Casa Pasteles, el rincón más dulce del Albaicín. RAMÓN L. PÉREZ

Negocios centenarios en Granada

Dentro de Casa Pasteles, el rincón más dulce del Albaicín

Negocio familiar ·

Casi un siglo de historia avala el éxito de esta popular pastelería granadina, donde año tras año triunfan los roscones de Reyes y la cuajada de Carnaval

Sara Bárcena

Martes, 28 de febrero 2023, 23:23

A nadie le amarga un dulce, y menos si es de Casa Pasteles, un negocio familiar que empezó de la nada en 1928 y que ... hoy se ha convertido en todo un referente de la pastelería granadina. Ubicada en Plaza Larga, en el Albaicín, la confitería es reconocida por sus especialidades y creaciones propias, pero, sobre todo, por sus productos de temporada, como el roscón de Reyes o la cuajada de Carnaval, que le han otorgado un merecido prestigio.

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Los inicios de Casa Pasteles se remontan a principios del siglo XX, cuando el matrimonio formado por Ángel Vilchez y Ángeles Fernández se lanzó a fabricar dulces y venderlos por el barrio. Él era pastelero; ella, ama de casa. Decidida a emprender, Ángeles quiso aprender de su marido y empezó a preparar merengue. Poco a poco, fueron elaborando otros dulces diferentes. El negocio estaba funcionando. Abrieron entonces 'La Estrella', un pequeño espacio para una pastelería en su casa de la calle Panaderos. Y, como es habitual en la vida de barrio, Ángel empezó a ser conocido como 'El Pasteles'.

Haciendo cuajada de carnaval. R.L.P

Al ver que su pequeño crecía, se trasladaron a Plaza Larga, en la esquina con la Cuesta de Alhacaba. De primeras, mantuvieron el nombre de 'La Estrella', pero el mote de él se hizo tan popular que no tardaron en cambiarlo por Casa Pasteles. «Desde entonces, aquí han trabajado hasta cuatro generaciones de la familia. Primero, Ángel y Ángeles, que fueron introduciendo el café; después, su hija Carmela, que apostó por los helados e inventó su famosa leche merengada; pasado el tiempo, los hijos de Carmela, Isabel y Jose Fernando, y actualmente, la hija de él, Ángeles», cuenta Javier Cobo, marido de Isa, que durante mucho tiempo se ha encargado de las cuentas del negocio.

El éxito de Casa Pasteles hoy es indiscutible. Lo que empezó como una pequeña tienda improvisada en una vivienda es ahora más que la cafetería de Plaza Larga. El hermano de Isa, Antonio, fue quien empezó a dirigir el obrador de la calle Horno del Moral, donde ahora trabajan sus hijos, Fernando Adolfo y Antoñín, y también sus nietos, Alejandro e Ismael. Allí, los maestros confiteros siguen haciendo su magia cada día. A estos dos locales se suma una extensión natural de la cafetería, abierta desde las navidades de 2002 porque no daban a basto con los pedidos de mantecados y dulces típicos. «Era un pequeño almacén. Cuando los clientes veían que había mucha gente en la cafetería, se acercaban allí y, al final, vimos que se generaba más dinero. Es una tienda que ha surgido de forma natural», comparte Javier.

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Lo que empezó como una pequeña tienda improvisada en una vivienda es ahora más que la cafetería de Plaza Larga, regentada por Isa y Javier

Sin embargo, la expansión de este negocio familiar fue un paso más allá entre 2004 y 2005, cuando se decidieron a abrir una pequeña sucursal en Bola de Oro. «La gente tenía que irse con los paquetes cargados a dios sabe dónde tenían el coche y queríamos facilitar la compra a los clientes», explica uno de los actuales propietarios -porque sí, Casa Pasteles es una sociedad limitada y cada miembro de la familia tiene su parte-. En cuanto a la nueva ubicación, se debió a varios motivos: las calles son anchas, se puede parar en segunda fila y es más accesible para la mayoría de la gente.

No hay dos iguales

El éxito de Casa Pasteles se debe, principalmente, a que «no hay dos iguales». Javier está convencido de que, además de que el producto es «muy bueno» y los pasteles son «de calidad», «el control del dulce» es la clave. «Yo siempre he sido muy dulcero y cometí el error de casarme con una pastelera. Ya no como dulces en otros sitios porque todo es puro azúcar. Aquí, sin embargo, no te empalaga, quieres más», admite. Es posible que, precisamente por eso, la cuajada de carnaval tenga tanto prestigio en esta pastelería o que cada navidad preparen cerca de 2.500 roscones.

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Pero que nadie piense que todo aquí es de color rosa. También ha habido tiempos difíciles: «Con la crisis anterior perdimos clientes de muchos años, sobre todo de restauración, porque no bajamos los precios. No compramos más barato, queremos productos de máxima calidad», subraya Javier. Según él, la realidad es que viven día a día. Ahora puede no estar mal su situación, pero el mes que viene «a saber». En cualquier caso, lo más importante para esta familia es la gente que forma parte de Casa Pasteles. Los últimos que se han jubilado llevaban 30 o 40 años en el negocio, ayudando en el desarrollo de la empresa. «Sin buenos profesionales, no hay nada que hacer -señala Javier-. Ellos son la esencia de Casa Pasteles».

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