Estudiantes de la Fundación Marcelino Champagnat, en la faena F. M. Ch.

Educar a los hijos cuando la nevera está vacía

Nuestros Solidarios | Fundación Marcelino Champagnat ·

«La madre abre el monedero y coge los treinta céntimos que le quedan. Calcula que le llega para comprar un tomate»

Carlos Morán

Granada

Lunes, 12 de abril 2021, 00:56

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La madre abre el monedero y coge los treinta céntimos que le quedan. Mira el dinero y calcula que le llega para comprar un tomate. ... Es la verdura preferida de su hijo. Con eso y unos espaguetis donados, tirarán un día más. Viven solos. Del padre hace tiempo que no sabe nada.

La madre prepara la comida para el niño y se va a trabajar. Le espera una jornada de diez o doce horas limpiando casas y cobrará como si solo hubiera hecho tres. Es lo que hay. Antes de la pandemia la situación era un poco mejor –no demasiado–, pero ahora el mercado laboral es una selva.

La madre, que es inmigrante, conoce a alguna vecina que también es empleada de hogar pero tiene un contrato. Pero sabe que es algo extraordinario. No se engaña. Salir de la economía sumergida es una empresa prácticamente imposible. Y lo sabe. Se conforma con que no le falte lo que tiene ahora.

La madre piensa en el hijo y cae en la cuenta de que no le ha pedido las notas. Se le ha olvidado. Se siente culpable y se promete que, en cuanto regrese a casa, comentará con el chiquillo, que estudia quinto de Primaria, las calificaciones escolares. ¡Es tan difícil educar cuando la nevera está vacía!, exclama para sus adentros.

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La madre se llevará una alegría, porque el hijo ha aprobado todo. Es uno de los beneficiarios del programa que la Fundación Marcelino Champagnat –vinculada a los maristas y que cuenta con el apoyo de la Fundación La Caixa– tiene en Granada (de momento, circunscrito al barrio de La Chana) para ayudar a formar a 32 niños que pertenecen a familias que viven en la precariedad. Su objetivo prioritario es tener algo en la despensa y, en consecuencia, carecen del tiempo necesario y de las herramientas para que sus hijos progresen adecuadamente en los estudios y en su conducta.

Prioridad, la formación

Los trabajadores y voluntarios de la organización humanitaria ejercen como unos segundos padres que llegan allí donde los 'titulares' no pueden. «Lo principal para nosotros es que, al menos, acaben la enseñanza obligatoria y aprendan una profesión. Aunque hay algunos que ya han optado por el Bachiller», explica Sara, una de las empleadas de la fundación marista.

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Pero no todo son libros con los jóvenes. «Hay ocasiones en que estos chicos están faltos de límites porque sus padres están todo el día trabajando y nosotros también actuamos ahí. Menos tele y menos calle, horarios de sueño adecuados, higiene, etc.», concluye Sara.

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