Una viandante observa la chabola en el TH1 de Salobreña. Javier Martín

Levantan chabolas en el solar previsto para hoteles junto al peñón de Salobreña

Dos personas viven en una gran chabola en la zona del peñón, donde desde hace más de dos décadas se prometen nuevos alojamientos

MJ Arrebola

Granada

Martes, 15 de julio 2025, 00:00

Las casas escalonadas del barrio alto de Salobreña relucen como perlas blancas encima de un monte. Desde allí se ve un rincón donde el tiempo ... parece haberse detenido. Una extensión de tierra polvorienta, llena de suciedad, abandonada por las promesas y olvidada por las instituciones. Allí, justo en el corazón del TH1, el suelo reservado hace más de 20 años para la construcción de hoteles que nunca llegaron, vive María José. Junto a su marido, ha levantado una chabola con toldos, lonas, plásticos y palés, en lo que una vez fue un paraíso proyectado para el turismo.

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El Ayuntamiento urbanizó en 2018 más de 100.000 metros cuadrados en la zona del Peñón , soñando con convertirla en uno de los polos turísticos más relevantes del sur andaluz.

Dos cadenas hoteleras mallorquinas adquirieron parcelas con la promesa de levantar complejos hoteleros. El proyecto estuvo «muy avanzado». Las maquetas se expusieron, se firmaron compromisos y se celebraron reuniones… pero al final las piedras nunca se colocaron, la pandemia lo chafó todo. El consistorio animó a los propietarios a poner los terrenos en venta.

El terreno, abandonado a su suerte, ha sido escenario de incendios que arrasaron 4,6 hectáreas y dejó un manto de cenizas. Cerca de este lugar vive María José, aunque según relata, nunca antes había vivido en esas condiciones. La mujer es profesora de formación y su pareja trabaja como auxiliar administrativo. Llegaron a Salobreña en 2021, buscando paz, una vida frente al mar. Encontraron una casa del banco, deteriorada pero barata, en la calle Antequera, junto al castillo. Según la mujer, los vecinos les recibieron con agrado, excepto una de ellas.

«Queríamos comprar la casa, la podíamos pagar poco a poco, pero la vecina no dejó», cuenta María José. Tras años de tensiones, denuncias, y hasta juicios en Motril llegó lo que nadie esperaba: un incendio que dejó la vivienda calcinada. «Llegué y la casa estaba ardiendo, lo perdimos todo y nos quedamos en la calle», cuenta.

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Una tierra muerta

Tras dormir durante varias noches en bancos de la vía pública, una mujer alemana que se marchaba le ofreció su tienda de campaña: «Me dijo, ¿quieres mi sitio? Está todo montado». Desde entonces, María José se fue adaptando. Primero se fue a un lugar del litoral pero por las inundaciones, se trasladó al terreno del TH1. Allí empezó a construir, primero con materiales que recoge por los alrededores: madera, hierro, lonas.

«Estoy esperando a que en septiembre vengan unos amigos. Me van a ayudar a levantar una cabaña de madera», cuenta. «Yo lo único que quiero es una casa. Pagar el agua, la luz y no vivir en la calle. Pero todo son pegas. No quieren empadronarme. Como si yo no existiera».

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Lo irónico es que vive sobre un suelo que, en teoría, tiene un valor «incalculable». El TH1 es una zona proyectada para turismo de lujo, pero que se mantiene a la espera por trabas urbanísticas y la falta de inversión. Las empresas lo ven inviable. Y mientras los inversores abandonan, ella sobrevive.

«Estoy aquí, en un sitio donde antes había un cortijo. Aquí hay cemento. No estoy en un parque. Estoy en un sitio abandonado», explica. «Si me dan una casa, me voy mañana. Pero mientras tanto, aquí estoy. No hago daño a nadie. Sólo quiero sobrevivir».

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Por las noches, los jabalíes rebuscan entre sus cosas. «Solo quiero una cabaña donde guardar mis cosas, que no se las lleven los animales». Lejos de pedir compasión, María José habla con dignidad: «Yo he tenido una buena vida. He estudiado. Mis padres me educaron bien. Pero la vida cambia».

Su gran chabola es el retrato de promesas rotas y de una localidad que urbanizó miles de metros cuadrados esperando el turismo que no llega.

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