Pablo Luna vuela su dron sobre una finca agrícola. IDEAL

Cuando los drones controlan la tierra

Operar estos aparatos aéreos se ha convertido en una capacitación clave en muchos sectores profesionales, desde la agricultura al audiovisual, la ingeniería o el peritaje

Inés Gallastegui

Domingo, 20 de julio 2025

Hace unos años volaban drones un puñado de frikis asombrados por las posibilidades de estos fantásticos 'juguetes' voladores. Hoy, aparte de las asombrosas aplicaciones militares ... que está mostrando al mundo la guerra de Ucrania, diferentes sectores profesionales se interesan por unas máquinas cada vez más sofisticadas que permiten ver el mundo y actuar desde el cielo sin necesidad de despegar los pies de la tierra. Operaciones de control, vigilancia y salvamento de las fuerzas de seguridad, observación de fauna y flora, inspección de infraestructuras –conducciones de gas, líneas eléctricas, molinos de viento y parques solares, o remontes en estaciones de esquí–, administración de tratamientos en agricultura o trabajos audiovisuales aéreos son solo algunas de sus aplicaciones actuales. La Unión Europea calcula que el sector de los UAS (Unmanned Aircraft System o Sistema de Aeronave no Tripulada) generará un negocio de 15.000 millones de euros y creará 250.000 empleos en los próximos años. Mientras tanto, muchos profesionales aprenden a operar drones como una capacitación más, como antes se daban clases de informática o de inglés para mejorar el currículum. Eso sí, advierten los expertos, las normas han cambiado y hay que estar atentos a su cumplimiento para evitar accidentes y no poner en riesgo la seguridad ciudadana y la protección de datos.

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«Ahorro tiempo, agua y combustible en el tratamiento de los cultivos»

Pablo Luna tiene 500 marjales de tierra en la Vega de Granada plantados de ajos y patatas y a finales del año pasado le cambió la vida: se sacó el carné de piloto en Formadron y ahora trabaja con dos aeronaves que le permiten hacer su trabajo en menos tiempo y con menos gasto. «Desde que tengo el dron no entra el tractor en mi finca», se jacta Luna.

«Cuando llueve, no se puede entrar en el campo para ver cómo están las plantas o si tienen alguna enfermedad. Si entras con el tractor, te lo cargas todo, y si entras a pie dejas huellas, aprietas la tierra... un desastre –explica Luna–. El dron viene con su depósito y va todo automatizado. Por Google Maps le marcas la finca que quieres sulfatar, pones la cantidad exacta de producto que necesita y no se desperdicia ni producto ni agua, porque va más concentrado, la gota es más fina. Con el tractor necesitas 500 litros de agua por hectárea y con el dron, solo 20. Son millones de litros de agua que se ahorran». También es importante el tiempo: el tractor se mueve a 3 kilómetros por hora y el dron, a 15 o 20.

«Punta de lanza»

Como es «punta de lanza» en el sector agrícola, este ahorro de agua, combustible y fitosanitarios ha llamado la atención de otros colegas, y ahora además de trabajar en sus tierras se dedica a recorrer los cultivos de otros propietarios para hacer las mismas tareas.

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Eso le ha permitido amortizar en poco tiempo el coste de sus aeronaves. La más grande le costó 30.000 euros y tiene un depósito de 100 litros con el que vuela a una altura de dos metros y medio; el más pequeño le costó 7.000 euros. Como ya tenía la formación necesaria para la aplicación de productos químicos, solo le ha hecho falta la licencia específica para su aplicación aérea y contar con un seguro de responsabilidad civil. «No es difícil», asegura. El mayor «engorro» es tramitar los permisos con antelación, dada la cercanía del aeropuerto y la Base Aérea de Armilla. «La agricultura es el sector donde, por rentabilidad, más consultas mantenemos ahora mismo», reconoce Manuel Argudo.

«Los drones en ingeniería son una revolución que aún no ha llegado a la madurez»

Antonio Pablo Romero es socio fundador y director de Desarrollo e Innovación de la empresa andaluza de ingeniería Civile. Aunque no tiene licencia de piloto –como otros colegas de su empresa–, Antonio sí puede volar un dron de menos de 250 gramos y solo ve ventajas en esta herramienta de trabajo. «Rapidez, precisión, reducción de costes, mejora de la seguridad, acceso a zonas remotas y una actualización constante. Yo siempre llevo el dron en el coche y hago un vuelo cada vez que voy a la obra. Me permite hacer un seguimiento muy interesante del avance para tomar decisiones», resalta el ingeniero.

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Los usos del dron en los proyectos de Civile –carreteras, infraestructuras hidráulicas y energéticas y viviendas, entre otros– son múltiples: en topografía y cartografía, para sacar modelos digitales de terreno; inspección de obras, algunas de difícil acceso; seguimiento de obras de forma cómoda e intuitiva; volumetrías y cubicaciones, por ejemplo, para calcular el movimiento de tierras con una rapidez que no permiten los medios convencionales; o análisis de riesgo y monitoreo ambiental con una gran precisión.

«El dron ha supuesto una revolución tecnológica que todavía no ha llegado a su madurez. Tenemos un sector bastante conservador, reticente al cambio, y para algunos parece que ir a una obra con un dron es todavía ciencia ficción», concluye.

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«No es lo mismo patearte diez hectáreas que ver los daños desde el aire»

Alfonso C. Arenas es experto en peritaciones judiciales y valoraciones de seguros desde hace 25 años y hace tres se convirtió en operador y piloto avanzado de drones, tras completar la formación teórica online y realizar las prácticas con una escuela de Málaga, Aerocámara. Lo hizo para ofrecer un mejor servicio a sus clientes y también para ahorrar tiempo y ganar seguridad en su trabajo.

Pone ejemplos de uso de dron en su día a día. «Un cliente denuncia que un vecino le ha causado daños en un tejado de su propiedad. Con el vuelo se ahorra muchísimo tiempo, no se tiene que subir nadie al tejado y las fotos son pruebas muy evidentes cuando se presentan a un juzgado», explica. «Para valorar los daños en invernaderos a causa de la dana, no es lo mismo patearte las 5 o 10 hectáreas del invernadero, por dentro y por fuera, midiendo con la ruedecita, que levantar el dron, sacar las fotos y medir exactamente la superficie afectada o los daños a la estructura», continúa.

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También es interesante en la valoración de riesgos en propiedades que van a ser aseguradas por una compañía: el dron le permite comprobar el estado previo del inmueble y su contenido, hasta los rincones más inaccesibles.

Todo son ventajas, pero Alfonso Arenas no ha conseguido que muchos colegas se interesen por esta innovación tan práctica, a pesar de que lo intentó a través de su asociación profesional.

Para el director de Acam Peritaciones, lo más engorroso es solicitar los permisos. «En una ocasión para verificar un tejado en el que unas placas solares vertían agua sobre la casa de un vecino, un vuelo de diez minutos para hacer fotos y vídeos, tuve que pedir permiso al Ministerio del Interior, a la compañía Pegaso de la Guardia Civil, para no interferir con el aeropuerto de Granada y el helipuerto del SAS», recuerda. Eso sí, señala, con la nueva normativa los trámites son más rápidos y pueden realizarse a través de la app de Enaire. «Antes se tardaba 15 días y ahora 4», explica.

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