Esta fotografía formaba parte de un reportaje sobre la parada biológica de los marineros de la Costa que se publicó en este periódico el pasado martes 19. Javier Martín
Con otros ojos

Pescar nubes

Domingo, 24 de noviembre 2024, 00:10

Todo propósito humano se basa en la desproporción: consiste en afrontar lo inabarcable con herramientas limitadas y frágiles. Se me ocurren unos cuantos empeños imposibles. ... Controlar las circunstancias. Medir el tiempo. Dominar nuestro oficio. Alcanzar la precisión. Hacernos a la mar. O, por ejemplo, pescar nubes con una red.

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¿Qué porción de cielo consiguen atrapar unos brazos madrugadores? ¿Cuánta cuerda hace falta para amarrar sus necesidades, cuántas grúas para sostener su futuro? ¿Es más fácil ahogarse si sabemos nadar y nos aventuramos en la lejanía? ¿Necesitamos cierta dosis de naufragio para aprender a sobrevivir?

Bien mirado (es decir, observado a través de la ventana propicia), saberte poca cosa en un contexto inmenso también tiene sus ventajas. El esfuerzo y las adversidades no te toman por sorpresa. Las expectativas bajan piadosamente. Y, más que una amenaza, el fracaso se vuelve un compañero de viaje. Lorca lo llamó «el pez de sombra que abre el camino del alba».

Cada otoño, los pacientes pescadores de Motril hacen una parada biológica en el puerto para permitir que respire aquello mismo de lo que viven. Dejan que se regeneren los caladeros antes de regresar a rastrillarlos para la Navidad. Algo tan razonable como inusual en los océanos del corto plazo. Así que ahí están, esperando su turno, los barcos de arrastre y de cerco. Los pesqueros de artes menores, poetas a su manera. Los soles de la dársena. Los aromas de la lonja. Las familias salivando. El calendario que lanza su anzuelo para llevarnos, al menos, un minuto a la boca.

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Si buscamos un rincón de sombra para contemplar el horizonte, no cabe más remedio que admitir que casi nada resulta sostenible. Ni siquiera el cielo. Y, menos todavía, las economías tiburón y los consumos piraña. No se trata de bondad, sino de autopreservación. La tierra exhausta, el mar abrumado nos lo vienen diciendo desde hace muchas lunas. Otra cuestión es que sus mensajes lleguen a buen puerto.

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