Los padres han solicitado a Educación que ponga a funcionar el colegio de Cónchar, donde posan con sus hijos, para crear una escuela rural de pedagogía innovadora.

«Queremos llenar Cónchar de niños»

30 familias de la capital y del Valle de Lecrín echan la matrícula en una escuela cerrada para intentar reabrirla

Ángeles Peñalver

Jueves, 28 de abril 2016, 01:03

En Cónchar, un bonito y minúsculo pueblo del Valle de Lecrín a media hora de Granada, se pueden contar los niños en edad escolar ... con los dedos de una mano. Su escuela fue cerrada en 2012 y los pocos críos que andurrean por sus calles acuden cada mañana al 'cole' de Cozvíjar, a siete kilómetros. Para que la localidad no se despueble, un grupo de padres del Valle de Lecrín y de la capital quiere 'reanimar' ese encalado y silencioso colegio, con vistas al monte y un patio presidido por tres limoneros. Para ello, han echado la matrícula de sus hijos en ese centro que, por ahora, sigue cerrado a cal y canto. Chus Riaño, vecina de Nigüelas promueve la iniciativa y cuenta que cada día lleva a sus críos desde su pueblo a distintas escuelas de Granada capital. «Me importa tanto su educación...». Ella ejerce la portavocía de esas 25 familias puestas de acuerdo para solicitar formalmente que sus 31 hijos vayan al colegio de Cónchar el curso que viene.

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Los interesados que residen en la capital están dispuestos a mudarse al pueblito, donde lo de medir los niveles de polución de las calles suena a ciencia ficción. «Los padres movilizados queremos diversidad en los colegios ordinarios. Seguimos la filosofía de las escuelas municipales de la Fundación Granada Educa. Tenemos problemas para encontrar colegios de Primaria con un buen modelo pedagógico. Creemos en lo público, pero anhelamos un proyecto constructivista, que los niños tengan y construyan su propio futuro. Que salgan al monte. Una escuela respetuosa y que contemple el estado emocional de los alumnos. Por supuesto los críos de distintas edades deben compartir las mimas aulas, la diversidad es enriquecedora», describe Chus Riaño.

Desde la azotea de la casa de al lado del colegio, un vecino mira la escena. El grupo de padres y su prole ha improvisado una fiesta en el patio. Los demás vecinos y el alcalde apoyan la idea de que el chiquillerío vuelva al pueblo. «Queremos llenar Cónchar de niños», claman los impulsores de la iniciativa, a la espera de la respuesta de Delegación y de una cita pendiente con el delegado.

Seguir creciendo

Según los proponentes, la primera vez que fueron a hablar con la administración, esta aceptó bien su idea. «Ahora no sabemos... porque ha habido un cambio de jefe de Planificación. Quien sí nos apoya es un inspector abanderado de la inclusión: Paco Olvera», detalla la portavoz, rodeada de críos con globos, que juegan y trepan por las instalaciones de una escuela enmudecida. Alguien en el pueblo tiene las llaves del cole y se las ha cedido para la ocasión a las familias.

«Nuestra apuesta supondría la reactivación de la zona. Los alumnos aprovecharían el bosque, la riqueza cultural, los abuelos de antes... Una escuela para la vida. Que cuando los niños trabajen el renacuajo puedan salir al campo a buscar uno», dice la impulsora con las miras puestas en septiembre.

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Arancha Tejeiro, madre de tres niños adoptados, no encuentra una respuesta óptima en el colegio donde están matriculados en la capital y confía en que Cónchar -con una filosofía de colaboración entre alumnos, profesores, familias, vecinos y el ayuntamiento- sea su solución. En Cantabria el colegio Vital Alsar y en Zaragoza Alpartir ya son referentes internacionales por hacer algo similar. En Vital Alsar, los padres escogieron docentes comprometidos presentando su propio equipo. Los siguientes cursos se hizo concurso de traslado normal, pero los docentes se iban comprometiendo a respetar la filosofía del centro. «Estamos dispuestos a ayudar en la formación con cursos. Pero, por encima de todo, queremos el compromiso de que esta bonita escuela se reabra», narra Chus, quien señala que en Cónchar los críos de cuatro años podrían ir andando al colegio.

Laura Martínez tiene un niño de 6 años escolarizado en un centro de la Fundación Granada Educa, la única de la capital que saca adelante a los niños de 0 a 6 años enseñándoles para la vida y por proyectos. Al final, los críos aprenden igual o más que con los métodos tradicionales, pero se respeta su madurez. «Si el proyecto educativo de Cónchar sale adelante me mudo. A Martín le ha llegado el momento de la Primaria y queremos una pedagogía respetuosa, en un cole pequeño sin estrés. En Alquería, un privado de la capital, es caro y no hay plaza... Aquí en el Valle se tiene que vivir de escándalo», se despide.

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Miguel Ángel Lorente ya es uno de los 250 vecinos de Cónchar. Él, ceramista, llegó hace un lustro desde la capital. Tiene un pequeño de tres años en la guardería de Dúrcal. «Sería una lotería que el colegio funcionara para septiembre. Hay dos niños que todos los días se desplazan a Cozvíjar al colegio y otros que no sé muy bien dónde acuden...», remata esperanzado.

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