Absuelven al policía acusado del homicidio imprudente de un presunto atracador en Cijuela

El agente, para quien la fiscalía retiró los cargos, efectuó disparos disuasorios y una bala acabó «alojándose» en el cuerpo de la víctima

Yenalia Huertas

Granada

Viernes, 29 de marzo 2019, 00:42

Después de un largo proceso judicial de diez años, el policía nacional acusado de un delito de homicidio imprudente grave por efectuar un disparo ... que alcanzó a un presunto atracador la madrugada del 12 de abril de 2008 en un garaje de Cijuela ha sido absuelto.

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IDEAL ha tenido acceso a la sentencia dictada por la Audiencia Provincial de Granada, que cree que no se ha acreditado «debidamente» que el acusado estuviese en condiciones de controlar «el riesgo no permitido» que creó la propia víctima, que, lejos de tirarse al suelo al grito de «¡alto, policía!», se giró y cogió una recortada.

Así consta en el fallo, que resalta la «situación de extrema tensión« desencadenada y en la que se produjo »la desobediencia» por parte de la víctima a las «claras» órdenes policiales para que se entregase sin resistencia alguna.

«De las pruebas practicadas en el juicio oral no puede llegarse a la conclusión fundada de que el fallecimiento de J. L. M. B. hubiese sido ocasionado por la conducta negligente del mencionado agente policial», subraya el tribunal granadino.

La resolución evoca casos parecidos resueltos por el Tribunal Supremo (TS), en los que a la hora de absolver se tuvo en cuenta la situación de «autopuesta en peligro de la propia víctima«, y de creación o agravación por parte de esta del riesgo ordinario que llevan aparajado las intervenciones policiales consistentes en la detención de peligrosos delincuentes«.

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En este punto, el tribunal considera acreditado que el fallecido y las otras dos personas «pertenecían a un grupo dedicado a la comisión de atracos a mano armada» y que cuando robaban «llevaban a cabo actos de inusitada violencia». La Policía lo sabía.

La operación en la que resultó muerto J. L. M. B se llevó a cabo en el marco de una investigación policial en la que se pudo determinar que la supuesta banda usaba un inmueble de Cijuela donde ocultaba los productos y los vehículos utilizados durante los robos que habían perpetrado tanto en Granada como en otras provincias.

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Por los pinchazos telefónicos, los agentes sabían que la banda iba a desprenderse de uno de los coches que usaba, «lo que podría dificultar el éxito de las pesquisas». Por eso, el jefe de grupo dispuso aquel operativo «encaminado a detener a los integrantes de la banda e impedir que lograsen el mencionado propósito». El coche en cuestión era un Golf.

Sobre las 2.50 horas del 12 de abril de 2008, integrantes del operativo policial observaron que se acercaba al edificio un BMW con tres personas que podrían pertenecer al «grupo de atracadores». Entre ellos estaba J. L. M. B., que tenía además una orden de detención por su presunta participación en un intento de homicidio el mes de marzo anterior en Cádiz.

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Una vez el BMW entró en el garaje, penetró un coche con dos agentes tras él hasta que se detuvo. A continuación, la Policiá dejó otro vehículo cerca de la puerta de acceso al recinto «de manera que impidiese la salida de automóvil del mismo». Los dos agentes que iban en este coche siguieron a pie hasta donde estaba el Golf estacionado.

Como resalta la Audiencia, los agentes iban «con chalecos antibalas dada la peligrosidad que entrañaba la operación que iban a acometer, y sobre sus ropas llevaban los chalecos reflectantes con distintivos y el nombre del cuerpo al que pertenecían perfectamente visibles«.

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Uno de los tres sospechosos que entraron en el BMW al garaje se había subido ya al Golf y, al observar a la Policía, «inició la huida marcha atrás y poniendo el vehículo a gran velocidad». Lo dirigió contra uno de los funcionarios policiales «en varias ocasiones», hasta el punto que el inspector se tuvo que guarecer tras una columna. En ese momento se efectuaron varios disparos a las ruedas de ese vehículo, pero logró escapar tras colisionar con el coche policial que actuaba de barrera en la entrada del garaje.

¡Alto, policía, al suelo!

El policía acusado, mientras esto pasaba, se dirigía andando a las otras dos personas que estaban cerca del BMW. Les dijo a voces ¡alto, policía, al suelo! y, mientras uno de ellos se tiró al suelo cerca del maletero, el otro J. L. M. B., «lejos de obedecer al agente se dispuso a coger del interior del BMW una escopeta de cañones recortados (...) en buen estado de conservación y perfectamente capacitada para el disparo». El agente ahora absuelto efectuó un primer disparo disuasorio apuntando al techo y J. L. M. B., en lugar de arrojarse al suelo como había hecho el otro, «giró su cuerpo hacia el agente», escopeta en mano.

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En ese momento, el agente acusado, «temiendo por su vida, realizó dos nuevos disparos». Uno hacia arriba y otro hacia abajo. La bala del último disparo se alojó en el sospechoso armado. Le ocasionó la muerte de forma casi instantánea.

En el caso ejercía la acusación particular la madre del supuesto atracador, que reclamaba cuatro años de cárcel y una indemnización de 150.0000 euros. Inicialmente, la fiscalía pedía tres años de prisión, pero acabó retirando los cargos el último día del juicio.

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La sentencia de la Audiencia alude al testimonio contra el sospechoso que sí se tiró al suelo. Cree que incurrió en «contradicciones, inexactitudes y afirmaciones contrarias a la verdad» como testigo cuando declaró en el juicio. Por ello pide que se investigue -que se deduzca testimonio- si ha podido incurrir en un delito de falso testimonio.

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