Una familia de Armilla en paro acoge a otra que vivía en un parque: «No podíamos dejarlos ahí»
Juan de Dios invitó a casa a los Álvarez López, que perdieron su bar y su vivienda a causa de la pandemia. Ambas familias buscan un trabajo para salir adelante
Los Álvarez López eran, aunque suene a tópico, una familia normal. José Luis trabajaba en la construcción, Lucía como limpiadora, y sus hijos estudiaban. En ... su afán por avanzar, decidieron emprender. Alquilaron el Bar Félix, en Armilla, cargados de ilusión. A los dos años llegó la pandemia y arrasó con todo como un huracán. Los meses de cierre pasaron factura y los gastos empezaron a acumularse. Cuando las restricciones lo permitieron reabrieron, pero la situación era inasumible. El mes de julio de 2021 lo tienen grabado a fuego en la memoria: perdieron el alquiler del bar y el de su vivienda. De buenas a primeras, se vieron en la calle.
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Durante meses durmieron en el coche, también sus hijos, José Luis, de 24 años, y Víctor Manuel, de 19. «Fue lo peor que he vivido en mis 64 años. Una pesadilla, pasamos frío y hambre. A mi marido le salieron unas picaduras, se le infectaron y casi se le gangrena una pierna», asegura Lucía, que además es diabética. Para más inri, José Luis sufre apnea de sueño, por lo que tiene que dormir conectado a una máquina. «En el coche no había donde enchufarla, así que lo tenía que estar despertando durante toda la noche para evitar una muerte súbita», recuerda.
Una donante anónima
La suerte de la familia dio un giro a los dos meses, cuando una donante anónima se ofreció a pagarles el alquiler de una vivienda durante un año. Fue un tiempo feliz, pensaban que habían dejado atrás todo el sufrimiento. Pero la pesadilla no concluyó ahí. Cuando finalizó el contrato de un año, volvieron a quedarse en la calle.
En esta ocasión, acabaron en un parque situado en la plaza del Ayuntamiento de Armilla. «Mis hijos se metieron a dormir en los columpios para protegerse cuando llovía», lamenta su madre. En medio de aquella situación de penuria apareció un rayo de luz. Era Juan de Dios, un vecino al que le partió el corazón verlos dormir en aquel parque. «No podía dejarlos así, durmiendo bajo la lluvia. Les invité a venir a mi casa hasta que encontraran algo», explica.
Y así fue. Desde hace unas semanas su vivienda acoge a cuatro convivientes más. Por un lado están Juan de Dios Martín, su mujer Rocío Castilla, y sus hijos de once, trece y diecinueve años. Por otro, la familia Álvarez López. «Les ofrecí dormir en los dormitorios, pero ellos insistieron en quedarse en el salón, con tener un techo estaban más que agradecidos», cuenta el dueño de la casa.
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Son nueve bocas que alimentar y no está siendo nada fácil. Juan de Dios, que ha trabajado de jardinero, está en paro. También su mujer, que ha enlazado empleos como limpiadora. «Estamos muy mal económicamente, comprando para todos. Vamos tirando como podemos», añade Juan de Dios. Un trabajo para ambos les daría el empujón que necesitan para salir adelante. Mientras, se las apañarán para que sus nuevos inquilinos estén a gusto. En este sentido, es también esencial la ayuda de Araceli López, de la Asociación de Mujeres La Gran Familia, que además de dar a conocer su caso les proporciona alimentos y hasta les prepara la comida.
Empezar de nuevo
Los Álvarez López respiran algo más tranquilos desde que duermen bajo techo, pero no es suficiente. Quieren trabajo y una vivienda propia. Ahora mismo los padres duermen en el sofá, mientras que los jóvenes lo hacen entre otro sillón y el suelo. Necesitan volver a vivir en condiciones. Lucía está cobrando una pequeña ayuda -que aporta al nuevo núcleo familiar para comprar alimentos-, y su marido percibirá otra pronto. Con esa cantidad de dinero podrían permitirse un alojamiento de en torno a 400 euros, pero sus esperanzas son escasas por dos razones. «Los caseros nos piden aval bancario y nómina, pero no tenemos. Necesitamos a alguien que nos alquile», argumenta Lucía.
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Como no, el empleo sería la solución a su gran problema actual. José Luis tiene experiencia en la construcción, Lucía en la limpieza y sus hijos en la hostelería, un sector al que los cuatro podrían dedicarse. Además, a los jóvenes les gustaría estudiar, pero la familia no puede sufragar los gastos que conlleva. «Buscamos una segunda oportunidad», apostilla la familia. Merecen empezar de cero, lo más pronto posible, una vida alejada del sufrimiento.
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