Los hermanos Rodrigo y Aitor Bascuñana le hincan el diente a dos bocados de El Puentecillo. Javier Martín

Los dos hermanos al frente de 'El Puentecillo', mítica taberna granadina

Rodrigo y Aitor Bascuñana están al frente de la mítica taberna El Puentecillo que su padre Jesús, ElGato, abriera en 1991. Mantienen platos de la carta original y otros muchos de nuevo cuño

Jesús Lens

Granada

Jueves, 21 de agosto 2025, 23:24

Hace la friolera de 15 años disfrutaba de una noche mágica en El Puentecillo, después de la presentación de mi primer libro de cine, gracias ... al buen hacer de Colin Bertholet, diseñador y hombre culto y de gustos refinados donde los haya. Así escribía entonces sobre aquella visita: «El siguiente paso en nuestra noche de libros, birras y amigos nos condujo a La Caleta, a la taberna El Puentecillo, uno de esos lugares que, si no existieran, habría que inventarlos. Uno de esos bares pequeños en los que, nada más entrar, ya te sientes como en casa, decorado con fotos de músicos y con todo el sabor de lo auténtico. Tras la barra, El Gato, un tipo, además de encantador, dotado con un inmejorable gusto musical».

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Hará un mes, volví a El Puentecillo de la mano de otro grande, Curro Marín. Me habló de dos hermanos, Aitor y Rodrigo, el ying y el yang gastronómico de La Caleta, que han mantenido en pie la herencia de su padre Jesús, El Gato. «Aitor aporta la sensatez. Rodri es el loco, el genio creativo. Vas a flipar con lo que están haciendo». ¡Y vaya si lo flipé!

He dejado reposar aquella memorable comida antes de charlar con Rodrigo, que acaba de ser padre y está la mar de contento. Lo primero que hace, antes casi de saludar, es hablar maravillas de su hermano Aitor. «Desde que lo cogió, ha elevado El Puentecillo a otro nivel, llevándolo al espacio». Y de su cuñada Emilia, que ha vuelto a los fogones del establecimiento mientras él disfruta de su baja paternal. Le pregunto por cómo es trabajar los dos hermanos juntos y se ríe. «Somos muy diferentes y a veces hay tiranteces, claro, pero nos queremos más que a nuestra vida y la unión hace la fuerza».

El sándwich de pastrami en pan brioche es una de las últimas y más exitosas propuestas de El Puentecillo. J M.

El Puentecillo abrió sus puertas el 13 de julio de 1991 como taberna, sirviendo sus tapas y sus seis o siete variedades de pescado frito. El logo del establecimiento, una copa de vino, un pez y un músico de jazz; es el perfecto epítome de un local de culto que desde el principio se caracterizó por ofrecer la mejor música de la Costa Tropical: blues, funky y jazz. Y por el buen hacer de El Gato claro. «Tenía su malafollá, pero también un corazón enorme», recuerda Rodrigo con buen humor. «Nadie dejó de comer en El Puentecillo por no tener dinero», ejemplifica. Entre la clientela, muchos extranjeros de la zona, que Jesús hablaba un excelente inglés.

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Los dos hermanos, Aitor y Rodri, ayudaron en el negocio familiar desde chaveas. «Éramos muy malos estudiantes y mis padres lo tenían claro: o las clases o el trabajo». Y ambos se dedicaron a la hostelería. Aitor pasó varios años en otro de los establecimientos emblemáticos de Salobreña, El Mesón de la Villa, con Petra y Ernesto, donde se hizo pieza imprescindible. Rodri, por su parte, estuvo yendo a Mallorca en las temporadas de verano, siguiendo los primeros pasos de su padre, y hacía los inviernos en Sierra Nevada. También se fue a Inglaterra.

«Apenas llevaba 20 días en Mallorca, a donde me mandó mi padre para formarme, cuando el 4 de marzo de 2012 recibí la llamada que lo cambió todo. Mi padre se murió en el bar. Se desplomó cuando su corazón dejó de latir», recuerda Rodrigo con emoción. «Decidí que iba a aprender, a crecer y a mejorar en cocina, para coger su testigo y que se sintiera orgulloso de mí ahí arriba».

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La tosta con puré de patata y el famoso pulpo en salsa de El Gato, fundador de El Puentecillo. j. m.

El 1 de abril de aquel 2012, Aitor reabría las puertas de El Puentecillo. Y Rodri, cuando terminaba la temporada en las Islas, añadía alguna novedad a la carta. Así llegaron esas hamburguesas de ternera y de cerdo «con su poca de gracia». Fueron un pequeño gran éxito potenciado por las redes sociales. O la crispy chicken de pollo. «Hemos vendido más hamburguesas que el McDonald's», exclama Rodrigo con su perenne buen humor. ¡Y su mítico bocadillo de calamares, que le saca los colores a los típicos y tópicos madrileños, tan sosos y aburridos ellos!

Otra llamada importante en la vida de estos dos hermanos: cuando Aitor decidió quedarse con El Turrito, establecimiento vecino de El Puentecillo. «Haz la maleta y te vienes», le dijo el mayor al hermano chico. Era el verano de 2023 y al final de esa temporada, el hijo pródigo volvía a casa definitivamente. Emilia Fernández, la mujer de Aitor, se quería centrar en su familia. «Vente y haces la carta que tú quieras, siendo consciente de nuestra clientela», le propuso Aitor. Y aquello fue la dosis de motivación que Rodri necesitaba. Para terminar, vuelvo al principio y le pregunto a Colin Bertholet por este 'nuevo' Puentecillo, por su versión 2.0. «No para de innovar y siempre con buen rollo. Quiero destacar su perfecta ubicación a cinco metros de la última fábrica de azúcar de la Costa Tropical. Y un recuerdo para Jesús El Gato, que fue todo un visionario. Imagínate para los amantes del jazz, comerte unos boquerones perfectos con Miles Davis de fondo y con olor a melaza. ¡Un buen tío!». Amén.

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