La estatua de Eugenia de Montijo en el bulevar de Constitución fue protagonista del reportaje publicado por IDEAL el pasado martes con el titular 'Tras la pista en Granada de la corona de Eugenia de Montijo robada en el Louvre'. Blanca Rodríguez
Con otros ojos

Desventuras de una emperatriz

Sábado, 25 de octubre 2025, 23:37

Mírenla bien. Perfil afilado. La frente expuesta. Rictus de sinsabor. La mejilla partida por el tiempo, recibiendo la afrenta de la sombra. Las cejas un ... tanto alzadas, como esperando la próxima desgracia. El cuello centinela, atento a los peligros de la Constitución: los de la avenida y los otros. Su nombre es, modestamente, Eugenia de Palafox Portocarrero y Kirpatrick. Condesa múltiple, paciente esposa de Napoleón III y, conste en acta, alguna vez emperatriz de Francia. Pero podemos también llamarla Euge. De Montijo. Al fin y al cabo, sigue siendo vecina de nuestra ciudad. Nacida en Graná hace doscientos añitos, aquí la vemos ofreciendo su corona como si se tratara de un merengue. O un pulpo fresco. A su derecha, a punto de encenderse de ironía, la farola esboza una L invertida: la L del Louvre, que quedó patas arriba tras el reciente robo de los tesoros imperiales de Napoleón, su esposa, su cuñada, su sobrino y otros revolucionarios enjoyados.

Publicidad

La corona de Euge, adornada con más de mil diamantes y tasada en unos diez o doce millones, fue recuperada en las inmediaciones del museo porque los ladrones la dejaron caer mientras huían. Les pareció demasiado aparatosa o difícil de despiezar. ¡Lo que le faltaba a la emperatriz! Derrocada en 1870, saqueada hace unos días y, para colmo, desdeñada por los propios delincuentes.

No hay consuelo para la emperatriz, cuyo infortunio e inteligencia están probados. Nació con un terremoto y en plena intemperie, por miedo a que el palacio se derrumbara. Una gitana del Albaicín le leyó la mano de niña y predijo que sería reina. Lo que no le avisó es que después tendría que exiliarse. Su flamante esposo, creyendo elogiarla, la redujo a ornamento en un discurso ante el Senado: «Ella será el adorno del trono». Hay bodas que merecen un divorcio.

Además de en este bulevar, bajo el moho de una placa o en el tráfico de la calle Emperatriz, nuestra desventurada vecina pervive en un colegio público de la Chana —el Eugenia de Montijo— y en un barrio del distrito Norte. Ahí, donde la vida desconoce las joyas. Mucho más cerca del pueblo de lo que jamás soñó.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad