«Un adolescente puede comprar benzos por un euro en cualquier barrio de Granada»
Xuri y José, 19 y 20 años, cuentan cómo se convirtieron en adictos siendo menores, la pesadilla por la que han pasado y cómo Proyecto Hombre les ayudó a retomar sus vidas
–Yo me llamaré Xuri –dice ella.
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–Y yo José –dice él.
Todo lo demás es verdad. Xuri tiene 19 años y lleva un ... colgante de plata, un puño con el dedo corazón levantado. «Creo que define bien mi forma de ser, de seguir adelante». Del cuello de José, 20 años, cae una cruz de madera. «Cuando estás muy perdido, viene bien obligarse a creer en algo». Los dos eran completos desconocidos hasta que sus caminos se cruzaron aquí, en Proyecto Hombre. Sentados alrededor de una mesa, en una pequeña sala de reuniones cerca de la cocina, ambos cogen aire lentamente y resoplan. Hablan con voz firme, como el que intenta reanimar a alguien que acaba de caer. Vienen a contar sus historias, a contar cómo y por qué llegaron aquí.
«Yo estoy aquí principalmente por los porros», dice Xuri. «Aunque he probado prácticamente todas las drogas: M, speed, ketamina, benzos de vez en cuando...». Su primer porro fue con 15 años, «más o menos», y luego fue avanzando hasta que conoció a su expareja y los dos juntos probaron el resto de sustancias. «Las otras drogas eran por diversión, nos colocábamos de fiesta para que diera energía... Pero los porros eran a diario. Fumaba muchos porros al día».
Xuri no tenía fuerza de voluntad. No era capaz de cumplir con sus obligaciones ni en casa ni en el instituto. «Me acuerdo de cómo era yo antes de fumar porros y soy perfectamente consciente de los aspectos de mi vida que serían mejores si no fumara». La joven habla de constancia, organización de tiempo, regular la alimentación y cumplir con sus sueños. «Me encanta el arte. Y ahora estoy buscando trabajo».
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«Soy perfectamente consciente de los aspectos de mi vida que serían mejores si no fumara»
Xuri
La madre de Xuri, consciente de lo que estaba pasando, la llevó a Previa (Preparación para la Vida Adulta), el programa con el que Proyecto Hombre intenta ayudar a jóvenes y a sus familias a enfrentar las adicciones para reconducir sus caminos. «Lo que hacen aquí es una maravilla, de verdad. Yo estoy en ello, no he conseguido quitarme del todo, pero sí he reducido mucho el consumo», confiesa Xuri, que asegura que ella intuía que se iba a enganchar a las drogas antes de empezar. «Lo sabía, claro que lo sabía, pero no me hice ni puto caso. Hay que conocerse y eso lo sé ahora. Tienes que saber si eres carne de adicción o no, y yo lo era».
A José, la adicción a las benzodiacepinas (también llamadas benzos, un medicamento que se usa para tratar ansiedad, insomnio, trastornos convulsivos y espasmos musculares: Trankimazin, Lexatin, Lorazepam...) le llegó a los 17 años. «Me las recetaron en Salud Mental por ataques de ansiedad y rasgos depresivos. Me tuvieron con tres pastillas al día: desayuno, comida y cena. Así durante seis meses. Y a los seis meses, como estaba mejor, me las quitaron de golpe».
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Las benzodiacepinas, bien usadas, pueden ser muy útiles. Según médicos expertos, el problema es alterar la dosis y prolongar el tratamiento más de la cuenta. El periodo recomendado es de dos a cuatro semanas, a partir de ahí habría que evaluar cada caso. «En mi mente de chaval inconsciente, no quería dejarlas. Y sabía que esas pastillas se consiguen en la calle y son más fuertes que las que recetan. Las compré».
–¿Un adolescente puede conseguir benzodiacepinas en la calle, así de fácil?
