El periodista y escritor Daniel Blanco, durante su estancia en Granada.

La dictadura de la piel

El escritor onubense Daniel Blanco presenta su libro 'Los pecados del verano'

Inés Gallastegui

Domingo, 16 de agosto 2015, 00:12

Daniel Blanco (Moguer, 1978) se encontró un día, por casualidad, con un texto que hablaba de la celebración en Valencia, en 1951, del I Congreso ... Nacional de Moralidad en Playas, Piscinas y Ríos. «Se me encendió esa bombillita que tenemos los periodistas. Me di cuenta de que estaba ante una historia y quería contarla. Me entró hasta calor», recuerda Blanco, que trabajó 8 años para 'El Correo de Andalucía' y dejó el periodismo por la literatura. Al día siguiente cogió un AVE a la capital del Turia para ver con sus propios ojos los archivos originales de aquel encuentro que, aunque hoy parece surrealista, empezando por su propio nombre, tenía sentido en la España de mediados del siglo XX. Una España en la que los incipientes ingresos del turismo eran necesarios para superar la miseria de la posguerra pero en la que el régimen temblaba ante los aires nuevos que traían aquellos visitantes: venían de países democráticos, ignoraban por completo el omnipresente poder opresor de la moral católica y querían sol, playa y diversión. Verdaderamente, eran de temer.

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Por aquel entonces en España los hombres no podían coger el cigarrillo con la mano derecha y las mujeres no podían silbar. En las playas se bañaban separados por sexos y, al salir, debían ponerse un albornoz. Los 'policías de la moral' se paseaban, metro en mano, para verificar que la proporción entre tela y piel fuera la correcta. Y entonces empiezan a llegar unas turistas -a las que se llamó suecas, pero que eran inglesas, alemanas o francesas- con bañadores mucho más pequeños y ganas de pasárselo bien... «Las 'suecas' crean frustración en la mujer española y asombro en el hombre. Ahí surge el personaje del macho babeante, el que representaba en el cine Alfredo Landa...», recuerda el autor, ganador del premio de Narrativa Juvenil Ciudad de Jaén 2012 con 'El secreto del amor'.

El franquismo quería la cuadratura del círculo. «El gobierno se decía: 'Vamos a dejar que vengan y se gasten el dinero, pero evitando que nos contaminen'», señala Blanco. El régimen era pragmático: ni quería renunciar a los ingresos del turismo ni podía permitirse el lujo de que los extranjeros contasen en casa que les habían sancionado por mostrar demasiada piel. Las multas se quedaron solo para los españoles.

«Nos parece la prehistoria, pero de aquello hace solo 60 años. Convivimos con sus protagonistas, la generación de mis abuelos», recuerda Daniel Blanco, a quien siempre le ha apasionado ese periodo histórico, especialmente en el ámbito más doméstico e íntimo.

Transformados por el mar

En el libro hay un telón de fondo real -la celebración del Congreso de Moralidad en Playas, Piscinas y Márgenes de Ríos- y unos personajes ficticios. Se trata de una familia de posibles, residente en un pueblo del interior: la señora, el marido, los dos niños, la madre de ella y Amalia, la sirvienta. El cabeza de familia es uno de los ponentes del encuentro que deberá buscar fórmulas para frenar la «invasión paganizante y desnudista» que representan los extranjeros. Así, la familia entera se pone en marcha hacia la ciudad costera en la que se celebra el congreso, que en la novela no tiene nombre.

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A lo largo de sus páginas, asistimos a la transformación que la playa, con todas sus implicaciones, ejerce sobre cada uno de ellos. «Esa familia que nunca ha visto el mar se encuentra en un escenario de libertad en el que sale otra versión de ellos mismos. Es un viaje a la costa pero también un viaje interior a una versión más auténtica de cada uno», resalta el autor.

«Esa generación es la de los incendios invisibles: de cara al exterior parecen impertérritos, pero por dentro se están calcinando, porque no tienen la posibilidad de mostrar las emociones. Un deseo que no se puede materializar se va convirtiendo en un monstruo, en algo que no se puede manejar», relata.

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El bikini arrasa

Pero nada es eterno. Aquellas normas morales mojigatas impuestas por la dictadura se vieron desbordadas por la marea de la realidad: los turistas abrieron las puertas y las ventanas y el aire de libertad que entró fue, poco a poco, limpiando el olor a sotana vieja que atufaba aquel país recién salido de la guerra y la miseria. «Se había iniciado un camino sin vuelta atrás», subraya Blanco.

Muy pocos años después, el bikini arrasó con todo. Uno de aquellos 'policías de la piel' reconvino a una actriz norteamericana que se tostaba en la playa: en la católica España solo se admitían bañadores de una pieza. Y ella le preguntó, pícara: «¿Cuál me quito, la de arriba o la de abajo?».

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