Accidente mortal

Una poza en la que siempre se han bañado los vecinos y «nunca ha pasado nada»

El área recreativa es conocida por todos, por sus árboles, la serenidad de sus aguas y la paz que se respira. Se trata, sin duda, de un enclave donde generaciones de albuñolenses han compartido momentos inolvidables. Este lugar fue reformado en 2009 y se encuentra ubicado dentro del pueblo. Tiene zonas de barbacoa, mesas y banquetas para disfrutar de reuniones familiares y con amigos. «Muchos días está lleno de gente, sobre todo los fines de semana», destacan algunos vecinos.

Allí se encuentra una poza construida con muros de piedra que alberga el agua que llega desde la sierra para regadío de los agricultores. Desde hace años ha sido un punto de encuentro para los vecinos. José, uno de ellos, recuerda con cariño cómo este lugar ha sido testigo de muchísimas historias. «Cuando yo era pequeño, había una acequia donde siempre nos bañábamos. Antes era un lavadero y las mujeres del pueblo venían aquí a lavar la ropa. Era parte de nuestra vida cotidiana», relata con nostalgia.

Sin embargo, lo que antes era una simple acequia, hoy se ha convertido en una poza con aguas templadas, donde el caudal, según cuentan los residentes, ha disminuido con los años. Pedro, otro lugareño, por su parte, señala que fue restaurada en 2009 para realzar su valor como atractivo natural y recreativo, especialmente para los jóvenes del pueblo.

A pesar de los carteles que impiden nadar en ella, muchos jóvenes continúan sumergiéndose en sus aguas durante los calurosos meses de verano. «Desde que tengo uso de razón, toda la gente del pueblo se ha bañado en ella porque no cubre, no sé que le ha podido pasar al pobre chiquillo», comenta Pedro, reflejando la arraigada costumbre de Albuñol.

La singularidad de esta poza va más allá de su historia. Juan, que ha frecuentado el lugar durante toda su vida, destaca un fenómeno curioso: cuanto más frío hace, más cálidas son sus aguas, lo que se le atribuye a la naturaleza volcánica de la zona. «En invierno, cuando hacíamos la matanza, solíamos llevar los barreños con las tripas y las enjuagábamos allí porque estaba calentica», explica.

Ahora, todo un pueblo llora esta tragedia que no saben como ha podido ocurrir. «No damos crédito, nunca ha pasado nada».