El atardecer más bonito del mundo se encuentra en Granada
Los rayos de sol generan un entorno onírico para disfrutar la Alhambra
Lo bueno que tiene Granada es que hay muchos lugares donde se puede decir, en voz alta y con orgullo, «estoy viendo el atardecer más ... bonito del mundo». En su día, el que fuera presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, se dejó caer para ver la Alhambra y recordar sus viajes de juventud por Europa. En su cabeza tenía un recuerdo de un atardecer especial y espectacular, que se dijo que era desde el Mirador de San Nicolás, lugar maravilloso desde el que como todo el mundo sabe, no se ve poner el sol. Para ello en el Albaicín hay que ir a San Miguel Alto o al Carril de la Lona.
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Lo que sí es cierto es que Granada atesora todos los atardeceres más bonitos del mundo y el que se disfruta, a la sombra de los pinos, desde el entorno de la Silla del Moro, es especialmente espectacular.
En compañía
Erika lo sabe muy bien. Esta trabajadora espera a la última hora de la tarde para, con los últimos rayos del sol, subir hasta la Silla del Moro y sentarse a ver pasar despacito el tránsito del día a la noche. No suele estar sola, porque en el lugar siempre hay compañía que saca fotos, se besa, hace un breve pícnic o, simplemente, disfruta.
«Para mí es como un regalo. Aquí ya no hace nada de calor, el aire además es fresco y sobre todo hay mucho silencio. Es un placer escuchar el silencio y dejar que te rodee. Tienes, por supuesto, unas vistas maravillosas y, si te animas, puedes seguir la ruta hasta el mirador, el Aljibe de la Lluvia, el Reloj de Sol o el propio Llano de la Perdiz», comparte. «Me gusta subir todas las veces que puedo, es un regalo para los sentidos», termina Erika, sentada sobre uno de las piedras que permiten contemplar la ciudad de Granada, abajo, tan campante.
Para llegar al lugar hay que subir desde el Realejo por el Barranco del Abogado y, en la rotonda del cementerio, cruzar la barrera por el paso peatonal junto a la garita y subir por la pista forestal. En total, no más de cuarenta minutos sin hacer demasiado esfuerzo.
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La recompensa merece la pena ya que, y sobre todo, una vez pasada la barrera de control espera al caminante un paseo flanqueado por vegetación y altos cipreses que generan una sombra cuasi eterna. Además, se han acabado los ruidos generados por el tráfico que desde el Realejo y por el Barranco del Abogado acompañan durante todo el recorrido al caminante.
El lugar lo aglutina todo. Está suficientemente cerca de la ciudad para poder llegar andando pero permite respirar naturaleza. Los rayos de sol entre los árboles, las sombras y el frescor están ahí para quien quiera llegar. La Alhambra, por si faltara algo, muestra su lado oculto.
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