El alcalde granadino que gobernó solo y arrasó en las siguientes elecciones
Un 'espartano' en Deifontes ·
El regidor Francisco Abril, de IU, resistió tres años con los diez ediles del pleno en contra y en los siguientes comicios municipales ganó con mayoría absoluta. Eso sí, no lo recomienda: «Perdí 14 kilos»En agosto del año 480 a.C, un grupo de 300 espartanos, integrados en un ejército de siete mil griegos, partieron a las Termópilas conscientes ... de que iban a morir y que nada tenían que hacer frente al gigantesco ejército del rey del imperio persa Jerjes, con más de 250.000 hombres. El resultado fue el esperado, pero la gran resistencia durante tres días de aquellos soldados, que terminaron luchando literalmente con sus manos y sus dientes, cimentó una leyenda que 26 siglos después inspira a Luis Salvador en su batalla por mantener la Alcaldía de Granada.
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Lo que probablemente no sepa el hombre dispuesto a gobernar la ciudad, por ahora, con solo dos de los 27 concejales es que tiene un referente granadino muy cercano que también puede inspirarle. Concretamente a 25 kilómetros, los que separan la capital de Deifontes, localidad de tres mil habitantes de los Montes Orientales gobernada por Francisco Abril Tenorio, que bien podría ser el genuino alcalde espartano.
El regidor de Izquierda Unida gobernó tres de los cuatro años de su primer mandato (de 2012 a 2015) en la más absoluta soledad, sin apoyos frente a un pleno de diez concejales. Asumió la gestión de diez concejalías y encima salió bien parado de la machada. Tanto que a las siguientes elecciones, las de 2015, arrasó con una mayoría absoluta de ocho de once concejales. En las últimas municipales, las de 2019 amplió su ventaja y sumó uno más.
Pero ése es casi el final. La historia del alcalde espartano comienza tras las elecciones de 2011, en las que el PSOE obtuvo cuatro concejales, Izquierda Unida tres, dos el PP y otros dos la Asociación Deifontera Independiente. Los tres últimos partidos hicieron un pacto de gobierno que dio el bastón de mando a Francisco Abril.
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Con la perspectiva del tiempo, el regidor no tiene reparo en admitir que se equivocó, que aquel no fue un buen pacto desde primera hora. «Sabía que eso no iba a ir muy lejos, la lista más votada es la que tiene que gobernar y entonces deberíamos haber dejado al PSOE», defiende ahora.
El rosario de la Aurora
Lo que empezó con «tiranteces» con los concejales de PP y ADI acabó como el rosario de la aurora por motivos que el alcalde prefiere ya no remover, porque personalmente lo pasó fatal. Lo publicado en la prensa de aquellos días recoge un culebrón de duros cruces de acusaciones y hasta denuncias en los juzgados.
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La cuestión es que el alcalde se quedó solo para gobernar Deifontes, sin el apoyo siquiera de los dos concejales de partido, que abandonaron el grupo de Izquierda Unida. Tampoco prosperó la moción de censura que intentaría el grupo independiente.
La mayoría del pleno dejó al alcalde sin sueldo (estuvo nueve meses sin cobrar) pero ni por esas dimitió. Francisco Abril el espartano sobrevivió al uno contra diez durante tres años, gobernando a golpe de decreto de Alcaldía. «No me fui porque no me gustaba lo que iba a dejar al frente del pueblo y por amor propio y a Deifontes aguanté», explica.
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Llagas en la boca
Eso sí, jura y perjura que fue durísimo. «No se lo recomiendo ni a Luis Salvador ni a nadie», sentencia tajante el alcalde, que recuerda cómo en aquellos días de extenuante trabajo en soledad le salían «llagas en la boca de las preocupaciones».
«Perdí 14 kilos. Trabajaba a todas horas. 24 horas dedicado al pueblo, sin descanso. Hacía de todo, de alcalde, de fontanero y de electricista y los fines de semana estaba esclavo del motor del gasóil», relata. Y es que en aquellos años el abastecimiento de agua potable del pueblo dependía de un motor –más tarde acometería las obras para arreglarlo– y el propio alcalde era el encargado, durante todas las noches y los fines de semana cuando no había operarios, de echar garrafas de gasoil cada seis horas para que el motor siguiera funcionando.
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Pero más allá de la extenuante carga de trabajo, Francisco lo pasó mal por los ataques personales de aquella época que afectaban a su familia y a sus hijos. Y recuerda como una pesadilla los duros plenos en los que no conseguía que salieran adelante proyectos fundamentales. «La memoria del PFEA la llevé siete veces a pleno, de eso dependían 300.000 euros de inversión en obras para el pueblo. Acabamos en los tribunales», rememora. «Fueron unas circunstancias especiales y pude sacarlo adelante gracias a los trabajadores municipales. Los funcionarios como el secretario municipal, que vio que yo era legal y quería hacerlo todo bien, me ayudaron», apunta.
El regidor insiste en que lo de gobernar solo no se lo desea a nadie, pero en su caso, «mereció la pena». A las elecciones de 2015 concurrió «con miedo». «Me había dejado los cuernos trabajando pero siempre temes que no se valore», esgrime. Sus miedos se disiparon la noche electoral. Adiós a la soledad. De uno pasaba a tener ocho concejales y una cómoda mayoría absoluta para gobernar. «Me sacaron en hombros a la plaza, fue muy emocionante», esgrime con orgullo. Pero su mayor felicidad es mirar atrás y ver «el cambio radical» que ha experimentado Deifontes .
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Cuando se le pide un mensaje para Luis Salvador lo tiene claro. «Si quiere seguir adelante, que se prepare. Es difícil hacer lo que yo hice y Granada no es Deifontes». Generosamente, está dispuesto a compartir las claves de su particular manual de resistencia: «Que me llame y le doy un par de consejos».
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