–Es muy fácil. Un adolescente puede comprar benzos en cualquier barrio de Granada. Dos miligramos por un euro.
–¿Un euro?
–Normalmente son robadas. Palos que le dan a las farmacias y a ellos les sale tiradísimo. También hay gente que vende pastillas porque es muy fácil conseguir una receta continuada de benzodiacepinas. Un negocio. Un bote de 50 pastillas, 30 euros.
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La intervención
José era un zombi. «Iba por el barrio con los ojos muy, muy cerrados. Ido totalmente. Tenía un problema, pero no lo veía». Intentó dejar las pastillas dos veces. La primera fue porque sus amigos le hicieron una intervención y logró no tomarlas durante un par de meses. Recayó. «Esas pastillas están químicamente diseñadas para darte una sensación de placidez, para hacer que no sientas los problemas. ¿Malestar? Te comes un Tranki o dos o seis, los que sean».
La segunda vez sí lo consiguió, pero a un alto precio. Cometió un delito mientras iba colocado con las benzos y terminó cumpliendo 15 días de condena en la cárcel. «Pasé el mono allí dentro. Fueron días muy duros. Y no quería volver a pasar aquello. Quería que mi madre fuera feliz... Así llegué a Proyecto Hombre». Al dejar las pastillas, sufrió sudores fríos, mareos, ansiedad y alucinaciones. «Vi a mi difunto abuelo». «De los 17 a los 20 años los tengo borrados de mi vida. Las benzos te tocan la memoria de una manera muy loca. Que te enseñen fotos de sitios y no recuerdes haber estado. Que te saluden por tu nombre y no sepas quién es...».
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«De los 17 a los 20 años los tengo borrados de mi vida»
José
José lleva un año limpio y ha vuelto a estudiar. «No lo hacía desde los 17. ¡No podía ni leer, se me movían las letras! Puedo dedicarme a lo que quiera de verdad, y eso la droga te lo quita. Quiero hacer Integración Social para ayudar a quien pueda». Xuri sonríe a su amigo y reflexiona en voz alta: «La droga, por muy cómoda que sea, es una salida muy cobarde y trae más cosas malas que buenas».
–¿La droga está muy presente en la noche granadina?
–Xuri: Cuando tú estás de fiesta, te aparecen mínimo cinco camellos diciendo 'coca, popper, M, ketamina... ¿qué quieres?'. Entonces, joder, está por todas partes. En pubs y discotecas. Y en Pedro Antonio hay los mismos camellos que relaciones públicas».
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–¿Se compra y se vende mucho por Whatsapp y Telegram?
–Xuri: Lo de los grupos es súper fuerte, nunca había visto tanta facilidad para nada en mi vida. Tú pones en el grupo dónde estás y lo que quieres, y al momento te escriben cuatro o cinco camellos diciendo que te lo llevan.
–Esos camellos, ¿cómo son?
–José: Jóvenes. Muy jóvenes. La mayoría son de nuestra edad, pero también hay más pequeños, con 15, 16 y hasta 13 años, porque al ser menores no les puede registrar la policía.
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«En la calle Pedro Antonio de Alarcón hay los mismos camellos que relaciones públicas»
Xuri
–Habiendo pasado lo que habéis pasado, ¿no os da miedo que sea tan fácil?
–José: A mí me da miedo por mi hermana pequeña. Gracias a dios (acaricia el crucifijo) es más lista que el hambre y no creo que vaya por ese camino. Pero si quisiese, puede. Drograrte en Granada es muy sencillo... Pero estamos aquí para decir que se puede salir de la droga y que no hay que tener miedo a pedir ayuda. Ayuda profesional.
–Xuri: Proyecto Hombre, en la calle, está demonizado. Como si solo hubiera yonkis reventados a nivel extremo, sin futuro. No es así. Luego vienes y te encuentras personas de tu edad que son normales. Buenas personas. Personas que quieren vivir.
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