El verano de Oxana, una rusa que llegó a Motril gracias a una boda
Después de veinte años en la costa granadina, recuerda con añoranza la época estival en Moscú. «Echo de menos todas aquellas tardes a orillas del río Verona con mi gente»
M. J. Arrebola
Martes, 20 de agosto 2024, 23:54
l verano trae consigo miles de historias que contar y recordar. El viaje de Oxana Ilina hacia España comenzó hace veinte años, cuando decidió acompañar ... a su amiga a Almuñécar, donde la hermana de ésta se iba a casar. «Me vine con mi amiga de Rusia y estuvimos conviviendo tres años juntas», recuerda con una sonrisa. En ese momento, Oxana tenía solo 24 años y estaba trabajando «demasiado» en Moscú. Con la intención de pasar solo un par de meses en España, terminó enamorándose del país y decidió quedarse. «Al final con la broma llevo 20 años aquí».
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Los recuerdos de los veranos en Rusia están grabados a fuego en su corazón. La nostalgia se refleja en su voz al hablar de los días que pasaba junto al Río Vorona con sus amigas y familiares. «Nos reuníamos allí para comer y disfrutar juntos. Íbamos a una playa artificial con arena fina y el agua súper helada», explica. Cuando recuerda estos momentos no puede ocultar emocionarse, «echo de menos todas aquellas tardes a orillas del río con mi gente», añade.
Y es que el verano, aunque sea en el otro lado del continente, siempre deja recuerdos memorables. En Moscú es una época de transformación, donde la ciudad se desprende de su frío invernal y se viste de verde. Desde junio hasta agosto, las temperaturas se elevan, y los moscovitas aprovechan cada rayo de sol. Los parques, como el Gorki y el extenso Tsaritsyno, se llenan de vida, con familias disfrutando de picnics y turistas recorriendo los senderos entre los árboles.
Aquellos días de verano
La moscovita añade que de mayo a septiembre, las temperaturas alcanzan los 35 grados. Para combatir el calor Oxana asegura que se iban a los cortijos, allí estaban fresquitos y pasaban largos días de risas y charlas. Cuando amainaba el día, caminaban hasta el huerto para regar los alimentos, «nosotros teníamos muchas frutas», explica.
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Aún recuerda cuando pasó un día de campo con su prima y su tía. Al parecer su tía era muy mandona y tenía plantadas patatas. Cuenta que de vez en cuando llevaba a su prima y a ella al río para bañarse. Un día las llamó para ir a darse un chapuzón. «Nosotras, con mucha alegría, nos montamos en el coche, pero en lugar de llevarnos al río, nos llevó al huerto a recoger patatas de la tierra, o sea, a trabajar», añade entre risas.
Las actividades que realizaban en Moscú eran variadas y llenas de diversión. «Desde jugar al fútbol y al baloncesto hasta participar en todo tipo de juegos de mesa, el tiempo siempre pasaba rápido, me encantaba jugar al bingo, pero sin apostar», comenta con una sonrisa en la boca.
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Las costumbres familiares también tienen un lugar especial en sus recuerdos. Los platos emblemáticos en el verano ruso según cuenta Oxana son el okroshka, una sopa fría que se prepara con una base de kvass (una bebida fermentada de pan de centeno) o kéfir, y se llena de verduras como pepinos, rábanos, patatas. «Se suele añadir carne cocida o salchichas, lo que la convierte en una comida muy refrescante para combatir el calor», explica sobre su preparación.
A su familia le gustaba mucho reunirse para hacer barbacoas. Por eso, otro plato popular es el shashlik que es una brocheta de carne marinada, generalmente cerdo o cordero, que se asa y se acompaña de patatas y verdura. «No perdemos las buenas costumbres», precisa.
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La mujer detalla que allí no había muchas fiestas pero sí festivales. «Hay muchos festivales de comida cuando empieza la temporada. Todos los pueblos llevan sus productos típicos y la gente los prueba», explica, recordando esos momentos con cariño.
Dos décadas en España
Durante su tiempo en España, ha construido una carrera profesional muy extensa. Los primeros diez años los dedicó a labores de limpieza, trabajando en diferentes lugares donde la llamaban. Después, estudió peluquería, oficio al que se ha dedicado los últimos años. «Tenía el negocio en Salobreña y ahora trabajo a domicilio. Actualmente, también estoy en la peluquería del Hotel Salobreña», comentaba sobre su evolución profesional.
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A ella le encanta vivir en Motril. Ahora, la capital de la Costa Tropical está viendo crecer a su hija de tan solo 2 años. «No me voy a ir de Motril».
La situación política y bélica entre Rusia y Ucrania es un tema que no puede ignorar, aunque prefiere mantener una perspectiva optimista y esperanzadora ante esta situación. «El tiempo pondrá todo en su lugar», afirma, confiando en que la paz y la estabilidad lleguen más pronto que tarde. «Que nadie tenga miedo de ir a Rusia es un país precioso», enfatiza.
A pesar de su amor por España, aún guarda un rincón en su corazón para Rusia. su tierra natal y en la que ha vivido tantos momentos junto a la gente que más la quiere. «Cuando esté jubilada quiero vivir tanto en España como en Rusia, son mis dos países y siempre quiero permanecer en ellos», precisa.
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