Obituario

Adiós al notario de la Semana Santa de Almuñécar

Antonio Díaz Aragón, el hombre que se empeñó en realzar y dar brillantez al universo cofrade sexitano y a la procesión marítima de la Virgen de la Antigua, deja huérfana a la ciudad tras su fallecimiento

Daniel Olivares

Almuñécar

Jueves, 1 de febrero 2024, 00:14

Por Río Seco alto debe resonar aún el eco de las notas de 'Caridad del Guadalquivir', la marcha cofrade favorita de Antonio Díaz Aragón (Almuñécar, ... 1950-2024), a quien una enfermedad apagó el cirio de su carisma la madrugada del pasado domingo a los 73 años de edad. El hombre que sonreía también con la mirada dijo adiós tras meses de lucha contra un cáncer que mintió al final, cuando parecía que lo desterraba de su vida para recuperar su salud y seguir dando paseos por su Almuñecar amada, esa Almuñécar en cuya historia queda ya como el notario mayor de su Semana Santa.

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Fue una de sus pasiones. La que le llevó a ser devoto y hermano mayor de la Cofradía de la Virgen de los Dolores, presidente de la Agrupación de Hermandades y Cofradías en tres etapas diferentes (1973-1980, 1984-1992 y 2003-2011) y, hasta sus últimos días, hermano mayor de la Hermandad de la Virgen de la Antigua Coronada, patrona de Almuñécar. En esa pasión se incluyen su labor durante cinco décadas como coordinador del El Paso cada Viernes Santo y el empeño en conseguir el marchamo de Interés Turístico Nacional de Andalucía para la Semana Santa y para la procesión marítimo terrestre de la Virgen de la Antigua que cada 15 de agosto congrega a miles de personas en las playas sexitanas. Suya fue la moción presentada al pleno municipal que solicitó a la Junta de Andalucía esa distinción en 1999.

Lo consiguió. Fue en su segunda etapa como concejal en el Ayuntamiento sexitano. La primera había sido efímera, un par de años en la oposición bajo las siglas de Alianza Popular, en los albores de la recién inaugurada democracia española allá por los ochenta. Fue entonces cuando conoció y entabló amistad con Juan Carlos Benavides, quien una década más tarde lo convenció para incorporarse a la lista del Partido Andalucista. Aquello le granjeó alguna fricción con alguna amistad de filas conservadoras, discordias que el tiempo disipó con una copa de vino en la mano.

Cuatro años como concejal en la oposición le valieron para ganarse la reputación de persona dialogante, comprensiva y generosa con los demás. De la política se fue con respeto, sin hacer ruido. Por el camino, en 2004, tuvo tiempo de convertise en presidente de la junta directiva de la primera delegación de Unicef en la provincia, una responsabilidad que después asumió su esposa, Edelmira Rodríguez, con quien ha compartido 52 años de adoración mutua.

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Lector contumaz, admiraba a quienes eran capaces de embelesarle con las letras, como esos pregoneros de fina pluma que buscó por toda Andalucía para dar lustre a su tierra. Hasta que comprobó que en su pueblo la savia nueva era capaz de dedicar palabras con el mismo brillo y mayor sentir los episodios de pasión de la Antigua Sexi y subió a los atriles a sus paisanos. Pasó de la globalización a la 'glocalización' cofrade. Entendió también que el relevo generacional debía llegar, aupó a la juventud y se preocupó por dejar el futuro en buenas manos.

Antonio Díaz aprendió a cultivar su mente desde sus inicios como 'chico para todo' en el Registro de la Propiedad de Almuñécar. Allí inició su vida laboral a la corta edad de 12 años. En pantalón corto, como le gustaba decir, y sin formación alguna. Poco después, ya con 15 años, en 1965, se incorporó a la notaría sexitana, de la que saldría como jubilado después de ejercer como oficial durante medio siglo y ver pasar a numerosos notarios por la puerta. «Haz el bien y no mires a quién», le aconsejó su madre en sus inicios laborales. Esa frase marcó su trayectoria profesional, reconocida en Almuñécar por todos sus vecinos, para los que siempre tuvo tiempo de 'arreglarles los papeles'.

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Ese gusto por la lectura le llevó también a la historia y a los archivos. Le encantaba ir a Granada, meterse en el Archivo Provincial y desenterrar 'secretos' que el tiempo había borrado en la memoria de sus paisanos. Investigar sobre el pasado de su Almuñécar era una de sus grandes aficiones. Fue así como descubrió que la patrona sexitana (a la que también se empecinó en coronar canónicamente) lo era desde 1569, treinta años antes de que se levantara el templo parroquial de la Encarnación donde el pasado lunes le despidió su pueblo en una ceremonia multitudinaria con banda de música incluida, un deseo que expresó en vida a su familia y que se vio cumplido con los sones de sus marchas preferidas, 'Caridad del Guadalquivir' y 'Cerca de tí, señor'.

En Río Seco alto, donde disfrutaba a veces de su tiempo libre cultivando una huerta o sentado bajo el gigantesco árbol que daba sombra a su pequeño y vetusto cortijo, resuenan hoy esas marchas cofrades a la par que se agolpan los recuerdos de aquellas conversaciones de loma a loma con el vecino de linde, su amigo Andrés. Todo con una sonrisa en la mirada. Porque, aunque se definía como «un malafollá», su carácter a veces adusto y serio daba paso enseguida a un golpe de humor con una retranca especial y a unas carcajadas con sus cercanos, ya fuesen sus colegas del arco cofrade (Pepe Jiménez, Antonio Medina 'Portamar', Paco Díaz, Paco Portillo, Javier Zarcos...), de sus andanzas políticas (Juan Carlos Benavides, Rafael Contreras...), o sus hijos Luisi, Josué o Alberto. Genio y figura, nunca mejor aplicado.

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Descanse en paz, Antonio Díaz Aragón, presidente honorífico de la Agrupación de Cofradías y Hermandades de la Semana Santa de Almuñécar.

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