Zapata, ayer, dirigiendo a la orquesta en un momento del recital.

Zapata y la OCG: la buena música es divertida

El tenor granadino brindó ayer a su ciudad el estreno de su nuevo espectáculo ante un Auditorio Falla entregado

JOSÉ ANTONIO MUÑOZ

Sábado, 3 de junio 2017, 02:21

Caía la tarde a plomo de calima cuando la puerta del Centro Cultural Manuel de Falla se abrió para acoger a un público que en ... parte coincidía con los melómanos habituales en los conciertos de temporada de la OCG y en parte presentaba una refrescante faz. La Orquesta Ciudad de Granada y Zapata ofrecían un semblante clásico, sin embargo. De riguroso chaqué, como mandan los cánones. Hasta aquí, lo esperado. Y a partir de aquí, lo inesperado, aunque de Zapata se puede esperar cualquier cosa.

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El espectaculo que vimos anoche es digno hijo del que Danny Kaye, en el que se inspira vagamente. «Es un concierto de bises», dijo con sorna Zapata para calentar al público. Repitió el gag del manojo de batutas que ya hiciera Kaye en el espectáculo original, y sacó a pasear a la parentela de la estrella hollywoodiense para que si alguien no le conocía - en la sala, muchos, lo hiciera a partir de la dedicación a la enseñanza de su cuñada Dorothy.

Zapata ayer dirigía a la OCG. «No sé qué tiene de extraño; Plácido Domingo, un tenor igual que yo, también lo hace». Sonora carcajada de la Orquesta. Y luego, a interpretar, con perfecta afinación, la obertura de 'La gazza ladra', de Beethoven, dijo Zapata. Noooo, coreó el público, ya metido en el juego.

Ya con la música de Strauss hijo a cuestas, el tenor granadino se paseaba por entre las filas de la plantilla incordiando a los músicos, que se tomaban con humor, como el público, las evoluciones del artista.

Un rechazo amoroso de la percusionista le sirvió para vengarse cantando 'La donna e mobile', con mirada de soslayo. La historia de cómo Los del Río plagiaron «Macarena» nos condujo a la danza de 'El cascanueces' y al origen chanero de Tchaikovsky, que en realidad se llamaba Chamorro, como descubrimos ayer. Se subió a la platea el tenor para lanzar un requiebro 'a la italiana' a la concejala de Cultura, María de Leyva, mientras dirigía la 'Obertura', de 'Guillermo Tell', atusándose simultáneamente las cejas y con la orquesta no tocando, sino tarareando la música, desvelando su inopinado futuro como coro, pitos de Carnaval incluidos. Desmadre a la americana, con gorra de los Celtics de Boston para contar lo 'amazing' que es todo allí.

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Triunfal

La 'Marcha triunfal' de 'Aída', que un trompetista patoso convirtió en una derrota en toda regla, mientras Zapata hacia una parodia de 'Lo que el ojo no ve', con arreón final del 'tempo' incluido, nos abrió las puertas de los bosques de Viena. Pero ayer no era el día de poner puertas al bosque, y mucho menos al campo. Así que Zapata continuó haciendo de las suyas, deteniendo con un 'arriba las manos' la obertura de 'El murciélago' de Strauss que propició un intercambio de pareceres con el concertino, del que este último salió victorioso. Eso fue justo antes de que un gato chino motivador, de esos dorados que mueven la mano sin parar, marcara el tiempo de palmadas de la 'Marcha Radetzky'.

A renglón seguido, la orquesta mutiló y lanzó al suelo la partitura de lo que perfectamente, por el argumento, podría ser 'El anillo del nibelungo' para dejarlo en una opereta protagonizada por dos amantes improbables, Rómulo y Rémula, interpretados por Zapata, como el resto de los personajes, incluyendo a un malo malísimo que respondía al futbolístico nombre de Schwensteiger. Todo este sainete estuvo aderezado con piezas como la obertura del 'Don Giovanni' de Mozart, 'Pur ti miro' de Monteverdi, o el aria 'Questa o quella' del 'Rigoletto' verdiano.

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Tras el esfuerzo dramático, tocó poner en solfa a los lied alemanes a base de los escupitajos, más habituales de lo que sería confesable en los recitales 'serios'. Hubo también su puntito crítico con las toses a destiempo, los sonidos de móviles y los caramelos envueltos en celofán, demasiado habituales en las salas de conciertos, terminados con un retador: «¿A que jode?» que arrancó un sentido aplauso autoinculpatorio y comprensivo, por una vez, del público.

La interpretación de parte del cuarto movimiento de la 'Quinta' de Beethoven, completamente en serio por una vez, sirvió de prólogo al 'Highway to hell' de AC/DC, con el que finalizó un concierto-espectáculo de amplísimo recorrido.

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