Coves, en el taller de Antonio Marín. PEPE MARÍN

«En un concierto en la cueva de Nerja, las manos se me iban por la humedad»

Pues no estamos tan mal | Vicente Coves, guitarrista y gestor cultural ·

El linarense dirige el Festival Internacional de la Guitarra de Granada, que comenzó el pasado día 19 y finaliza el 5 de agosto, y pasa unos veranos atípicos desde hace cinco años, pero no se queja

Viernes, 30 de julio 2021, 01:20

E l guitarrista linarense de nacimiento y granadino de adopción, Vicente Coves (1982), es el director del Festival Internacional de la Guitarra, por lo que ... sus veranos son algo movidos, al menos hasta que termina el ciclo que organiza. Después, trata de descansar. Trata. Porque no siempre es posible.

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–¿Cuál fue el peor verano de su vida?

–Quizá 2008, cuando tuve que hacer una gira por Argentina, Uruguay y México. Una de las paradas fue, obviamente, Buenos Aires, y había transcurrido un año desde que allí comenzara la crisis económica más grande que han vivido, con el corralito y demás historias. En la calle Florida, que es una calle de dos o tres kilómetros de tiendas en el centro de la ciudad, donde se agolpan todas las tiendas de las grandes marcas internacionales, todas las tiendas estaban cerradas. Excepto Harrod's, que estaba perfectamente limpio, con el suelo de madera pulidísima, pero vacía. Fue una sensación terrible. En el concierto que di allí vi al público loco con la guitarra española, pero tuve una guerra tremenda con la concertino de la orquesta, que decía que no se iba a oír la guitarra, por el tamaño del auditorio. Yo mantenía lo contrario, pero claro, uno piensa que quien conoce aquello es ella. Cuando terminó el concierto, todos vinieron a felicitarme, o sea que sí que se oyó, pero la duda fue dura de sobrellevar.

–¿Cuál es el concierto más extremo, climatológicamente hablando, que ha ofrecido?

–Creo que fue en la Cueva de Nerja, en 2010, con la Orquesta Sinfónica de RTVEy Adrian Leaper dirigiendo, creo que uno de sus últimos conciertos con la orquesta. La sensación de tocar a no sé cuántos metros bajo tierra, con una humedad que cuando querías mover la mano te ibas dos trastes más arriba, las manos sudorosas pero frías, la retransmisión... Fue una lucha contra los elementos más que dar las notas del 'Concierto de Aranjuez', que fue lo que tocamos.

–Sus últimos cinco veranos han sido muy distintos.

–Ahora, en lugar de trabajar para mí, trabajo para los demás... Desde el primer Festival, en que comenzamos con cierta incertidumbre hasta que se convirtió en un éxito, mis veranos se han convertido en aprendizaje y locura, a partes iguales.

–¿Consigue desconectar tras el Festival?

–Sí, pero cuando les dan las vacaciones a mi mujer y mis hijos es cuando yo estoy más liado, así que es complicado. De todas formas, el Festival, ahora que no nos oye nadie, puedo decir que más que un trabajo, es un placer. Y sobre todo en esta época, en que muchos compañeros trabajan porque hay festivales como este.

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–El año pasado, ¿fue la edición más difícil para el ciclo que usted dirige?

–El año pasado fue duro porque teníamos todos mucho miedo. Creo que la primera vez que salí de mi casa desde que comenzara la pandemia fue para acudir a la presentación del IV Festival. Era una sensación compleja. Había quien creía que el virus estaba remitiendo, pero muchos no nos fiábamos, y el tiempo nos ha dado la razón, tristemente. Con todo, creo que la edición de 2019 también fue muy difícil, porque el presupuesto se incrementó muchísimo, y con él el riesgo.

'Dolce far niente'

–Cuando todo termina, ¿qué hace en su tiempo de descanso?

–Normalmente, acabamos sobre el 12 de agosto, y esos 15 o 20 días que quedan hasta que volvamos a la normalidad de trabajos y colegios, trato de apagar el móvil y no hacer nada, ya sea en la playa o en la piscina de casa. O al menos intentarlo. Aunque luego haya que cerrar las cuentas y demás. Pero eso lo hago rápido.

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–¿Qué opinan su mujer y sus hijos sobre sus veranos?

–Lo llevan con resignación, pero bien. Lo asumen como inevitable.

–¿Tiene alguna afición fuera de lo estrictamente laboral?

–Mi afición principal es siempre tocar la guitarra. Siempre toqué, ante todo, porque me gusta. Y me gusta tocar tanto guitarras nuevas como antiguas. Luego, me encanta la electrónica de sonido, por lo que me dedico a leer publicaciones sobre ese campo, las novedades en alta fidelidad, y también sobre producción en estudios, que es otra parte de mi trabajo. Aunque esté relacionado con lo laboral, me distrae muchísimo.

–¿Cuáles son sus proyectos?

–En otoño saldrá mi décimo disco con Naxos, un monográfico dedicado a Piazzolla, que van a presentar a los Grammy. Ojalá haya suerte.

–Usted que conoce las playas de California, ¿las cambia por las nuestras?

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–No, pero me gustan el modo de vivir californiano. Asumen con naturalidad que tienen que estar una hora y media en el coche para llegar al trabajo.

–¿Pues no estamos tan mal, no?

–Ni mucho menos. No nos podemos quejar, estamos sanos y aún hay espacio para la música.

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