Mi destino

Relato de verano ·

miguel villar colmenero

Viernes, 31 de julio 2020, 23:51

Con los primeros fríos, tu tío morirá». Y así fue. Era el 12 de octubre de 1972, y mi tío Alberto falleció tras una larga ... agonía en el hospital. La frase que pronunció mi tía Isabel se cumplió. Eran los tiempos en los que el frío empezaba a asomar en octubre, no como ahora, que tarda bastante más en hacer acto de presencia. Yo tenía diez años y mis primos quedaron huérfanos con doce y siete años. La familia los arropó desde el primer momento. Mis dos tíos solteros anduvieron siempre muy atentos a la educación de ambos, sirviendo de apoyo a mi tía y primos.

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Todo esto me viene a la memoria ahora, casi cincuenta años después, porque estoy en una situación similar a la que estaba mi tío. Con la misma enfermedad que se llevó por delante a mi tío, con su misma edad, con dos hijos de diez y siete años a punto de quedarse huérfanos… la única diferencia es que ya no está mi tía para pronunciar esa lapidaria frase que ahora resuena continuamente en mi cabeza, como si alguien la estuviera pronunciando constantemente.

Hoy es 19 de noviembre de 2020. Llevo ingresado desde… he perdido la cuenta. ¿Veinte?, ¿veinticinco días? No sé, qué importa. Lo único que sé es que mi vida se apaga. Las caras de mis hijos, de mis hermanos, de mi madre lo dicen todo. Mi ex viene de vez en cuando con Juan, el tío por el que me dejó después de más de veinte años casados. La verdad es que, en su momento, me fastidió bastante que me dejara por otro, pero ahora, cuando los veo tan bien, en el fondo me alegro. Ella ha salido ganando. El Juan de las narices, a pesar de ser un par de años mayor que yo, se conserva como un chaval. Abundante pelo, algunas canas, piel morena, buena planta, cuerpo musculado y sonrisa encantadora. Para colmo es simpático, agradable, educado y divertido. Seguro que cuando yo no esté, ejercerá de padre de mis dos hijos. Y lo hará bien. Por ahí me quedo tranquilo, pero en el fondo me jode que el tío por el que me dejó mi ex, sea dentro de unos días quien ejerza de padre de mis hijos.

Pregunto con las pocas fuerzas que me quedan a diario por el tiempo que hará mañana, ante la sorpresa de mis amigos y familiares, que no entienden esa obsesión por saber la temperatura que hará al día siguiente. ¿Para qué querrá saberlo, si a lo mejor mañana no está vivo?, pensarán. Si alguien se atreve a preguntármelo les diré lo que mi tía Isabel dijo en 1972.

Hoy han venido todos a verme más abrigados que otros días. Me fijo a diario en la ropa que llevan. Incluso los sanitarios que a diario me atienden, han cambiado la manga corta por mangas largas y rebecas. Me mosqueo.

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Tengo claro que nuestro destino está escrito desde el momento en que nacemos. Sólo hay que saber leerlo, y el mío se empezó a escribir aquel mes de octubre de hace casi cincuenta años. Miro por la ventana, está lloviendo y el viento sopla con fuerza. Las gotas de lluvia quedan en los cristales de las ventanas. Tengo frío.

La puerta de mi habitación se abre. La doctora Gutiérrez me mira. En sus ojos veo escrita la fecha de mi muerte. Me coge de la mano. Paco –me dice con una medio sonrisa–, en un par de días… En un par de días ¿qué? –interrumpo bruscamente–. En un par de días… podrás marcharte a tu casa. Has respondido muy bien al último tratamiento y los análisis de ayer nos hacen ser muy optimistas. Tendrás que seguir el tratamiento en tu casa, pero lo peor ya ha pasado.

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Mi madre intenta contener sus lágrimas de alegría. Mis hermanos me gastan bromas. Mis hijos me cogen de la mano. Y Juan, que los había llevado a visitarme mientras mi ex trabaja, me sonríe con esa sonrisa con la que seguro enamoró a Lola.

Retiro todo aquello que dije de que el destino está escrito y demás tonterías que de vez en cuando los humanos nos inventamos para no sé bien qué. El destino lo escribimos día a día y el mío voy a seguir escribiéndolo a partir de mañana. No, a partir de ya.

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