El mejor pescado de roca de la Costa Tropical. J.L.

Dónde comer el mejor pescado de roca de la Costa Tropical

Sea a pie de playa o sea arriba, en la terraza, El Embarcadero y Chacha 28, en Calahonda, permiten disfrutar de diferentes exquisiteces elaboradas por el genio creativo de su cocinero, Antonio Lorenzo, reconocido con un Sol Repsol y recomendado por la Guía Michelin

Jesús Lens

Granada

Miércoles, 13 de agosto 2025, 09:58

Vaya por delante que tenemos que volver, aunque esta vez, a Chacha 28, en la terraza del propio hotel El Embarcadero de Calahonda. Y es ... que, desde que los hermanos Lorenzo se quedaron el mítico y emblemático establecimiento donde se conocieron sus padres, se ha convertido en lugar de visita obligatoria para los amantes de la mejor gastronomía de la Costa Tropical con vistas y a pie de playa.

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Este año, además, su fundacional El Conjuro, consiguió un más que merecido Sol Repsol, junto a la recomendación en la Guía Michelin, distintivo que comparte con Le Bistro by El Conjuro, en la capital. Todo ello demuestra que el cocinero Antonio Lorenzo sigue en estado de gracia: es uno de los grandes genios creativos de nuestra gastronomía y le imprime su sello personal a cualquier plato, sin parar de inventar.

Que tengamos tantas posibilidades diferentes de disfrutar de sus múltiples propuestas es un privilegio para nuestra Costa Tropical y para nuestra provincia en general.

En nuestra visita más reciente decidimos tirar de producto… después de unos de esos entrantes maravillosamente loquísimos que son marca de fábrica de Antonio. Empezamos con el aguacate en tempura y vinagreta de huevas de merluza, una forma radicalmente diferente de disfrutar de una de las joyas de las huertas de nuestra Costa Tropical.

También le tiramos a los tomates variados, guacamole y migas de aceite de oliva. A la vista podría parecer una ensalada de tomate con aguacate y la socorrida burrata, pero nada de eso. Lo de las migas de aceite de oliva es una de esas creaciones alquímicas de Antonio Lorenzo, una sensacional delicatasen que a saber de dónde se ha sacado de la manga. Y no de la pastelera, precisamente. O quizá sí, ¿quién sabe?

Podría pasarme la vida disfrutando de las creaciones de Antonio, que no deja de inventar, como decíamos antes. Otras veces les he hablado de sus ortiguillas, que las borda, y de uno de los mascarones de proa de la casa: las alcachofas a la brasa y yema cocinada, que han creado escuela. Nadie fríe los boquerones y los calamares como él y, si son amantes del atún, sus dados picantes con escabeche de calabaza les volverán locos.

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1 kilo de gallopedro

De los arroces de Antonio Lorenzo hablamos otro día, que se merecen capítulo aparte. En esta ocasión, fuera de carta tenían gallopedro. Un soberbio ejemplar de 1 kilo que se vino para nuestra mesa. Llegó troceado y soberbiamente frito con todas sus partes prestas y dispuestas para ser devoradas. Porque cuando un pescado de roca como éste está bien preparado, se come todo, todito todo; entero y verdadero, desde las partes más carnosas a las aletas y su crujiente cabeza.

Más habitual en Almería que en Granada, es un pescado sin apenas grasas. No suma más 90 kcal por cada 100 gramos de carne y, eso sí, es muy rico en proteínas, fuente de energía para el cuerpo, por tanto, idónea para deportistas y gente que hace trabajos de fuerte desgaste. Y es rico en Omega 3, por supuesto. Además, por cuanto a las vitaminas, destaca la B, buena para el sistema inmunitario y cardiovascular. Así las cosas, el gallopedro, como buen pescado semigraso, cuenta con una sugestiva carne blanca y fina, delicada, pero de firme textura que rebosa de sabor, como tuvimos ocasión de comprobar.

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En verano, de vez en cuando, da gusto hincarle el diente a uno de esos grandes pescados. El año pasado cayeron un par de rodaballos, por ejemplo. A ver qué más manjares nos depara lo que queda de agosto.

Y sí. A pesar de (casi) no poder más, que regamos el pescado con una botella de Calvente blanco bien fría; no nos pudimos resistir a otra de las elaboraciones de la casa que uno no debe perderse si se le pone a tiro: la tarta de queso al horno, otra soberana exquisitez.

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Lo dicho. Espero pasar por Chacha 28 en las próximas semanas. Y por El Conjuro original, claro. Siempre me ha gustado despedir el verano allí. Pero por si acaso, esta visita a El Embarcadero ya nos la llevamos puesta.

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