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Multitud de personas en una de las cruces de Granada. ALFREDO AGUILAR
Tradiciones de Granada

El Día de la Cruz se reivindica como fiesta mayor

La capital nazarí rememora las grandes celebraciones de los 80 en una jornada de asistencia más que masiva

Miércoles, 3 de mayo 2023, 20:31

A las dos de la tarde, en el patio del colegio Genil, bajo el azote de un sol digno del mejor de los agostos, Juan ... José lo tiene claro. «Se veía venir...», acierta a decir. Después de un buen rato en cola, con el cuello rojo y la camisa pegada a la espalda por el sudor, su resignación recibe la comprensión de todos los que le rodean y esa es mucha, muchísima comprensión. Porque él solo es uno más en la gigantesca serpiente humana que atraviesa el recreo y alcanza la puerta en espera de un ticket. Como esta cola hay otras tres en el colegio y otras tantas al otro lado del río, frente al Palacio de Congresos, donde se reúnen miles de personas para celebrar un Día de la Cruz tornado en una exaltación de la espera.

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La ampliación de la fiesta se percibe en el ambiente desde primera hora. La asistencia es masiva, a la altura de las celebraciones de unos años 80 en las que granadinos y visitantes se arremolinaban en calles y colegios para vivir el día grande de Granada. Como entonces, riadas de mujeres vestidas de gitana y hombres con traje y sombrero pasean arriba y abajo por Camino de Ronda, Gran Vía o Acera del Darro. Se ven jinetes a caballo por donde habitualmente reinan los coches y 'guiris' que retratan la ciudad majestuosa.

Las multitudes arrecian y lo mismo señalan peroles brillantes de cobre que cerámicas albaicineras, plantas rebosantes de verde o cruces que son marjal de flores. El caudal de personas también se cuela en las tiendas, que, pese a ser festivo local, abren sus puertas hasta las dos para hacer algo de caja.

Las tradiciones dan hambre y las compras también. Así es como llega Juan José al colegio Genil, donde la Hermandad del Despojado monta su relumbrante cruz. Lograr un vaso de cerveza y un plato de carne en salsa aquí es una cuestión de épica. El reto requiere la fortaleza de Hércules y la paciencia de Job para soportar las sucesivas colas para comprar los tickets, pedir las bebidas y obtener la comida.

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Muchos no están para actos heroicos. Camilo, por ejemplo, que se va a un bar sin gastar la mitad de los tickets. Algo parecido le sucede a Olga y Marcos, que se marchan después de haber pagado sin haber tocado un plato o un vaso.

Aún así, son muchos más los que aguantan. La espera de Juan José termina al filo de las cuatro y cuarto, tras más de dos horas de cola y empujones. La barra, ubicada bajo un toldo, se le asemeja una Ítaca fresca y deliciosa cuando la alcanza. Entrega los tickets y es entonces cuando comprende que no basta lo heroico, para disfrutar del Día de la Cruz también hace falta algo de fortuna. «No nos quedan pinchitos ni lomo con ajos y al arroz le quedan veinte minutos», dice una camarera con paciencia infinita.

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Sevillanas

Lejos de las barras, la fiesta reluce. A las puertas del centro cívico de Fígares, cuatro señoras se detienen al escuchar la voz de Pascual González y bailan por sevillanas. Con todo el duende del mundo, dan una lección a los que por allí pasan. Hacen la primera, la segunda, la tercera... Para la cuarta, una extranjera rompe a aplaudir y pide una foto. «¿Qué? ¡Anda, quita, quita, qué vergüenza!», rechaza tímida una de ellas. Otra aprovecha la confusión para entrar y dejar unas monedillas en la cruz después de haber entregado kilos y kilos de arte.

Al otro lado de la ciudad, en la placeta de la Cruz, media corporación municipal visita el monumento ganador. El alcalde, Paco Cuenca, y ediles del equipo de gobierno como Ana Muñoz, Jacobo Calvo o María de Leyva saludan a los vecinos y los felicitan por el trabajo. También hay allí concejales de otros grupos, como el popular Francisco Fuentes, que charla animosamente con los representantes de las asociaciones del barrio.

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La fiesta se transforma durante la tarde. Un público más joven sustituye a las familias que poblaban colegios y plazas a mediodía. En las barras, la espera se atenúa algo, pero no lo suficiente. Conseguir un plato de morcilla o de carne en salsa sigue siendo heroico. Eso explica escenas como la de la explanada del Palacio de Congresos, donde la llegada de más comida es recibida con voces festivas.

Para esta hora, nada se sabe de Juan José. Tampoco de Olga y Marcos ni de las cuatro señoras que bordaban la sevillana en Fígares. Ni de la guiri que quería retratar el arte con su cámara. Todos ellos se pierden por las calles de una Granada relumbrante que celebra su fiesta mayor con ganas acumuladas de años, una ciudad que este miércoles recuerda al fin como se vivían las tradiciones antaño.

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