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De Motril a Lesbos para dar visibilidad al drama de los refugiados
Una enfermera de Motril cuenta su experiencia tras pasar tres meses en campos de refugiados griegos e inicia una campaña de recogida de alimentos
Mercedes de la Fuente es enfermera en el hospital de Santa Ana de Motril. Hace tres meses decidió, junto a una amiga, viajar a Grecia ... para visitar los campamentos de refugiados, ayudar a las oenegés que trabajan sobre el terreno para conocer la realidad que viven las personas acogidas allí y tratar de darles visibilidad. Ahora han iniciado una recogida de alimentos que enviarán a la zona. Sus sentimientos tras esta experiencia son de «tristeza, rabia e impotencia». «Las historias que te cuentan allí se quedan clavadas», asegura.
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El 1 de octubre Mercedes y Luz Modroño partieron a Lesbos. No era la primera vez que esta enfermera realizaba un viaje solidario. Hace unos años ya había visitado Senegal con el mismo objetivo. Ahora querían ver de primera mano los problemas que tienen los migrantes que llegan a los campos de refugiados. La realidad que se encontró fue más chocante de lo que esperaba. Espacios preparados para 1.500 personas en que albergan a más de 20.000. Falta de productos de higiene básicos, como pañales o compresas. Una situación de conflictividad provocada por el hacinamiento. Y la desesperación de miles de personas que saben cuándo llegan pero no saben cuándo podrán salir de un encierro al que llegan buscando libertad. La vida a veces es paradójica.
Mercedes tiene claro que las personas que hay en los campos de Lesbos, Moria o Quios huyen de conflictos. Pero no siempre es fácil demostrar su condición de refugiados.
Jóvenes mujeres violadas, niños solos, hombres con miembros de su cuerpo amputados... Son algunas de las escenas que esta enfermera ha visto durante los tres meses que han permanecido recorriendo, hasta donde se les ha permitido, estos campamentos en los que, a su juicio, los migrantes viven en condiciones «indignas».
Durante su estancia han echado una mano en lo que han podido. Bien aplicando sus conocimientos de medicina o bien descargando camiones con provisiones para los refugiados. Faltan manos en unas islas a las que diariamente, relata Mercedes, llegaban entre 500 y 800 personas en busca de paz. Siria, Irak, Afganistán, Palestina o el Congo son algunos de los muchos países de procedencia de estos ciudadanos que lo dejan todo atrás para salvar sus vidas.
«Ellos se juegan la vida y cuando llegan a esta Europa se encuentran una realidad miserable», lamenta la enfermera, que pone en valor, eso sí, el enorme esfuerzo que realizan las pequeñas oenegés que trabajan diariamente sobre el terreno con recursos limitados para ayudar a estas personas despojadas de casi todo y a las que lo único que les permite seguir adelante es la esperanza.
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Mercedes teme, además, que las cosas lejos de mejorar, empeoren. Afirma que se está planteando cerrar estos campos de refugiados para abrir otros centros desde los que la deportación de los migrantes será más rápida. «Los hombres jóvenes que llegan solos ya casi no tienen esperanzas de poder quedarse», asegura.
«Yo no he visto allí a eso que llaman migrantes económicos. Allí hay gente que huye de la muerte», dice.
Ella quiere poner su granito de arena, aún siendo consciente de que es una situación que escapa de sus manos. El próximo lunes 20 de enero a las 20.30 horas ofrecerá una charla en el centro de Artes y Oficios de Motril en la que contará sus impresiones de este viaje y en la que también se recogerán alimentos. Los que no puedan ir a esta conferencia tienen la opción de llevar comida no perecedera, ropa de bebé e interior (sin estrenar), pañales, compresas y otros productos de higiene básica a la sede de Podemos en la ciudad, situada en la calle Depósito número 7. También hay otros puntos de recogida en la provincia, entre ellos el IESEmilio Muñoz, el colegio Inmaculada del Triunfo o los locales de CGTy del SAT. Mercedes deja claro que todo lo que se envíe llegará directamente a la cocina de la oenegé Acción Directa Sierra Norte, sin intermediarios. Desde allí se guisarán los alimentos y se repartirán el resto de artículos. También hay una cuenta bancaria para donativos.
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«Todo es poco para ayudar a esta gente», repite en varias ocasiones a lo largo de una conversación en la que resulta casi imposible interrumpirla. Se ha traído mucho consigo, se ha traído historias que parecen lejanas pero que suceden muy cerca. Se ha traído desesperanza, miradas perdidas, sufrimiento y unas ganas inmensas de hacer, aunque sea un poquito, para llevar algo de color a un lugar en el que todo se ha quedado en blanco y negro. «Es una vergüenza», insiste, pero muchas veces, en lugar de avergonzarnos, resulta más fácil girar la cabeza y mirar hacia otro lado.
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