Una familia bereber, con un plato de comida en el Alto Atlas, donde viven al refugio de las rocas.

Un reto para aventureros

El Alto Atlas Central, convertido esta vez en un infierno para los espeleólogos españoles, es un paraíso por la abundancia de cañones a gran altura

FERNANDO MIÑANA

Miércoles, 8 de abril 2015, 16:43

Una mezcla de desdicha y negligencia dejó sin vida a dos de los integrantes de la terna de espeleólogos españoles que se adentró por el ... Alto Atlas Central, en Marruecos, en busca de bellas excursiones y riesgo controlado. No eran los primeros ni serán los últimos. Aquel macizo es un reclamo que cada año seduce a nuevos aventureros amantes de las grandes gargantas, los cañones y las cuevas.

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El accidente se produjo en el término de Tarmest, en la comuna rural de Iminualuen, un punto remoto, allá arriba, entre las cimas del Atlas, entre Marrakech, cada día menos exótica y más parecida a Ibiza, y Ouarzazate, la aldea de barro que maravilla a los directores de Hollywood y que las guías turísticas etiquetan como la puerta del desierto.

Las víctimas perecieron en un punto a lo largo de los ocho kilómetros del cañón de Ouandras, una enorme hendidura que cruza, con 800 metros de desnivel y paredes de 200 metros, el macizo de Mgoun, coronado por la cumbre de Ighil Mgoun, la cuarta más elevada (4.068 metros) del Atlas por detrás de Toubkal, Timzguida y Ouenkrim.

Ighil Mgoun significa cresta de los vientos en bereber y es la cima, en una azotea de 20 kilómetros que rondan los 4.000 metros de altitud, de uno de los dos macizos clásicos el otro es el de Toubkal, donde se encuentra el techo de Marruecos del Atlas Central. Es una zona de escarpados caminos muleros por donde solo campan pastores, nómadas y aventureros con ganas de embriagarse de la naturaleza casi virgen de aquellas cumbres.

José Enrique Sánchez, secretario de la Federación Andaluza de Espeleología, anda estos días desbordado por la pena y la actualidad periodística, lamentando que la burocracia se cobrara una vida y tratando de atender a los medios que cada día le llaman desde que sucedió el accidente. Él ha paseado sus cuerdas por Marruecos y conoce su encanto. «Es una zona ideal, con nieve y roca caliza que, al contrario que Sierra Nevada, por ejemplo, permite la formación de gargantas, los cañones que forma el deshielo para que corra el agua. El cañón es una cueva sin techo, con sus paredes, sus descensos y su cauce de agua que va disolviendo la roca caliza», describe José Enrique Sánchez.

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Pero allí hay mucho más. «También hay grandes prados con paisajes maravillosos e increíbles, zonas muy poco frecuentadas. Pero los espeleólogos viajamos hasta allí en busca de sus abundantes cañones. Porque, para que la gente se haga una idea, si en Andalucía tenemos 40 o 50 cañones, en el Alto Atlas se cuentan por numerosas decenas».

La cueva más grande

En invierno abunda el blanco, claro, y en esta época llega el momento del deshielo. Y más este año de copiosas nevadas. Los meses más plácidos del verano son aprovechados por los nómadas y las familias bereberes para alcanzar sus altos pastos. Cerca de allí, en el valle de Oullilimt, los nómadas buscan refugio entre las rocas en un lugar donde no es difícil encontrarse los rebaños de cabras y dromedarios, un sorprendente hallazgo el de estos animales, que siempre asociamos con la arena del desierto, a 2.600 metros.

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Roger Mimó, un catalán que lleva 25 años en Marruecos, recorrió el cañón de subida sin cuerdas. «Es el más importante del país, pero no presenta una gran dificultad de escalada. Yo lo hice en octubre y ahora es posible que hubiera mucha agua».

Ángel Torres es otro andaluz que un año planeó su escapada a los desniveles del Atlas. Este veterano miembro del Espeleo Club Almería eligió la que por aquel entonces era «o eso creo», se ríe la cueva más grande de África, la Wuit Tandum, «con 16 kilómetros tierra adentro en aquella época».

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Este espeleólogo almeriense rebusca en su memoria porque aquel viaje lo hizo en 1986. Pero detrás de él fueron otros compañeros que cruzaron el charco en busca de algo parecido en Marruecos. «Es un país muy bonito y que a los andaluces nos pilla muy cerca. El Atlas es un macizo muy importante con cavidades, cañones y zonas de escalada. Allí hay mucho por explorar».

Wuit Tandum está más al sur del fatídico cañón de Ouandras, dirección Agadir. Aunque Ángel Torres admira todo el macizo. «Es una zona muy atractiva desde el punto de vista montañero, ecológico y espeleólogo, con una gran parte virgen».

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A este integrante del Espeleo Club Almería no le sorprenden en exceso los problemas burocráticos que retrasaron mucho más de los conveniente el rescate de los espeleólogos españoles, una demora que pudo ser fatal para el segundo de los fallecidos. Él también sufrió las peculiaridades de un país como Marruecos. «Nuestro grupo tuvo un problema, un accidente, nos salimos de la carretera y hubo dos heridos, yo fui uno de ellos, que ingresamos en un hospital de Marrakech. A un compañero le tuvieron cuatro o cinco días en la cárcel. No le querían soltar. Allí todo funciona muy lentamente. Al final todo se solucionó como se solucionan allí las cosas, a base de sobornos...».

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