junto a sus parejas, Pepi Valero y Rosa Fernández, que también tienen que ver en esta historia, al igual que las quince personas que trabajan allí y que, después del cierre «ya tienen trabajo». Me lo contaban junto a Antonio García, secretario general de la Federación de Empresas de Hostelería y Turismo, que también tiene a la vista su merecida jubilación, algo que, comentaban, por mucho que se espere, «produce vértigo».

Allí estaban muchos y buenos amigos, como el presidente de la Audiencia, José Luis López Fuentes; el teniente fiscal, Rogelio Muñoz; el que fuera fiscal jefe del TSJA, Jesús María García Calderón, hoy volcado en su faceta literaria y académica o la secretaria coordinadora de los letrados de la Administración de Justicia, Carlota Gómez. El encuentro era de esos que se convocan con todo el cariño, sin protocolo, sólo con ganas de pasarlo bien, de recordar las mil y una anécdotas que cada cual atesora, y para dar las gracias a una familia que ha sabido regentar algo más que un bar, convirtiéndolo en un «despacho jurídico» de altura.

Acudió el vicedecano del colegio de Abogados, Antonio Mir, más feliz que nunca por el reconocimiento del premio de Honor Justicia Andalucía otorgado, entre otros, a su padre, Fernando Mir, que tampoco faltó a la cita. Y estaba el fiscal decano de Motril, Miguel Ángel Sánchez, y Sacromonte Gómez Montalvo que, entre otros méritos, me contaban, es la regidora del grupo de teatro del colectivo de los abogados. Un colectivo al que también pertenecen Fernando Reyes-Gómez, que me contó la curiosidad de su apellido –único–; o Mariano Vargas, que no es muy dado a este tipo de actos –tampoco sus ocupaciones le dan muchas oportunidades–, que estuvo acompañado de su mujer, Pepa Rubia, que es procuradora.

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Otras caras conocidas a las que pude saludar son Sofía Bravo, que también me contaba una y mil anécdotas del lugar; Manolo Ramírez, ya lo saben, otro prestigioso y galardonado abogado; Jesús Plaza, también del colectivo, aunque muchos le relacionarán con la Peña La Platería; Lourdes Ramos, con la que recordé su época en la política municipal; Carmen Reina, cuánto tiempo sin vernos; José Esteban Sánchez Montoya, que fue presidente del colegio de Graduados Sociales, Antonio Navajas; y Diego Medina, de la Sala de lo Contencioso, hoy ya jubilado. Y muchos más, que se iban incorporando al rato en el que se sentía la cuenta atrás del Torres Bermejas. Hasta el 31, incluido, está abierto. Luego, ya lo saben, la saga continúa, porque abre Puerto Lombardo, junto al Cubo, donde se mudan las sedes judiciales.

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