Menos propinas a camareros en Granada por la crisis y el pago con tarjeta
Con la crisis y el pago con tarjeta, apenas un 30% de los clientes de bares y restaurantes deja propina. Los extranjeros son los más espléndidos. «¿Los granadinos? Hay de todo»
Inés Gallastegui
Granada
Domingo, 5 de febrero 2023, 00:22
El tintineo alegre de unas monedas en el platillo de la cuenta es un sonido en peligro de extinción. La institución de la propina, ese « ... agasajo que sobre el precio convenido y como muestra de satisfacción se da por algún servicio», como dice el diccionario, resiste a duras penas a estos nuevos tiempos de transacciones electrónicas, cinturones apretados por la crisis y precios por las nubes. En su incansable misión conservadora de las costumbres patrias, Isabel Díaz Ayuso lanzó el mes pasado una llamada de auxilio para evitar que el soniquete de la campana en los bares corra la misma suerte que el canto de los pájaros o el pito del afilador, y pidió a los madrileños que sigan haciendo posibles «los sueños» de los camareros: las clases extraescolares de sus hijos, el regalo de cumpleaños de su novia, las clases de inglés… Más allá de las airadas protestas de la oposición y los sindicatos –con salarios dignos no harían falta extras para afrontar gastos cotidianos–, la campaña publicitaria trajo al primer plano del ojo público una tendencia real: la gente deja cada vez menos propina.
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Granada no es ajena al fenómeno. Y eso que una parte importante de la clientela de bares y restaurantes son turistas con cierto nivel adquisitivo en cuyos países de origen la propina es obligatoria, o casi. Samuel, camarero de la cafetería Guerrero, en la Plaza Trinidad, calcula que solo un 30% de los clientes tienen ese detalle. «Con la crisis, la pandemia, el pago con tarjeta… la gente deja menos propina. Los extranjeros, más, sobre todo los de Reino Unido y Alemania. Los italianos y los franceses tienen una cultura similar a la nuestra y no suelen dejar. Tenemos poco público local. Los granadinos… si consideran que han tenido un buen servicio dejan algo, aunque sea diez centimillos», explica Samuel, que del reparto del bote entre los camareros del local se lleva cada mes entre 70 y 80 euros. Hace unos años, recuerda, eran más de 100.
Javi, socio y camarero del restaurante R en la plaza de la Romanilla, lo corrobora. «Ahora la gente deja mucho menos, incluso en cuentas gordas: más o menos un tercio dejan algo. Antes, cuando sobraba un pico, la gente lo daba. Ahora directamente pagan con tarjeta la cantidad justa y pocas veces añaden unas monedas», señala Javi. «Los extranjeros dejan más. Nosotros trabajamos mucho con turismo nacional y la propina ha caído mucho, como un 40%. ¿Los granadinos? Bueno, tienes de todo», añade con una sonrisa diplomática que sugiere que los locales no son los más espléndidos del mundo. «El bote lo repartimos cada mes. Los meses flojos sacamos unos 80 euros; los buenos, 140 o 150, dependiendo de la temporada y del tipo de cliente», añade.
Miguel Echenique, propietario del bar Candela, en el Realejo, también calcula entre un 20% y un 30% la proporción de clientes que aflojan la cartera. Cada fin de mes, él reparte las propinas acumuladas entre los camareros de forma proporcional a su jornada laboral, que representa un 5% del sueldo, más o menos.
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Sobre la campaña de Madrid, los implicados admiten que todo ayuda, pero no les parece adecuado presionar a los clientes para que paguen por un servicio que ya están abonando con la cuenta. «En Granada la hostelería esta mal pagada, pero la propina no es una forma de compensar al camarero porque esté mal pagado, sino porque su servicio sea bueno», explica Samuel. «La campaña, por un lado, me parece bien, porque me dedico a esto, pero es verdad que en otros trabajos los empleados no se llevan propina. Está bien que, si la gente se siente cómoda, te deje algo, pero no hay por qué pedirlo», señala Javi.
Salarios «dignos y justos»
Antonio García, secretario general de la Federación de Empresas de Hostelería y Turismo de Granada, considera «una mezquindad» contemplar la propina como un «complemento» del sueldo. «Los salarios se pactan en la negociación colectiva y son dignos y justos. No hay que complementarlos: la propina es una deferencia del cliente cuando considera que el servicio ha sido amable o eficaz», asegura.
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Los sindicatos discrepan. Miguel Angel Prieto, responsable de Hostelería de la Federación de Servicios, Movilidad y Consumo de UGT Granada, recuerda que los trabajadores del sector llevan desde 2019 con el mismo convenio, por lo que han perdido un buen bocado de su poder adquisitivo con la crisis y la inflación. A su juicio, la campaña de Ayuso es una «estrategia política» para liberar a los empresarios de pagar retribuciones suficientes y cumplir los convenios: aunque el salario estipulado sea de 1.300 euros por 8 horas diarias, señala, en Granada es «tristemente frecuente» que los contratos sean de 4 o de 6 horas pero el trabajador sea obligado a trabajar 8, 10 o más. La media, afirma, no pasa del salario mínimo.
«La propina no es para mantener un salario digno, sino para agradecer un buen trabajo», recuerda. Aparte del pago con tarjeta, cree que el motivo por el que los clientes se muestran menos rumbosos es que ellos mismos están justos de dinero tras las sucesivas crisis –la burbuja, la pandemia y la guerra– como para pagar dos veces por el servicio. «Una compañera de un local de comida rápida me comentaba que antes sus clientes eran adolescentes y jóvenes, pero ahora van familias a comer por 7 euros y ya están haciendo un esfuerzo fuerte para comer fuera», resalta.
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El responsable de Hostelería en Comisiones Obreras Granada, Alejandro García, también cree que la iniciativa madrileña es «una excusa para que las empresas paguen el salario a costa del cliente, ahorrándose en sueldos, cotizaciones, IRPF, desempleo, etcétera». Porque, además, aunque la legislación recuerda que las propinas se deben facturar y tributar como el resto de ingresos, la realidad es que en España casi siempre han quedado en el limbo de la economía informal, salvo en el caso de los hoteles, donde se facturan en el check-in, afirma.
García defiende que CC OO no está en contra de las propinas, sino de que estas se conviertan en salario en dinero negro. Aboga por profesionalizar el sector y evitar el tufo asistencialista de la presidenta de Madrid. «Los regalos a tu pareja o las clases de tus hijos no pueden depender de que les rías las gracias a los clientes», zanja.
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El representante de la patronal afirma que la propina «es una cuestión entre el cliente y el trabajador; la empresa no participa». Miguel Echenique lo matiza: «Hay de todo. Algunos empresarios se quedan el bote o hacen 'tarifa plana': reparten entre sus camareros una cantidad fija cada semana o cada mes, haya lo que haya, y se quedan el resto». Con cerca de 40 años de experiencia en el sector, desconfía de la propina incluida en el pago con tarjeta, habitual en los países donde esta gratificación es prácticamente obligatoria, como Estados Unidos o Inglaterra: «Alguna vez le he preguntado a un camarero y me ha dicho que, si quería dejar algo, mejor en metálico», resalta Echenique, que fue muchos años cocinero antes que fraile.
El tabernero cuenta un chiste que ilustra la actitud de algunos ante la tradición de la propina: «Entra un granadino en un bar y pregunta: '¿Tenéis bote? ¿Sí? Os voy a traer un remo que tengo ahí muerto de risa'». ¿Tacañería o malafollá?
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