«Me dio la primera paliza estando embarazada, ojalá hubiera sido la última»
A sus 83 años, Puri relata «media vida» de malos tratos y cómo el sistema ha pasado de poner en duda su palabra a protegerla
Después de 40 años de un infierno al que llamaban matrimonio, Purificación Vázquez (Málaga, 1938) empezó su vida al cumplir los 60. Se casó en ... Barcelona cuando era una cría tras seis años «maravillosos» de noviazgo. Pero su día a día se transformó en una pesadilla tan pronto como se dice «Sí, quiero».
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«El león acecha a la presa y, cuando la consigue, la despedaza. Me dijeron que no me casara con él, que su padre era un mal hombre. No sabía lo que me esperaba. Dichosa la rama que al tronco sale», dice. «Era un auténtico animal. Me quedé una noche en Navidad sola –en los últimos meses de embarazo de mi primer hijo– y decidí ir a casa de mi madre. Al volver, me pegó una guantada y me tiró al suelo, empezó a darme patadas. Me hice un gurruño sobre la barriga para que no hiciera daño a mi hijo. Esa fue la primera vez que me pegó y ojalá hubiera sido la última», cuenta con la entereza que otorgan dos décadas de trabajo personal.
«Pensaba que yo me lo había buscado. Perdí toda mi valentía y me llegué a creer que era una inútil, era lo que él me decía siempre», explica. Ella intentaba tener independencia económica. Cosía y confeccionaba de noche, trabajó de limpiadora, abrió una mercería... En definitiva, hizo todo lo que pudo para que a los suyos, incluido al «tacaño» de su exmarido, no le faltara de nada. Una vez que le dejó, le recortó de todas las fotografías y afrontó las secuelas.
Sin saber lo que era ni ponerle nombre, Puri conoció y practicó el feminismo. Ha dado muchas charlas a mujeres en Barcelona y todavía quiere que su testimonio sirva de ejemplo para otras personas que pasan o han pasado por lo mismo. No le falta voz después de tantos años mordiéndose la lengua. «A todas ellas les digo que huyan y que no esperen ni un segundo. No merece la pena perder años de vida, o incluso la vida, por ningún hombre. No aguantes ni por tus hijos. Hay que salir de ahí», añade.
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Puri tuvo tiempo para conocerse así misma y también lo que era el «amor real». Encontró otro hombre que la trató como merecía hasta que murió de cáncer de pulmón. Ahora vive en Salobreña, en un piso tutelado para la tercera edad. Recibe atención y apoyo psicológico de la unidad de Igualdad del Ayuntamiento. Idoia Santos (asesora jurídica), María Luisa Villaescusa (técnica de igualdad) y Charo Casquero (psicóloga) le brindan comprensión y cariño con un servicio que es pionero en Granada. Hace unos meses decidió demandar de nuevo a su expareja. El maltrato, al menos el económico, continúa una vez rotos los lazos. Él lleva dos años sin pasarle la pensión compensatoria a la que está condenado, unos irrisorios 100 euros que para esta mujer, que se vale completamente por sí misma, son símbolo de su dignidad.
«Creo que el tiempo me ha sabido devolver todo el mal que he encontrado. Busco la felicidad en las pequeñas cosas: en tejer un poco o escuchar la tele a todo volumen que a mi edad ya no escucho bien ni con el cacharro [ en referencia al sonotone]», señala. «He encontrado mucha bondad y gestos de cariño en gente que me era ajena. Mis compañeros de bloque me ayudan ahora que tengo mal las piernas», cuenta.
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En la historia de esta octogenaria podrán verse reflejadas muchas mujeres. Nada más que en Salobreña en lo que va de año se han atendido 580 consultas en la unidad de Igualdad. «Son tiempos distintos a los de antes y aún queda mucho que hacer para nosotras», sentencia.
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